Fundado en 1705, Barichara se levanta sobre una meseta desde donde se divisan majestuosos paisajes, cañones y la vasta vegetación que cubre la región.
Pasear por sus calles es retroceder al periodo colonial: la Iglesia de la Inmaculada Concepción, el parque principal rodeado de bugambilias y los talleres de artesanos que trabajan bajo métodos ancestrales, configuran un ambiente casi suspendido en otra época.

“Barichara parece congelado en el tiempo, y ese es precisamente su mayor encanto”, afirma Natalia Plazas, guía turística local. “La gente viene buscando tranquilidad, pero también la posibilidad de imaginar cómo fue la vida hace cientos de años en Colombia”.
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Patrimonio, arquitectura y naturaleza
La arquitectura es uno de los principales atributos de Barichara. Declarado Monumento Nacional en 1978, el pueblo conserva intacto su estilo colonial.
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Sus edificaciones de tapia pisada —una técnica milenaria con barro y paja— son un ejemplo vivo de la fusión entre saberes indígenas y españoles. Los detalles en madera tallada y los coloridos jardines aportan una estética única, sumando belleza a cada rincón.
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Además, la naturaleza complementa la experiencia. Desde Barichara parte el legendario Camino Real, un sendero empedrado que conecta con el pueblo de Guane.

Esta ruta, construida en la época colonial sobre caminos indígenas, se ha convertido en una caminata favorita de los viajeros en busca de vistas panorámicas y contacto directo con la historia.
Gastronomía y tradición
La gastronomía santenereana tiene en Barichara una de sus mejores vitrinas. Platos como el mute, la carne oreada, el cabro y, para los más aventureros, las famosas hormigas culonas, ofrecen una experiencia culinaria que se suma a la autenticidad de la visita.

El pueblo también es reconocido por su vibrante escena artesanal. Las tiendas exhiben finos trabajos en piedra, tejidos y piezas de cerámica, reflejo de la tradición y creatividad de sus habitantes.
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La combinación de historia, belleza arquitectónica y hospitalidad lo hace un destino único en el país. Barichara ha sabido conservar su esencia pese al auge del turismo. El reto, según sus residentes, es lograr un equilibrio entre la llegada de visitantes y la protección de su patrimonio histórico y ambiental.

Barichara es mucho más que una postal: es una joya viva del pasado colombiano que cautiva con su autenticidad y confirma, para muchos, su reputación como el pueblo más bonito de Colombia.