Seis décadas y media pasaron para que Ananía Araújo y Ramona Báez pudieran volver a abrazarse. Una historia que llena de emoción y que nos muestra que los imposibles se cumplen con un poco de esfuerzo. Pero la contracara de este episodio esperanzador tiene un lado nefasto: el motivo de su separación tiene como origen el criadazgo.
Esta es una historia de ficción: Ella es una niña de 12 años que, en lugar de estar en la escuela, se ocupa de las labores domésticas como toda criadita. Le pintaron muchas ilusiones que, con el correr del tiempo, se fueron convirtiendo en pesadillas.
El trabajo infantil, que es una práctica comparada a la esclavitud, sigue siendo un estigma que persiste en varios países el mundo, incluido el Paraguay. A nivel local, el criadazgo es una de sus caras más dramáticas.
Indignación es poco para definir la condena impuesta a Ramona Melgarejo y Tomás Ferreira, acusados de torturar y asesinar a la niña Carolina Marín (14) en enero de 2016, quien vivía bajo el régimen de criadazgo en la casa de la pareja, en Vaquería, departamento de Caaguazú.
Un caso que conmociona es el de la adolescente de 15 años que fue brutalmente maltratada, torturada, abusada y obligada a ingerir soda cáustica en Pedro Juan Caballero. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha solicitado al Estado paraguayo que adopte las medidas necesarias para preservar la vida e integridad personal de Panambí, como se identifica a la menor.