El Jueves Santo recuerda la institución del sacerdocio, la Eucaristía y el mandamiento del amor. En la misa vespertina también se rememora el lavatorio de los pies. Luego al término del acto se procede a la adoración del Santísimo Sacramento que es depositado en un monumento.
El Viernes Santo recordamos toda la agonía, el juicio, el camino de la cruz y la entrega generosa de Cristo por toda la humanidad. Alrededor de las tres de la tarde continúa el triduo pascual con la celebración de la pasión del Señor. La escena en el templo es de silencio, tristeza, dolor, un profundo recogimiento. Se cubren las imágenes, no está Cristo en el sagrario... decimos que está clavado en la cruz.
Las celebraciones del Jueves Santo dan inicio al Solemne Triduo Pascual, con el que se nos invita a vivir más de cerca los misterios de la obra redentora de Jesucristo. La misa vespertina de la cena del Señor es la primera de las celebraciones de este triduo; se realiza al atardecer del jueves, y tiene como característica resaltante el signo del lavatorio de los pies. Este día instituye la eucaristía y el sacerdocio
El momento decisivo de Jesús en la vida terrena está llegando, y coincidentemente en aquel momento, se estaba por celebrar la fiesta de la Pascua Judía, y en ese contexto el Maestro también quiere reunir a sus amigos muy queridos para dejarles un legado a través del cual él mismo se haría presente siempre en la vida de aquellos.
En este día la liturgia invita a contemplar a Jesús que expresa muy claramente su sentimiento de angustia y estremecimiento delante de situaciones que son sumamente humanas: la negación y la traición. Días después sufrirá la condena a muerte.
Con la conmemoración de la entrada de Jesús en Jerusalén damos inicio a la Semana Santa, un tiempo de gracia que nos invita a recordar el mayor gesto de amor por toda la humanidad realizado por Cristo al ofrecer su vida para regalarnos, a través de ese gesto, Vida en abundancia.
El Sábado Santo es un día en que somos invitados a prolongar el espíritu de la jornada anterior. Se trata de un día de silencio, de espera, de meditación y reflexión. La Iglesia permanece junto al sepulcro, en oración, expectante, renovando su confianza en Dios. La meditación gira en torno a la presencia de Jesús en el sepulcro y su descenso al lugar de los muertos.