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Uno de los argumentos preferidos es la negación de la importancia de la central en el sistema eléctrico brasileño, cuyo potencial se incrementa con la masiva irrupción de las plantas de generación intermitente, como las que aprovechan el viento (eólicas), la energía solar, etc.
Si el propósito de esas campañas es subestimar la relevancia de la misma central para el Brasil, inferir lo que se proponen sus emisores ante los insistentes reclamos paraguayos en la entidad binacional hasta podría omitirse por sabido.
No obstante, sabemos que el silencio, la connivencia de las administraciones paraguayas de turno de la entidad binacional y del país posibilitarán que, una vez más, se descargue sobre las espaldas del pueblo paraguayo otro medio siglo de injusticias en el aprovechamiento de los beneficios de la costosa central hidroeléctrica.
Afortunadamente, ciertas autoridades brasileñas, como el ministro de Minas y Energía, Alexandre Silveira, tal vez el lugar o el momento en que hizo las declaraciones -Foz de Yguazú, reunión del Grupo de Transiciones Energíeticas del G20- expliquen y hasta justifiquen su categórica reivindicación del protagonismo de Itaipú en su país.
Sostenía Texeira el miércoles último, en un intersticio de la reunión ministerial del G20 que llevó a cabo en la ciudad brasileña que limita con la paraguaya Ciudad del Este, que “el pulmón” del sector eléctrico brasileño “siguen siendo nuestras centrales hidroeléctricas”. “Siguen siendo el motor hidráulico de nuestra seguridad energética”, añadía.
Al hablar de hidroeléctricas, la inclusión de Itaipú, o de la “fortaleza de Itaipú” es una derivación lógica, porque a pesar del aparente desplazamiento de los esfuerzos para la generación de energía hacia el campo eólico, solar, etc., la gran central binacional aún atiende el 10% “de la demanda nacional y, lo principal, “garantizando electricidad especialmente en momentos en que otras fuentes “no pueden”, fundamentaba el ministro Silveira.
Por consiguiente, la trascendencia de Itaipú en el sistema brasileño es innegable, no solo por el 10% que les aporta, sino también y principalmente porque permite superar la intermitencia de las eólicas y solares y asumir un nuevo papel en la renovada matriz energética brasileña que, en principio nadie cuantifica, pero muy pronto lo harán con divisas.
Queda claro entonces, como primera conclusión, que la imprescindibilidad del complejo hidroeléctrico Itaipú, especialmente para el Brasil, consolida los históricos reclamos paraguayos a nuestro socio por partes iguales debido a la aún vigente asimetría en la distribución de sus beneficios.
Solo 9,7% de la producción de 40 años
No creo en las asimetrías, pero que las hay las hay, apenas una simple paráfrasis de la conocida frase “yo no creo en la brujas, pero que las hay las hay”, con la queremos demostrar que en los 40 años y cuatro meses de producción de Itaipú, el socio paraguayo, con igualdad de derechos y obligaciones en la binacional (Art. III del Tratado de Itaipú) pudo aprovechar solo el 9,7% de la producción acumulada en el ya extenso período, y Brasil, por ende, el abrumador 90,3%.
Que de la mitad que le corresponde (Art. XIII del Tratado) utilizó el 19,4% y debió ceder a su socio el 80,6%.
La prueba más contundente de que hay brujas, perdón, asimetrías, es que en esos 40 años y cuatro meses, a pesar del consagrado principio del Justo Precio, Brasil le pagó, en promedio, solo US$ 4,4 por MWh cedido.
Repasamos los registros correspondientes al período acotado por mayo de 1984 y agosto de 2024, colectados, trabajosamente por cierto, luego sumados, divididos y comparados.
En 40 años y cuatro meses, la central comenzó a producir energía eléctrica en mayo de 1984, Itaipú generó nada menos que 3.027.440.000 MWh, un cantidad casi inaprehensible para el hombre de a pie, que serviría, según las comparaciones con las que nos habitúa la entidad binacional, para atender la demanda de electricidad de nuestro país durante 137 años.
