Ni celibato ni abstinencia: entendiendo a quienes se identifican con la asexualidad

Mujer en la cama.
Mujer en la cama.Mariia Vitkovska

La asexualidad, con un espectro que abarca desde la demisexualidad hasta el aromanticismo, desafía nociones convencionales sobre la atracción sexual, revelando experiencias diversas que merecen estudio y reconocimiento en un mundo que frecuentemente simplifica la intimidad.

Qué es la asexualidad y qué no es

La asexualidad se refiere, de manera general, a la falta de atracción sexual hacia otras personas.

No es lo mismo que el celibato o la abstinencia (decisiones sobre conducta), ni implica necesariamente ausencia de atracción romántica, deseo afectivo o vida en pareja.

Mujer en la cama.
Mujer en la cama.

Tampoco equivale a falta de libido o disfunción sexual: hay personas asexuales con deseo físico que no se orienta a otras personas, o que lo canalizan de maneras individuales.

El campo incluye un espectro asexual con identidades como:

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

  • Asexualidad gris: quienes sienten atracción sexual rara vez o bajo circunstancias poco frecuentes.
  • Demisexualidad: quienes solo sienten atracción sexual después de establecer un fuerte vínculo emocional.
  • Aromanticismo: independiente de la asexualidad, describe a quienes sienten poca o ninguna atracción romántica.

La Asociación Estadounidense de Psiquiatría incluyó en el DSM-5 una nota aclaratoria: los diagnósticos de trastornos por bajo interés o excitación sexual no deben aplicarse cuando la persona se identifica como asexual y no percibe malestar por ello. La asexualidad, subrayan especialistas, no es una patología.

Un fenómeno menos raro de lo que parece

La evidencia disponible, aunque aún limitada, sugiere que la asexualidad no es anecdótica. Un análisis clásico del sociólogo Anthony F. Bogaert, basado en datos del Reino Unido, estimó en 2004 que alrededor del 1% de la población reportaba “nunca haber sentido atracción sexual”.

Investigaciones posteriores han encontrado variaciones según metodología y generación, con cifras que oscilan entre el ,4% y más del 1%. Entre la juventud, especialmente en encuestas en línea, la autoidentificación asexual parece en aumento.

El reconocimiento comunitario a nivel global —con redes como la Asexual Visibility and Education Network (AVEN), fundada en 2001— ha contribuido a la visibilidad y a la producción de recursos educativos, aunque la mayoría de los estudios siguen concentrados en países de ingreso alto y contextos angloparlantes.

Vivencias diversas, necesidades comunes

Quienes se sitúan en el espectro asexual describen experiencias muy heterogéneas. Algunas personas forman parejas románticas (con o sin vida sexual), otras prefieren vínculos platónicos intensos o arreglos de convivencia; también hay quienes navegan relaciones abiertas o priorizan la amistad y la comunidad.

Para una parte del colectivo, la presión social por “cumplir” con expectativas sexuales puede generar ansiedad o aislamiento; para otra, la salida del clóset trae alivio y pertenencia.

Especialistas en salud mental recomiendan un enfoque afirmativo: explorar con la persona su marco de referencia, sus límites y sus metas relacionales, sin presuponer que la ausencia de atracción sexual es un problema a resolver.

En educación sexual, organizaciones asexuales sugieren incorporar definiciones claras, distinguir entre atracción sexual y romántica, y validar que no todo proyecto de vida pasa por el sexo o la pareja.

Estereotipos y obstáculos

La desinformación alimenta mitos persistentes: que la asexualidad es “una fase”, que deriva de traumas o que se cura con la pareja “adecuada”. Si bien la violencia sexual, el trauma o ciertas condiciones médicas pueden afectar el interés sexual, los estudios señalan que la asexualidad como orientación no se explica, en general, por estos factores y no requiere “tratamiento”.

Otros retos son más cotidianos: aplicaciones de citas que no contemplan identidades del espectro, guiones culturales que equiparan intimidad con actividad sexual, e incluso barreras médicas cuando profesionales desestiman la autoidentificación de sus pacientes.

La falta de datos desagregados en censos y encuestas oficiales dificulta, además, diseñar políticas o servicios sensibles a esta población.

Cruces con género, edad y cultura

La autoidentificación asexual parece más frecuente entre mujeres y personas no binarias en varias encuestas, un patrón que podría reflejar tanto factores culturales como sesgos de muestreo.

En cuanto a la edad, jóvenes y adolescentes muestran mayor disposición a utilizar etiquetas del espectro, lo que no implica que la asexualidad sea exclusiva de generaciones nuevas.

La dimensión cultural importa: en contextos donde la sexualidad se aborda con tabú o control, distinguir entre elección, presión social y orientación puede ser complejo. Activistas apuntan que el objetivo no es jerarquizar formas de vida, sino ampliar el margen de elección informada y el respeto a las identidades.

Lenguaje, consentimiento e intimidad

Una contribución clave del movimiento asexual ha sido precisar el lenguaje sobre atracción, deseo y conducta. Para muchas personas, separar estos planos ayuda a negociar límites y acuerdos.

Algunas parejas mixtas (una persona asexual y una alosexual, es decir, que experimenta atracción sexual) reportan que la comunicación explícita sobre expectativas, frecuencia y afecto no sexual fortalece la relación.