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No debería existir una moneda de intercambio y de unidad de ahorro si no se confía en la misma, como tampoco debería existir un político que desee ocupar un cargo y luego ser reelecto si no hay esa relación de seguridad entre el ciudadano y el que ocupa un cargo público.
¿Seguridad y confianza en qué? En que si deseo disponer de una moneda determinada la misma, por ejemplo, no pierda su poder adquisitivo. Y si hablamos de política, pues que el político sea una persona que no haga lo contrario de lo que como ciudadano espero de él; que cumpla para empezar la Constitución y que, igualmente, no se aparte de lo que dijo durante su campaña electoral.
Lo que digo no es sólo una cuestión teórica, sino que además de teórica es absolutamente de orden práctico. Cuando más la moneda y el político se aparten de la confianza y de la seguridad de las que en ellos depositamos, las relaciones económicas y políticas se deteriorarán hasta llegar a un punto sin retorno.
Ocurre en la economía y en la política. Con la moneda, porque tenemos un problema de fondo que no ha sido abordado y que pocos desde luego estarían dispuestos a atreverse a hacerlo, porque es como romper con un paradigma en el que todos aceptan porque se considera que no hay otro modo de hacerlo.
En el tema monetario ¿por qué se sigue aceptando mansamente a la moneda de curso legal estatal que actúa como un monopolio? Todos sabemos que todo monopolio es en sí mismo un problema que impide que la competencia pueda incentivar y mejorar la creatividad y la capacidad de lograr algo mejor. El monopolio, por su propia naturaleza, está fuera de todo control y por tanto es la simiente de la corrupción.
Las personas tienen el derecho a elegir qué moneda usar en lo que mejor les parezca. Si esto es cierto por qué tenemos una moneda de curso legal como sucede hoy en el mundo. En Estados Unidos el dólar, aquí en Paraguay el guaraní, en Argentina el peso, en Brasil el real y así todas las demás monedas administradas por los respectivos estados. Por supuesto que hay monedas que nos ofrecen más confianza, como el dólar, comparado incluso con nuestro guaraní y el peso argentino. Por cierto, hoy domingo la dolarización es uno de los temas en la elección de autoridades en el país vecino donde se decide si se continúa con lo mismo o se cambia por algo mejor. Pesos versus dólar.
De hecho, la gente eligió hace rato. Se prefiere al dólar. El peso no representa confianza alguna debido a su diario deterioro en el poder adquisitivo. No hay que haber estudiado ni economía ni ser un experto inversor para saber qué moneda conviene disponer en la compra, el consumo y el ahorro.
La moneda de curso legal y forzosa
La moneda de curso legal es un invento del Estado y no es una creación del mercado (las personas colaborando) como de hecho sucedió en la historia y que lamentablemente fueron los respectivos gobiernos en su momento los que dispusieron bajo el uso de la fuerza, que una determinada moneda fijada por la ley sea el medio de cambio y forma de cancelar las deudas.
Pero no terminó ahí la influencia estatal. Hicieron de la moneda un curso forzoso únicamente administrado y dirigido por el Estado. Esto implicó la aparición de la peligrosa y dañina banca central como institución supuestamente independiente. ¡Mentira! No hay independencia alguna.
¿Cómo se financian los déficit y el endeudamiento? De igual importancia es tomar en cuenta que el hecho mismo de que una moneda sea de curso legal forzoso implica necesariamente que deberá ser acertado coercitivamente por las personas. Si una moneda es buena, la gente la aceptará voluntariamente. Pero, si es mala, quiere decir que pronto la población no la admitirá.
Si algo es malo entonces ¿por qué exigir que se siga usando? ¿Acaso no es este un caso que contradice la llamada democracia donde el pueblo debe elegir lo mejor para sí y su familia? ¿Acaso no se sabe que si se emite dinero y lo hace siempre el Estado, tendremos un aumento de la oferta monetaria y que el resultado –como cualquier otro bien. será que su precio bajará– se desvaloriza la moneda?
La gente está mejor con lo que gana si se los deja usar disponiendo del fruto de su trabajo con un medio de intercambio y de ahorro mediante una moneda de su confianza. Hoy tenemos un abuso por parte del Estado mediante sus respectivos gobiernos, todos ellos lejos del control popular. Demasiados lejos de la confianza y la seguridad que los ciudadanos exigen.
El Estado, mediante su Gobierno y Banco Central, no han hecho más que burlarse y destruir los sueños de personas que todos los días trabajan para llevar el pan a sus hogares. Si se sigue ocultando y dejando que todo siga igual mediante el curso legal y forzoso, la economía de los individuos, las familias y las empresas privadas reducirán sus posibilidades de mejoramiento con lo que producen e intercambian.
Idea y práctica antigua
La depreciación y destrucción de la moneda tiene orígenes remotos. Empezó con los emperadores romanos que para solventar sus malgastos iniciaron la destrucción inflacionaria del poder adquisitivo.
Pero fue Jean Bodino el que, en el año 1590, estableció el concepto de soberanía con la moneda, situación que llevó a una confusión que hasta hoy en el siglo XXI ha calado hondo en muchos que no comprenden la relación entre la libertad y el intercambio en la sociedad.
La soberanía no se defiende con el monopolio del dinero forzoso porque es la manera de otorgar al poder estatal los derechos de emisión para instrumentarlos contra nosotros. La soberanía mal entendida, desde luego, conlleva al nacionalismo y éste al fanatismo.
El nacionalismo monetario junto con el control estatal de la moneda es lo peor para la libertad. La explosión del gasto, del endeudamiento, del déficit y del despilfarro es una forma de tiranía fuera del control del pueblo en la que unos pocos se aprovechan y viven de los demás, donde ellos (políticos y burócratas) administran nuestro dinero a su antojo y capricho.
Poder
La soberanía no se defiende con el monopolio del dinero forzoso, porque es la manera de otorgar al poder estatal los derechos de emisión para instrumentarlos contra nosotros.
Corrupción
El monopolio, por su propia naturaleza, se encuentra fuera de todo control y, por lo tanto, es la simiente de la corrupción.
(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.