El sexo y el dolor de cabeza tienen una relación más compleja de lo que sugiere el chiste fácil. Para algunas personas, la actividad sexual —incluido el orgasmo— puede aliviar de forma notable una migraña o una cefalea en racimos.
Para otras, el esfuerzo y la excitación desencadenan o empeoran el dolor. La explicación está en la neuroquímica: un delicado juego de neurotransmisores, hormonas, circuitos de recompensa y vías de modulación del dolor.
Lo que dice la evidencia
Aunque la mayoría de los estudios son observacionales o encuestas, desde hace más de una década la literatura médica recoge que un subgrupo de personas con migraña reporta alivio del dolor tras la actividad sexual, a veces de forma rápida.

En pacientes con cefalea en racimos, menos frecuente pero más intensa, también se ha descrito mejoría en algunos casos y empeoramiento en otros.
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“Hay una variabilidad individual enorme. En determinadas personas, la neuroquímica del orgasmo activa potentes vías de inhibición del dolor; en otras, el aumento de la presión arterial y la tensión muscular actúan como desencadenantes”, señalan neurólogos consultados por este medio.
Las encuestas clínicas reflejan además una minoría que experimenta cefaleas exclusivamente relacionadas con la actividad sexual.
La Clasificación Internacional de las Cefaleas (ICHD-3) reconoce la “cefalea primaria asociada a la actividad sexual”, un diagnóstico que abarca dos patrones: una molestia sorda que aumenta con la excitación y un dolor explosivo que aparece en el momento del orgasmo.
Es poco frecuente y se da más en varones de mediana edad, pero requiere descartar causas secundarias si se presenta por primera vez o con una intensidad inusual.
Endorfinas, oxitocina y el sistema de recompensa

El alivio del dolor durante o después del sexo se atribuye, en gran parte, a la liberación de sustancias con efecto analgésico endógeno:
- Endorfinas: péptidos opioides que se unen a receptores en el cerebro y la médula espinal, disminuyendo la transmisión del dolor. El orgasmo incrementa sus niveles de forma aguda.
- Endocannabinoides: compuestos como la anandamida, implicados en la modulación del dolor y el estrés, que pueden elevarse con el placer y el ejercicio.
- Oxitocina: hormona asociada al apego que, además, potencia circuitos de analgesia y reduce la ansiedad, un factor que amplifica la percepción del dolor.
- Dopamina y serotonina: el pico dopaminérgico refuerza el sistema de recompensa y la motivación; cambios en la serotonina, clave en la fisiopatología de la migraña, pueden modular la sensibilidad al dolor tras el orgasmo.
“En términos sencillos, el cerebro activa frenos internos del dolor cuando experimenta placer intenso”, resume una especialista en dolor crónico.
Esos “frenos” incluyen circuitos descendentes que parten del área periacueductal del gris (PAG) y el bulbo rostral ventromedial, regiones que liberan neurotransmisores inhibitorios y reducen la señal nociceptiva que asciende por el tronco cerebral.
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Flujo sanguíneo, tensión y el papel del trigémino

No todo es química. La fisiología del acto sexual también importa:
- Cambios vasculares: la excitación y el orgasmo alteran la presión arterial y el flujo sanguíneo cerebral. En migraña, donde los vasos y el sistema trigeminovascular son protagonistas, pequeñas variaciones pueden inclinar la balanza hacia el alivio o el desencadenamiento del dolor.
- Tono muscular: la contracción de músculos cervicales y de la mandíbula durante la excitación puede contribuir a cefaleas tensionales o actuar como gatillo en personas susceptibles.
- Vías trigeminales: el nervio trigémino, que transmite señales de dolor de la cabeza, interactúa con centros autonómicos que se activan durante el sexo. Esa interacción puede, según el contexto, amplificar o amortiguar la percepción dolorosa.
¿Cuándo ayuda y cuándo no?
En quienes notan alivio, suele aparecer durante la excitación o inmediatamente tras el orgasmo, con una reducción que puede durar desde minutos hasta horas. Algunas personas describen que el dolor vuelve al disminuir los niveles de endorfinas.
En el otro extremo, la cefalea asociada a la actividad sexual puede presentarse como:
- Dolor sordo bilateral que aumenta con la excitación y cede al detener la actividad.
- Dolor súbito, intenso y explosivo en el clímax, a veces acompañado de náuseas o fotofobia.
Los especialistas subrayan señales de alarma: primera cefalea “en trueno”, el dolor “más fuerte de la vida”, déficit neurológico, rigidez de cuello, fiebre o dolor persistente.
En esos casos, se debe buscar atención médica para descartar causas graves, como hemorragia subaracnoidea o disección arterial.
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Consejos prácticos con base en la evidencia
- Escuchar al cuerpo: si el sexo suele aliviar tu dolor, puede ser una opción más dentro de tu caja de herramientas, siempre que te sientas con ganas y haya consentimiento.
- Modificar la intensidad: optar por estímulos más suaves, posturas que reduzcan la tensión cervical y un ritmo gradual puede minimizar desencadenantes mecánicos.
- Planificar: algunas personas con migraña encuentran útil coordinar con su tratamiento agudo (p. ej., usar medicación pautada por su médico) y evitar otros triggers simultáneos como deshidratación o falta de sueño.
- Parar si duele: si aparece dolor que aumenta con la excitación, detenerse suele prevenir que se intensifique.
- Consultar: si las cefaleas sexuales son recurrentes o debutan de forma explosiva, conviene una valoración neurológica; existen tratamientos preventivos y pautas específicas.
Un mismo estímulo, respuestas diferentes
La convivencia entre placer y dolor en el cerebro no es contradictoria: comparten vías, moduladores y órganos diana.
Por eso el sexo puede ser un analgésico natural para algunos y un desencadenante para otros. Entender esa neuroquímica —y cómo varía entre individuos— ayuda a tomar decisiones informadas, reducir el estigma y ampliar el abanico de estrategias para vivir mejor con cefaleas.
