Inteligencia sobre fatalismo

Durante un encuentro con periodistas en el contexto de la celebración de los 70 años de fundación de la cooperativa Colonias Unidas, el miércoles de la semana pasada, el presidente de la institución, Agustín Konrad Fleitas, planteó a la “clase” política antiguos reclamos de la sociedad paraguaya acogotada por la pobreza, la inequidad y la corrupción.

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Reclamó seguridad jurídica, achicamiento del Estado, apoyo al sector productivo, la promoción de la industria fundada en un modelo que favorezca al país con el agregado de valor a través de la mano de obra nacional y no en el modelo de fachada que favorece a un sector ligado a las multinacionales de la agroexportación.

En pocos minutos, el experimentado cooperativista sintetizó reclamos históricos de un pueblo acogotado por la pobreza, la inequidad, y necesidades de todo tipo, resultado de la mala política, de la corrupción desenfrenada e impune de un sector de la sociedad que prostituye los nobles fines de la política como herramienta de trabajo para el bien común y la convierte en instrumento para el saqueo de los recursos públicos, y el acaparamiento de las oportunidades para una claque en el poder.

Mientras los burócratas en el gobierno se ufanan de una economía estable, baja inflación relativa, la realidad cotidiana que vive el pueblo de a pie es bien distinta a la que aquellos para quienes generosamente mana la leche y la miel.

Nos enorgullecemos de producir alimentos para el mundo, de estar en los primeros lugares como exportadores de soja, carne, electricidad, entre otras cosas, mientras miles de familias pasan hambre todos los días en nuestro país.

Somos los campeones en producción de energía limpia, pero nuestra matriz energética se basa en el uso de leña y combustibles fósiles para cocinar. Tenemos tres hidroeléctricas, pero miles de compatriotas dejan de comer para poder pagar su boleta de ANDE.

Tenemos un importante bono demográfico que estamos tirando a la basura por causa del microtráfico que opera a la sombra de jefes de comisaría y complicidad de agentes fiscales. Y ni hablemos de la salud pública, con centros asistenciales que son simples antesalas de la muerte.

Este panorama apocalíptico, apreciados amigos, no es fruto de la casualidad, ni un designio de los dioses. A las puertas de unas elecciones generales, es oportuno que reflexionemos sobre esta realidad, y superemos esa concepción fatalista de que “así nomas luego es” y nada se puede cambiar.

De nuestra participación inteligente depende seguir alimentando a los buitres, o acabar con ellos.

jaroa@abc.com.py

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