La política mendicante no es rentable

Si observamos detenidamente los archivos de este diario con relación a la energía, veremos que hay una concordancia histórica de reclamación de nuestra soberanía hidroeléctrica. Desde aquel famoso debate entre el Ing. Enzo Debernardi y el Dr. Domingo Laíno, realizada en la Facultad de Ingeniería a finales de la década del 70. La postura ha sido la misma, tanto del sector opositor del Paraguay, como de la prensa independiente.

Ing. Luis María Fleitas Vega (*)
Ing. Luis María Fleitas Vega (*)Carlos Rojas, ABC Color

Cargando...

Y los hechos confirman la tesis. Itaipú se construyó con un financiamiento leonino, con una mayoría calificada de mano de obra brasileña, los “barrageiros”; con provisión de la generalidad de los productos básicos, electromecánicos, automotores y maquinarias. Pero debemos ser sinceros, Paraguay era una aldea de un millón y medio de habitantes, que producía apenas productos de subsistencia. Un país hortigranjero delante de una potencia emergente.

Sin embargo, el problema jamás radicó en nuestro tamaño, ni en el desarrollo relativo inferior, sino en nuestra decencia como país. Paraguay permitió desde aquellas décadas fatídicas que Brasil se adueñe del proyecto; de la construcción, del montaje y de la operación. Se enseñoreó en las finanzas y se apoderó de la técnica. Nos dejó las minucias y los cachivaches. Las discusiones de comadres jurídicas, las nimiedades de lo intrascendente quedaron a cargo de los gurús paraguayos. ¡Y nos hinchamos como sapos! Parecían más bien las migajas que caían de una opípara mesa caligulesca. Brasil tomó el mango y no lo soltó por casi 50 años.

Si observamos los archivos (...) veremos que hay una concordancia histórica de reclamación de nuestra soberanía hidroeléctrica.
Si observamos los archivos (...) veremos que hay una concordancia histórica de reclamación de nuestra soberanía hidroeléctrica.

En esta comilona desigual e injusta, el socio fuerte quedó más fuerte y el débil perdió hasta lo último que puede perder un Estado: la dignidad. Y hoy nos cuesta recuperar terreno perdido. El costo de oportunidad es inmenso; las ventajas comparativas de los bonos energético y demográfico nos hubieran reportado miles de millones de dólares inyectados en nuestra economía. Paraguay no estaría entre los países más corruptos del mundo, solo perdiendo ante Venezuela. Tampoco estaría denunciando a un expresidente ante el Gafilat por lavado de dinero, contrabando, enriquecimiento ilícito y declaración falsa de su patrimonio. ¡Lo que acarrea la corrupción y la claudicación de los principios y valores!

Agreguemos a esto una Cámara de Diputados totalmente sodomizada por un patrón del mal. Una Cámara de Senadores luchando entre su egoísmo político y el anhelo del cambio. Una Corte Suprema totalmente inficionada por la narcopolítica; las instituciones de seguridad interna y externa arrodilladas ante la mafia. La fiscalía, un artículo suntuario al servicio del mal. En fin, nuestras diferencias con Somalia en cuanto a la piratería, tráfico de armas y drogas, no es muy significativa.

Pero llorar sobre leche derramada solo nos traerá amargura. Vayamos a lo trascendente, a lo útil, a lo constructivo. ¿Cómo hacer un buen negocio en Itaipú y Yacyretá? Pues es más sencillo de lo que muchos imaginan. Brasil necesita energía segura y nosotros recursos económicos para salir del atolladero. Pues hagamos negocios, pero ¡con dignidad y equidad! Nadie lleva el 100% en una negociación. Eso no sería negocio, sería otra imposición más. Lo que estoy escribiendo, en el contexto político que estamos viviendo, parece una utopía, pero reitero lo que he venido repitiendo hace décadas: “Los pesimistas normalmente tienen razón, pero son los optimistas los que cambian el mundo”.

¿Cómo ejecutamos este optimismo? La oposición paraguaya debe aunar filas alrededor de una causa nacional. Lo energético es una más de las aristas. Debemos cerrar filas ante anhelos que trasciendan más allá de lo politiquero. La reforma del Estado, la alternancia política, la utilización plena de nuestra energía en el desarrollo, el castigo severo a la ilegalidad, lo turbio y lo inmoral deben ser públicos y enseñados en las escuelas, así como en tiempos de Adela Speratti, de Ramón Indalecio Cardozo y otros anónimos de la virtud inclaudicable, como el honor.

Una vez lograda esa unidad alrededor de una causa nacional, lo cual obviamente lo haríamos con un estadista, Paraguay sería reconocido como Nación, como Estado y como País. Nuestra Cancillería pasaría a cuidar los intereses nacionales y no solo los de la élite dominante. Itaipú y Yacyretá bajarían de su pedestal de Principado, dando lugar a los organismos institucionales de la energía. En Paraguay habría alternancia política, habría desarrollo y prosperidad. Los fumadores de crack hacinados en los semáforos y recorriendo los barrios como zombies serían una historia para contar en las fogatas de un Paraguay nuevo. Para ello, el país monocromático, obsoleto y fatídico del pasado debemos echar al fondo del mar.

Esperamos ganar solo en venta de energía entre 1,5 y 2 mil millones de dólares al año; pero mayor ganancia lograremos si convertimos nuestros productos brutos exportados como la carne y la soja, en otros productos de alta gama científica y tecnológica como celulares, computadoras, drones, transportes eléctricos, energías renovables; en fin, un sinfín de productos inteligentes, limpios y de alto valor sustentable.

Con todo mi anhelo de paraguayo, de pecador arrepentido y de padre, abuelo y amigo.

Aunar

¿Cómo ejecutamos este optimismo? La oposición paraguaya debe aunar filas alrededor de una causa nacional. Lo energético es una de las aristas.

(*) Ex Superintendente de Energías Renovables y Asesor del DGP en Itaipú, 2008-2012, hoy jubilado luego de 40 años.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...