Quid pro quo y la falta de escrúpulos

En su translación fiel del latín, quid pro quo significa “algo a cambio de algo que se recibe a cambio de otra cosa”. Nunca tres palabras de origen latino son tan apropiadas en nuestro medio, en particular en la esfera política sin descartar en la del Ministerio Público y Judicial y en el privado. Sobrados casos y ejemplos los hay y muchos.

Se dice que esta expresión fue utilizada en el ámbito legal romano, aunque al parecer apareció por primera vez en la Edad Media donde era utilizada por los boticarios en referencia a la sustitución de un medicamento por otro más costoso e incluso en las adulteraciones del contenido de estos.

También se dice que fue utilizado en el derecho contractual inglés, al convenio en el que una persona recogía una compensación por un servicio o tipo de intercambio.

Ahora bien, el “quid pro quo” no necesariamente implica, dependiendo del contexto, una oferta de algo positivo al menos en el ámbito político, particularmente en el nuestro.

Ciertamente los políticos de nuestro medio son proclives a utilizarlo como canje de favores, de beneficios, o de tráfico de influencias a cambio de algún tipo de apoyo a menudo ilegal o inapropiado, un intercambio corrupto; hago esto por vos, luego lo haces esto por mí. Nada nuevo.

Las actuaciones de congresistas, teñidas de clientelismo, es prueba palpable de la utilización de tal expresión; ahí tenemos el transfuguismo de muchos. Recuérdense los beneficios obtenidos por obscuros legisladores de pocas lecturas y menos ética a cambio de su apuesta a tal o cual grupo político tales como la contratación de parientes, amigos o amantes para engrosar el costo del presupuesto o dirigir alguna que otra licitación hacia tal o cual grupo de amigos o invadir inmuebles ajenos sin consecuencia alguna o renunciar momentáneamente al cargo de legislador obteniendo otro más productivo aun careciendo de la mínima idoneidad para ello. Ejemplos hay en demasía.

En su momento el hoy presidente del Congreso cierta vez expuso, sin escrúpulo alguno –desde luego los políticos en su gran mayoría carecen– el “quid pro quo” cuando de intervenir uno de los municipios, hoy se materializó, se trataba; si quieren intervenir este a cargo de nuestro correligionario exigimos hacer lo propio con el que no es nuestro. Quieren la intervención, apoyen la intervención de sus amigos.

Quid pro quo, duro y puro. En el Ministerio Publico es nefasto el quid pro quo. Imputen, persigan e intenten condenar al que no es amigo y por tal servicio o prestación algo recibirán, por ejemplo, apoyaremos tu ascenso como magistrado o evitaremos tu procesamiento. En el Poder Judicial basta con confrontar algunos emblemáticos casos de corrupción. Lo característico, lograr el poder y sus prebendas, muchas de ellas personales, otras imperceptibles.

En lo que a “escrúpulos” se refiere, palabra esta que también proviene del latín, hace referencia a una piedra pequeña y cortante. Los soldados romanos lo sabían bien ya que, cuentan que, en sus largas marchas, las piedritas se infiltraban dentro de sus sandalias, las que ocasionaban tormento constante. Debían decidir: seguir caminando con malestar o detenerse para sacársela y poner en riesgo a todo el grupo. Esa incomodidad persistente como la disyuntiva entre actuar o no actuar, dio origen al concepto de “tener escrúpulos”. Alegóricamente representa la incomodidad moral.

Hoy día “escrúpulos” es utilizado en la vida civil y en particular en el ámbito político, de nuestros políticos, pero por falta de escrúpulos. No tienen piedras en los zapatos, no andan a pie por eso tampoco tienen escrúpulos. Son una maquinaria corrupta de poder clientelar actuando en beneficio propio o de un grupo selecto o de sus amigos. Se caracterizan por la falta de honestidad, justicia y transparencia, por el abuso de poder.

La razón de estos inescrupulosos es mandar y exhibir el poder, sin miramiento para con los gobernados, una banda más del partido. No les preocupa la suerte de los que le han puesto con su voto donde están ya que sin escrúpulo alguno sólo buscan su beneficio deshonrando valores como la honestidad y el compromiso con el pueblo. No tienen el menor escrúpulo de aferrarse a la podredumbre política de nuestro país.

Debemos como ciudadanos dejar de estar con los brazos cruzados ante los inescrupulosos, ya que inadvertidamente les otorgamos poder a quienes perpetúan la inmoralidad, los negociados y la carencia ética. Los inescrupulosos también deben percibir el hartazgo de la ciudadanía.

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