El sonambulismo no solo afecta a quien lo padece: también altera la rutina, el descanso y la seguridad de la persona que comparte la cama o la casa. Aunque suele ser benigno y autolimitado, tomar decisiones equivocadas en el momento puede aumentar el riesgo de caídas, golpes o conflictos innecesarios.
Esta guía te explicamos cómo actuar y qué evitar si tu pareja es sonámbula.
Qué es el sonambulismo y por qué ocurre
El sonambulismo es un trastorno del sueño que aparece durante el sueño profundo no REM.

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La persona puede levantarse, caminar, hablar, abrir puertas o realizar acciones sencillas sin estar plenamente consciente y, a menudo, sin recordar el episodio al despertar. Es más común en la infancia, pero también puede persistir o debutar en la adultez.
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Entre los factores asociados están la privación de sueño, el estrés, la fiebre, el consumo de alcohol, ciertos medicamentos y una predisposición familiar.
Riesgos reales: del tropiezo a salir de casa
La mayoría de los episodios son breves y terminan con el regreso espontáneo a la cama.

Aun así, existen riesgos: caídas por escaleras, golpes con muebles, salidas a la calle, manipulación de objetos cortantes o intentos de conducir.
En el plano emocional, despertar bruscamente a un sonámbulo puede provocar desorientación, ansiedad o conductas defensivas.
Qué hacer en el momento

- Mantené la calma y hablá en voz baja. Un tono neutro y frases simples (“vamos a la cama”, “por aquí”) ayudan a orientar sin asustar.
- Acompañá y guiá, no arrastres. Colocá una mano suave en el hombro o el brazo y dirigí con suavidad hacia el dormitorio, retirando obstáculos del paso.
- Reducí estímulos. Encendé una luz tenue si es necesario para la seguridad, pero evitá ruidos fuertes o luces intensas que puedan agravar la confusión.
- Observá sin confrontar. Si la conducta no es peligrosa, supervisá a distancia hasta que regrese a la cama; intervenir es necesario solo cuando haya riesgo.
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Qué no hacer
- No sacudir ni despertar de golpe. El sobresalto aumenta la desorientación y puede generar reacciones impulsivas.
- No discutas ni interrogues. La persona no está plenamente consciente; pedir explicaciones o confrontar en el momento no tiene sentido y puede escalar la tensión.
- No inmovilices salvo peligro inminente. Sujetar con fuerza puede desencadenar resistencia; priorizá redirigir el paso y despejar el entorno.
- No asumas que “se hace el dormido”. La amnesia parcial o total del episodio es habitual; evitar reproches ayuda a la convivencia.
Cómo preparar la casa para mayor seguridad
Una estrategia preventiva reduce riesgos y ansiedad nocturna. Asegurá puertas y ventanas (cerraduras altas o pestillos), colocá barreras o puertas de seguridad en escaleras, retirá alfombras sueltas y muebles con bordes filosos en las rutas de paso, guardá bajo llave cuchillos y herramientas, y alejá los cables.
En el dormitorio, evitá literas, colocá el colchón en una posición estable y usá iluminación tenue de guía en pasillos. Si suele levantarse a cierta hora, un despertador programado 15–30 minutos antes, durante algunas noches, puede interrumpir el ciclo que precipita el episodio en algunas personas.
Hábitos que ayudan
El sueño regular es el mejor aliado. Establecá horarios constantes para acostarse y levantarse, favorecé una rutina relajante antes de dormir, limitá alcohol y cafeína por la tarde y evitá pantallas brillantes en la hora previa.
El manejo del estrés con técnicas de respiración, ejercicio moderado y, si hace falta, psicoterapia, puede disminuir la frecuencia de episodios. Revisá con un profesional medicamentos que puedan interferir con el sueño.
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Cuándo consultar a un especialista
Buscá valoración médica si los episodios son frecuentes, implican conductas peligrosas, comienzan de manera abrupta en la edad adulta, se acompañan de ronquidos intensos o pausas respiratorias (posible apnea del sueño), existen lesiones, o hay somnolencia diurna significativa.
Un especialista del sueño puede sugerir estudios, ajustar tratamientos y, en casos seleccionados, prescribir fármacos. Llevar un registro con fecha, hora, duración y desencadenantes percibidos (estrés, alcohol, fiebre, falta de sueño) facilita el diagnóstico.
Conversar para convivir mejor
Hablar del tema en un momento tranquilo, no inmediatamente después de un episodio, ayuda a pactar señales, estrategias y límites.
Acordar qué hacer si se acerca a la puerta, cómo reorganizar la casa, o cuándo despertar suavemente si está realizando una acción de riesgo, disminuye la incertidumbre de ambos.
La empatía importa: el sonambulismo no es voluntario, y la respuesta de la pareja puede marcar la diferencia entre una noche tensa y una situación bajo control.
Mitos y realidades
No es cierto que “nunca” se deba despertar a un sonámbulo: si hay peligro inmediato, hacerlo despacio, con voz calmada y distancia física prudente, es razonable.
Tampoco es un signo de “locura”; se trata de una alteración del sueño con base neurofisiológica. Y aunque muchos episodios son inofensivos, minimizar los riesgos domésticos es una responsabilidad compartida.
La combinación de calma, guía suave, entorno seguro y hábitos de sueño consistentes es la mejor herramienta para quienes conviven con el sonambulismo. Con información y preparación, es posible proteger la seguridad sin sacrificar el descanso de la pareja.
