Qué cambia en la perimenopausia
- Hormonas en transición: desciende de forma irregular la producción ovárica de estrógenos y progesterona, con fluctuaciones que afectan termorregulación, estado de ánimo y tejidos urogenitales. Esto puede traducirse en bochornos, sequedad vaginal, alteraciones del sueño y variaciones del deseo.
- Tejidos y respuesta sexual: la reducción estrogénica impacta la lubricación y la elasticidad vaginal (síndrome genitourinario de la menopausia, GSM), y puede aparecer dispareunia. A la vez, el estrés, la carga de cuidados y la calidad de la relación influyen en la respuesta sexual, un fenómeno ampliamente descrito en investigaciones biopsicosociales.
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Lo que muestran los datos sobre sexualidad

- Síntomas vasomotores: entre 60% y 80% de quienes atraviesan la transición climaterio-menopausia reportan bochornos y sudoraciones nocturnas, según consensos de la North American Menopause Society (NAMS) y revisiones en JAMA.
- Lubricación y dolor: revisiones en The Lancet y BMJ informan sequedad vaginal en 30–40% durante la perimenopausia, con dolor en las relaciones sexuales en 10–28%. El GSM alcanza a cerca de la mitad en posmenopausia si no se trata.
- Deseo sexual: estudios poblacionales citados por la International Society for the Study of Women’s Sexual Health (ISSWSH) indican que 30–50% de mujeres de mediana edad refieren al menos un problema sexual; el trastorno de deseo sexual hipoactivo con malestar clínico se estima en 8–14%.
- Consulta y comunicación: encuestas internacionales referidas por NAMS muestran que menos de la mitad conversa sobre sexualidad con su profesional de salud, y muchas no asocian síntomas sexuales con la perimenopausia, lo que retrasa el abordaje.
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Tabúes que persisten y barreras de acceso
- Estigma etario y de género: la idea de que “la libido se termina” desincentiva la búsqueda de ayuda. La evidencia no respalda esa narrativa: el deseo es dinámico y sensible a contexto, salud y vínculos.
- Brecha de información: materiales educativos suelen enfocarse en fertilidad o bochornos, pero omiten sexualidad, suelo pélvico y salud urogenital. Esto afecta a poblaciones con menor acceso a servicios, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
- Impacto en pareja: estudios en BMJ y The Journal of Sexual Medicine muestran que el diálogo y el ajuste de expectativas en la pareja median gran parte de la satisfacción sexual, independientemente de niveles hormonales.
La medicina que sí tiene respaldo
- Terapia hormonal menopáusica (THM): es el tratamiento más efectivo para bochornos (reducciones del 70–90% en frecuencia e intensidad, según NAMS). Se indica tras evaluación individual de riesgos y beneficios. En personas sanas y cercanas al inicio de la transición, el perfil de seguridad es favorable; se monitorean eventos trombóticos y, en uso prolongado de combinaciones con progestágenos, el riesgo de cáncer de mama.
- Estrógenos locales: cremas, anillos u óvulos vaginales mejoran lubricación, elasticidad y pH, y reducen dolor y urgencia urinaria en GSM, con absorción sistémica mínima.
- Moduladores selectivos del receptor estrogénico: el ospemifeno muestra eficacia para la dispareunia moderada a severa asociada a atrofia vulvovaginal.
- Prasterona (DHEA) intravaginal: evidencia de mejora en dolor y deseo en GSM leve a moderado.
- Testosterona en dosis bajas: puede considerarse en disfunción de deseo con malestar clínico y tras descartar otras causas, siguiendo recomendaciones de ISSWSH; se requiere control de niveles y signos de andrógenos.
- Alternativas no hormonales para bochornos: inhibidores de recaptación de serotonina/noradrenalina (como venlafaxina o paroxetina en dosis bajas), gabapentina o clonidina ofrecen alivio moderado; útiles cuando la THM no es opción.
- Fisioterapia de suelo pélvico: ensayos controlados muestran mejoras en dolor, lubricación y satisfacción sexual mediante entrenamiento muscular y terapia miofascial.
- Terapias psicológicas: la terapia cognitivo-conductual y el mindfulness reducen la angustia asociada a síntomas y mejoran satisfacción sexual en estudios controlados.
- Dispositivos de energía (láser CO2, Er:YAG, radiofrecuencia): la evidencia es limitada y heterogénea; agencias reguladoras y sociedades científicas piden prudencia y uso restringido a contextos con información clara sobre riesgos y beneficios.
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Hábitos y ajustes que ayudan
- Preparación y confort: si notás sequedad o dolor, usá lubricantes de base acuosa o de silicona durante la actividad sexual y humectantes vaginales de uso regular. Evitá productos con fragancias o irritantes.
- Sueño y estrés: el insomnio y la ansiedad empeoran bochornos y deseo. Podés incorporar higiene de sueño, respiración diafragmática y actividad física aeróbica y de fuerza; revisiones en Cochrane describen beneficios modestos pero consistentes.
- Medicación y sustancias: alcohol y tabaco se asocian con más bochornos y menor lubricación. Si tomás antidepresivos u otros fármacos que afectan la respuesta sexual, conversá sobre ajustes de dosis o alternativas.
- Dolor y progresividad: si aparece dispareunia, pausá, cambiá de posiciones, incorporá estimulación no coital y consultá precozmente; el dolor sostenido perpetúa el problema por hipertonía del suelo pélvico.