En el ejercicio 2023, según las fuentes oficiales, el mercado eléctrico paraguayo, incluyendo las pérdidas de la Administración Nacional de Electricidad (ANDE) aún araña el 30%, o sea, cerca de 30 MWh de cada 100 MWh que inyectó al Sistema Interconectado, consumió 22.078.574 MWh.
Si 9,7% fue el tamaño de la tajada de la torta itaipuana que la tocó al Paraguay, otras conclusión se precipita con mucho estruendo: la tajada del 90,3% la engulló el sistema brasileño.
En el período en cuestión, la central binacional produjo 3.027.440.000 MWh, por el Art. XIII del Tratado, 1.513.540.000 correspondían al Paraguay.
“La energía producida por el aprovechamiento hidroeléctrico ... será dividida en partes iguales entre los dos países, siendo reconocido a cada uno de ellos el derecho de adquisición ... de la energía que no sea utilizada por el otro país para su propio consumo”, establece el Art. XIII del Tratado de Itaipú.
Entre mayo de 1984 y agosto del presente año, la tasa paraguaya de utilización de la energía de Itaipú midió 292.974.000 MWh, la que a pesar de su creciente tamaño representó solo 19,4% de la energía paraguaya que produjo la central hidroeléctrica binacional.
Por lo tanto, si la ANDE pudo retirar en el lapso en estudio solo el 19,4% de la energía paraguaya, la tasa de cesión paraguaya fue del 80,6%, en números absolutos, 1.220.746.000 MWh, cantidad con la que el actual mercado eléctrico nacional se abastecería durante 55,3 años.
¿El Justo Precio? US$ 4,4/MWh
La arista del poliedro que con mayor crudeza expone la suerte paraguaya en la distribución de los beneficios de Itaipú es la que se relaciona con los montos que recibió el Paraguay en concepto de “compensación por cesión” de energía.
Desde la primera transferencia de Itaipú, sobre cuya fecha aún pesa un misterio injustificable, hasta agosto último, el Paraguay recibió US$ 5.205.800.000, una cifra significativa desde cualquier perspectiva, pero insignificante si la cotejamos con los valores vigentes en el mercado regional de la energía.
Para llegar a la conclusión más ilustrativa posible, dividimos los US$ 5.205.800.000 por la cantidad de energía que cedió el Paraguay en el mismo período, 1.220.746.000 MWh.
El resultado desalienta e inclusive indigna: US$ 4,4 por cada MWh, cedido.
A finales de setiembre último, según publicaciones especializadas en energía eléctrica del Brasil, advertían que en la presente coyuntura, de sequía, señalaban que el Costo Marginal de Operación (CMO) arañó los US$ 110 MWh, en tanto que el más alto rondó los US$ 130/MWh.
Claro, en definitiva, la tarifa depende del segmento del mercado brasileño al que se le vende la electricidad. Recordemos que en el reciente concurso de la ANDE para colocar la energía que generen 100 MW de su central Acaray en el ambiente libre del mercado eléctrico brasileño subrepasó ligeramente los US$ 21/MWh.
Además, la ANDE informaba hace unos días que exportaba electricidad al mercado argentino a valor cercano a los US$ 100/MW.
La conclusión final en esta materia es que US$ 4,4/MWh, aún sobre el costo de Itaipú, está muy lejos del principio del Justo Precio que los gobiernos de ambos países acordaron en 1966, documento que, al menos el nombre, rescatan luego en el Considero del Tratado de Itaipú.
Otra conclusión, los valores expuestos replantean la necesidad, tal como ya lo hizo el especialista Miguel Carter recientemente, de actualizar sus conclusiones sobre la suma que realmente recibió nuestro país por su energía en Itaipú y la que debió recibir.
9,7%
En 40 años de producción, el socio paraguayo, con igualdad de derechos y obligaciones, utilizó solo el 9,7% de la producción de Itaipú.
US$ 4,4
En 40 años y cuatro meses, a pesar del consagrado principio del Justo Precio, Brasil le pagó, en promedio, solo US$ 4,4 por MWh cedido.