Detentaba en ese entonces el cargo de pontífice máximo Julio César. Su esposa, Pompeya, una de las tres que tuvo a lo largo de su vida, organizó y presidió en la residencia oficial que compartía con su esposo la habitual reunión a la que concurrieron las más selectas y distinguidas mujeres.
Pero hubo una dudosa flautista, una invitada indeseada: un joven patricio, Publio Clodio Pulcro, que acabaría convirtiéndose en un matón, había ingresado en la femenil ceremonia elegantemente vestido con túnica de mujer acompañado de un velo. Sin embargo, su voz grave se evidenció y lo delató, siendo echado por las mujeres allí reunidas. Los murmullos y rumores corrieron como reguero de pólvora que comenzaron a circular por toda Roma propagando la idea de que Publio Clodio tenía por propósito aprovechar la oportunidad para seducir a Pompeya, otros dicen que para violarla. Fue un monumental escándalo en aquel momento.
Aunque la esposa de Julio César nada tuvo que ver en el intento de Publio Clodio Pulcro, no le había sido infiel, sino que el delito lo había cometido Clodio, quien fue objeto de juicio y luego absuelto. César prefirió de la forma que menos condicionase sus futuras aspiraciones políticas al cargo de cónsul, resolver el dilema: divorciarse de Pompeya para evitar cualquier tipo de suspicacias, alejar cualquier vestigio de duda. No podía permitir ninguna duda sobre la honestidad de su mujer. Debía lavar su imagen. Es a partir de este acontecimiento que se le atribuye la frase “La mujer del César no solo tiene que serlo, sino parecerlo. Debe estar por encima de toda sospecha”. Según versiones, también se incluyó “debía ser honesta”.
Viene al caso la anécdota citada ante el escándalo del que toda la ciudadanía fue testigo y que hace relación a la existencia de supuestos sobres con contenido dinerario y que fueron expuestos por una empleada al servicio de la familia presidencial encontrados, según esta última, en el recinto de la residencia presidencial y pertenecientes al presidente Santiago Peña. Este hecho al parecer motivó el despido de la citada empleada, despido que incluyó a toda su familia, dicho sea de paso solventada con dinero público. En rigor de verdad no hay prueba de aquello de forma contundente. Más bien dudas.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Y sostengo “ dudas” habida cuenta de que ante dicho escándalo y la no contundencia sobre el contenido de los sobres y la titularidad de ese contenido, al menos para mi persona y por qué no decirlo para muchos ciudadanos -el contenido hacía referencia a miles de dólares americanos y ser titular de estos el Presidente de la República- este lejos de aclarar, de disipar las sospechas, las dudas a la ciudadanía, a la que se debe, frente a imputaciones de gravedad institucional, porque las son, se abstuvo de esclarecerlas llamándose a un dudoso y sacramental silencio abriendo las puertas, él personalmente a la incertidumbre erosionando también él, personalmente, la confianza de la ciudadanía no solo en su persona que es grave sino en las instituciones y en su gobierno.
No hay día en que no explote algún acto de corrupción en el que está involucrado un personero del gobierno. La propagación de la existencia de supuestos sobres con contenido dinerario aludió directamente a Santiago Peña . Si no es cierta ocasionaría a lo menos algún agravio al mismo, como a cualquier ciudadano común, y a fin de no poner en tela de juicio su honestidad y no solo parecer como tal, debió formular la aclaración que a sus intereses convenga. En el caso el presidente Peña se ha llamado al silencio generando dudas y poniendo en tela de juicio la confianza ciudadana hacia el mismo, esto es, la creencia que tenemos los ciudadanos en su capacidad, honestidad e integridad.
Se ha dicho que “la duda es el mayor enemigo de la confianza ciudadana”. Esta afirmación manifiesta cómo la incertidumbre y la falta de información deterioran la confianza del ciudadano en las instituciones y en el gobierno, en el Presidente. En el caso del jefe de Estado porque es este quien está al frente del mismo. Cuando la ciudadanía duda de sus líderes, de la veracidad de la información que recibe, o ante la falta de explicaciones sobre hechos notorios que involucran directamente al mismísimo Presidente, ello debilita la gobernabilidad. Cuando quien ostenta la máxima magistratura se llama al silencio en actos como los citados, abre el camino a la duda y a las especulaciones.
No abrir la duda significa abstenerse de dar espacio a la incertidumbre, la vacilación. Todo lo contrario a lo que ha hecho el mandatario. El ha abierto la duda. A las especulaciones.
Lejos de llamarse al silencio, el presidente Peña debió dar una respuesta clara, expresando la verdad sin generar dudas ni ambigüedades , y actuar de forma transparente.
La negativa del Presidente a pronunciarse sobre hechos que comprometen su integridad pública, su honestidad, no puede interpretarse como prudencia sino como una forma de resistencia al escrutinio democrático.
En contextos de sospecha fundada, el silencio institucional no es garantía de inocencia sino un factor que agrava la crisis de confianza. En democracia, la forma de responder a la imputación es parte del fondo de la legitimidad.
La mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo, cobra especial fuerza: quien despliega funciones de alta responsabilidad no solo debe ser honesto, sino también proyectar esa honestidad de manera indiscutible e incuestionable.
La democracia, la legitimidad del poder no se erige con gestos sino con coherencia entre el decir y el hacer. La exigencia de estar “por encima de toda sospecha” implica que no alcanza con parecer honesto: debe serlo, y debe demostrarlo activamente.
Estar por encima de toda duda no es una aspiración: es una obligación funcional.
Correo: aamonta@gmail.com