El vínculo entre sustancias psicoactivas y sexo suele estar cargado de mitos: que el alcohol “desinhibe”, que ciertos estimulantes “potencian” el deseo, o que el cannabis “mejora” la sensibilidad.
La evidencia científica dibuja un panorama más complejo: aunque algunas sustancias pueden modificar la percepción y el estado de ánimo de forma momentánea, en conjunto tienden a deteriorar la respuesta sexual —desde la excitación y la lubricación hasta la erección, el orgasmo y la satisfacción— y, con el uso repetido, afectan también la salud sexual a largo plazo.
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Alcohol: desinhibición a corto plazo, frustración al final
El alcohol es, con mucho, la sustancia más vinculada a la actividad sexual. En pequeñas cantidades puede reducir la ansiedad social y la autoexigencia, favoreciendo el acercamiento íntimo. Sin embargo, su efecto depresor sobre el sistema nervioso central interfiere con procesos clave de la respuesta sexual:
- En hombres, dificulta la erección y retrasa o impide la eyaculación.
- En mujeres, reduce la lubricación y puede alterar la capacidad de alcanzar el orgasmo.
- En ambos, empeora la percepción táctil fina y la coordinación, disminuyendo la calidad de la experiencia.
A medio y largo plazo, el consumo elevado se asocia a disminución de la testosterona, alteraciones menstruales, neuropatías y mayor riesgo de disfunción sexual persistente.
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También incrementa la probabilidad de prácticas sexuales sin protección, con las consiguientes implicaciones para la salud.
Tabaco: impacto vascular que repercute en la cama
La función sexual depende de un flujo sanguíneo adecuado. El tabaco daña los vasos y reduce la biodisponibilidad de óxido nítrico, molécula esencial para la vasodilatación peneana y la congestión genital.

La investigación vincula el consumo de cigarrillos con:
- Mayor riesgo de disfunción eréctil, proporcional a la intensidad y duración del hábito.
- Disminución de la lubricación y de la sensibilidad genital.
- Alteraciones en la fertilidad: menor calidad espermática y posibles efectos sobre la reserva ovárica.
La buena noticia: dejar de fumar mejora la función vascular y, con el tiempo, la respuesta sexual.
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Cannabis: percepciones más intensas, respuestas fisiológicas más erráticas
Muchas personas reportan sensaciones subjetivas de mayor conexión o placer con cannabis, especialmente a dosis bajas y en contextos relajados. No obstante, los efectos son variables y dosis-dependientes:
- Puede aumentar el deseo, pero también dificultar la excitación sostenida o el orgasmo.
- En algunos usuarios se asocia a anorgasmia o a retraso eyaculatorio.
- El consumo crónico y elevado se ha vinculado a menor concentración espermática y posibles alteraciones ovulatorias.
El cannabis también puede intensificar la ansiedad en ciertas personas, un factor que a menudo empeora el rendimiento sexual.
Estimulantes (cocaína, anfetaminas): deseo alto, desempeño bajo
Los estimulantes elevan la dopamina y pueden incrementar el impulso sexual en lo inmediato. Sin embargo, su acción vasoconstrictora y sus efectos sobre la regulación neuroendocrina suelen traducirse en:
- Dificultad para lograr o mantener la erección.
- Retardo o imposibilidad del orgasmo en cualquier género.
- Mayor propensión a prácticas prolongadas que causan irritación o dolor.
- Con el uso crónico, anhedonia, alteraciones hormonales y disfunciones sexuales persistentes.
Además, están fuertemente asociadas a conductas sexuales de riesgo.
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MDMA y otras sustancias “entactógenas”: conexión emocional, obstáculos fisiológicos
La sensación de empatía y cercanía que algunas personas describen con MDMA no siempre se acompaña de mejor rendimiento sexual. Es frecuente observar:
- Dificultad para la erección y para el orgasmo.
- Disminución de la lubricación.
- Riesgos sistémicos relevantes (deshidratación, hipertermia) que hacen desaconsejable la actividad física intensa.
Opioides y sedantes: libido en baja
Los opioides, tanto médicos como ilícitos, reducen la producción de hormonas sexuales. El resultado típico incluye disminución del deseo, disfunciones eréctiles y anorgasmia.
Las benzodiacepinas y otros sedantes también deprimen la excitación y el rendimiento.
Psicodélicos: estado mental alterado
Las sustancias psicodélicas modifican la percepción, el tiempo y la corporalidad. Aunque algunos usuarios reportan experiencias íntimas “profundas”, la evidencia no respalda mejoras sistemáticas del rendimiento sexual.
Su principal implicación en este terreno es ética y legal: las alteraciones de la conciencia complican la capacidad de dar y respetar un consentimiento informado, lo que introduce riesgos inaceptables.
Interacciones peligrosas y medicación para la disfunción eréctil
Las interacciones entre sustancias recreativas y fármacos para la disfunción eréctil merecen atención:
- Alcohol en exceso puede potenciar la hipotensión y empeorar la erección incluso con medicación.
- La combinación de “poppers” (nitritos) con inhibidores de la fosfodiesterasa-5 (como sildenafil) puede causar caídas severas de la presión arterial y es peligrosa.
Consultar con un profesional de salud antes de mezclar cualquier medicamento con otras sustancias es clave.
Mujeres y hombres: matices y puntos en común
Aunque las manifestaciones varían —erección y eyaculación en hombres; lubricación, congestión y orgasmo en mujeres—, el patrón general se repite: las sustancias que deprimen el sistema nervioso tienden a obstaculizar la excitación y el orgasmo; las que estimulan, aunque aumenten el deseo, suelen dificultar la respuesta fisiológica coordinada.
En ambos sexos, la salud vascular, hormonal y mental resulta determinante.
Más allá de la química: ansiedad, expectativas y comunicación
Parte de la “mejora” percibida bajo los efectos de ciertas sustancias proviene de la reducción de la ansiedad de desempeño.
Abordar esta ansiedad con herramientas no farmacológicas —educación sexual, terapia sexual, comunicación abierta con la pareja, manejo del estrés— ofrece beneficios duraderos sin los costes biológicos y de seguridad que conllevan alcohol, tabaco y drogas.
Lo que recomiendan los expertos
- Moderación o abstinencia antes del sexo: favorecer un estado de conciencia claro mejora el consentimiento, la coordinación y la satisfacción.
- Cuidar la salud cardiovascular y dejar de fumar: lo que beneficia al corazón beneficia a la respuesta sexual.
- Si hay disfunciones persistentes, buscar evaluación médica: descartar causas hormonales, vasculares o psicológicas permite tratamientos efectivos.
- Evitar mezclas peligrosas y no combinar fármacos para la disfunción eréctil con nitritos.
- Priorizar el consentimiento entusiasta y la protección frente a ITS y embarazos no planificados.
La promesa de un “mejor sexo” a través de sustancias suele ser un espejismo. La evidencia coincide: el placer y el rendimiento sostenibles se apoyan más en la salud integral, la comunicación y la intimidad que en el contenido de una sustancia.