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Al celebrar la liturgia de este Lunes Santo podríamos fijarnos en un detalle muy importante que hace parte de la vida de Jesús, él sabe que su misión está llegando a su fin, faltan solo seis días para la Pascua judía, en ese contexto será condenado y ofrecerá su vida por todos.
Aún delante de tan gran desafío que le espera, Jesús no se olvida de un aspecto fundamental para todas las personas: la amistad.
María, Marta y Lázaro eran amigos de Jesús, y la casita de Betania era sin duda un lugar acogedor que el Maestro gustaba frecuentar para descansar en medio de sus tantas caminatas para predicar que el Reino de Dios ya estaba en medio de su pueblo. El relato evangélico nos dice que Marta servía, Lázaro era el anfitrión y que María derramó un perfume muy caro a los pies de Jesús. Cada uno de sus amigos ofreció al Señor lo mejor que tenía.
Si Jesús paseara hoy entre nosotros, claro que buscaríamos ofrecerle también lo mejor que tenemos, al fin, sabemos que es el Hijo de Dios, que es nuestro Salvador, que es alguien que dio su vida por mí. Ese mismo Jesús nos recuerda que todo lo que hagamos por uno de sus hermanos más pequeños, se lo estamos haciendo a Él.
¿Cuáles son mis mejores dones? ¿Cuáles son mis mejores virtudes? ¿Qué es lo más valioso que yo poseo en esta vida? ¿Qué utilidad les estoy dando? ¿A los pies de quién estoy depositando todo esto? ¿A los pies de los más necesitados, a los pies de mi familia, a los pies de aquellos amigos que de verdad están precisando, a los pies de quienes claman sus impotencias? ¿O a los pies de mis vicios, a los pies de las frivolidades de este mundo, a los pies de aquellos que solo me utilizan para sus propios intereses?
Este Lunes Santo nos invita a reconocer nuestras virtudes y talentos y a verterlos delante de quienes realmente lo necesitan. No gastemos nuestra vida en vano, ofrezcámosla por aquello que realmente tiene sentido.
“Permanezcan en mí”
Qué admirables son aquellos jóvenes que gastan y desgastan sus vidas por ideales nobles, los que no se conforman solo con tener una buena carrera, un buen trabajo y una vida cómoda, sino que se remangan y se empapan con los problemas sociales, con las crisis que se viven en el país, que se exponen si es necesario para expresar sus ideas y convicciones. ¡Y qué lindo ver a tantos jóvenes que no temen decir que es Cristo quien inspira todo eso en sus corazones! Esos jóvenes son los que esparcen una hermosa fragancia aquí y ahora.
San Pío de Pietrelcina
“Cada sacrificio que tu alma hace, cada bien que hace es dirigido a Dios para la santificación de todos”.
hnovalentin@hotmail.com