Hoy se cumplen dos años del fallecimiento del poeta y narrador paraguayo Augusto Casola, quien partió dejando una rica cosecha literaria, destacándose con numerosas obras, premios y presidiendo el PEN Club Paraguay. Su esposa Stella Maris Scolari lo recordó con cariño.
Una idea germinante centraliza el tema de la novela de Augusto Casola: la muerte, a la que elude en casi todos los capítulos. El escritor, al nombrarla, lo hace con frases como: “Entrar en ese sueño sin imágenes”, “un muerto es una realidad estéril”, “atracción de la gravedad hacia el abismo”, “entrar al mundo de los olvidos”, “ese profundo abismo presentido”, “un organismo que se extingue”, “un área de tinieblas desconocidas y monstruos extraños”, “una soledad completa”, “un abismo sin inicio ni final del todo”, “enfrentar el alcantarillado infinito y negro”. Como se ve, la muerte está siempre rondando el ámbito novelístico en el que se respira un aire elegíaco.
“Cuando se llamó al concurso de novelas organizado por el PEN Club del Paraguay y la Cámara Paraguaya de Libro, en 1972, tenía el bosquejo de una novela que necesitó ser pulida y retocada para poder participar en el certamen. Así nació El laberinto, y en el comentario de la solapa agrego, con cierto aire petulante: ‘Augusto Casola comenzó ahora, tiene pocos meses de vida. Queda el futuro’. Solo que han pasado 40 años, a lo largo de los cuales la vida me hizo conocer lo que entonces era el futuro”, comenta Casola sobre su libro “Café con leche con pan y manteca”, que se presentó días pasados.