Hormonas en transición: lo que necesitás saber sobre la perimenopausia

La perimenopausia, un periodo de cambios hormonales significativos, impacta no solo el bienestar físico, sino también la sexualidad. Con un 30-50% de mujeres reportando dificultades sexuales, la comprensión y el abordaje de este fenómeno se vuelve imperativo en la atención médica contemporánea.

Concepto de perimenopausia.
Concepto de perimenopausia.Shutterstock

Qué cambia en la perimenopausia

  • Hormonas en transición: desciende de forma irregular la producción ovárica de estrógenos y progesterona, con fluctuaciones que afectan termorregulación, estado de ánimo y tejidos urogenitales. Esto puede traducirse en bochornos, sequedad vaginal, alteraciones del sueño y variaciones del deseo.
  • Tejidos y respuesta sexual: la reducción estrogénica impacta la lubricación y la elasticidad vaginal (síndrome genitourinario de la menopausia, GSM), y puede aparecer dispareunia. A la vez, el estrés, la carga de cuidados y la calidad de la relación influyen en la respuesta sexual, un fenómeno ampliamente descrito en investigaciones biopsicosociales.

Lo que muestran los datos sobre sexualidad

Ciclo menstrual.
Mujer en la perimenopausia, imagen ilustrativa.
  • Síntomas vasomotores: entre 60% y 80% de quienes atraviesan la transición climaterio-menopausia reportan bochornos y sudoraciones nocturnas, según consensos de la North American Menopause Society (NAMS) y revisiones en JAMA.
  • Lubricación y dolor: revisiones en The Lancet y BMJ informan sequedad vaginal en 30–40% durante la perimenopausia, con dolor en las relaciones sexuales en 10–28%. El GSM alcanza a cerca de la mitad en posmenopausia si no se trata.
  • Deseo sexual: estudios poblacionales citados por la International Society for the Study of Women’s Sexual Health (ISSWSH) indican que 30–50% de mujeres de mediana edad refieren al menos un problema sexual; el trastorno de deseo sexual hipoactivo con malestar clínico se estima en 8–14%.
  • Consulta y comunicación: encuestas internacionales referidas por NAMS muestran que menos de la mitad conversa sobre sexualidad con su profesional de salud, y muchas no asocian síntomas sexuales con la perimenopausia, lo que retrasa el abordaje.

Tabúes que persisten y barreras de acceso

  • Estigma etario y de género: la idea de que “la libido se termina” desincentiva la búsqueda de ayuda. La evidencia no respalda esa narrativa: el deseo es dinámico y sensible a contexto, salud y vínculos.
  • Brecha de información: materiales educativos suelen enfocarse en fertilidad o bochornos, pero omiten sexualidad, suelo pélvico y salud urogenital. Esto afecta a poblaciones con menor acceso a servicios, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
  • Impacto en pareja: estudios en BMJ y The Journal of Sexual Medicine muestran que el diálogo y el ajuste de expectativas en la pareja median gran parte de la satisfacción sexual, independientemente de niveles hormonales.

La medicina que sí tiene respaldo

  • Terapia hormonal menopáusica (THM): es el tratamiento más efectivo para bochornos (reducciones del 70–90% en frecuencia e intensidad, según NAMS). Se indica tras evaluación individual de riesgos y beneficios. En personas sanas y cercanas al inicio de la transición, el perfil de seguridad es favorable; se monitorean eventos trombóticos y, en uso prolongado de combinaciones con progestágenos, el riesgo de cáncer de mama.
  • Estrógenos locales: cremas, anillos u óvulos vaginales mejoran lubricación, elasticidad y pH, y reducen dolor y urgencia urinaria en GSM, con absorción sistémica mínima.
  • Moduladores selectivos del receptor estrogénico: el ospemifeno muestra eficacia para la dispareunia moderada a severa asociada a atrofia vulvovaginal.
  • Prasterona (DHEA) intravaginal: evidencia de mejora en dolor y deseo en GSM leve a moderado.
  • Testosterona en dosis bajas: puede considerarse en disfunción de deseo con malestar clínico y tras descartar otras causas, siguiendo recomendaciones de ISSWSH; se requiere control de niveles y signos de andrógenos.
  • Alternativas no hormonales para bochornos: inhibidores de recaptación de serotonina/noradrenalina (como venlafaxina o paroxetina en dosis bajas), gabapentina o clonidina ofrecen alivio moderado; útiles cuando la THM no es opción.
  • Fisioterapia de suelo pélvico: ensayos controlados muestran mejoras en dolor, lubricación y satisfacción sexual mediante entrenamiento muscular y terapia miofascial.
  • Terapias psicológicas: la terapia cognitivo-conductual y el mindfulness reducen la angustia asociada a síntomas y mejoran satisfacción sexual en estudios controlados.
  • Dispositivos de energía (láser CO2, Er:YAG, radiofrecuencia): la evidencia es limitada y heterogénea; agencias reguladoras y sociedades científicas piden prudencia y uso restringido a contextos con información clara sobre riesgos y beneficios.

Hábitos y ajustes que ayudan

  • Preparación y confort: si notás sequedad o dolor, usá lubricantes de base acuosa o de silicona durante la actividad sexual y humectantes vaginales de uso regular. Evitá productos con fragancias o irritantes.
  • Sueño y estrés: el insomnio y la ansiedad empeoran bochornos y deseo. Podés incorporar higiene de sueño, respiración diafragmática y actividad física aeróbica y de fuerza; revisiones en Cochrane describen beneficios modestos pero consistentes.
  • Medicación y sustancias: alcohol y tabaco se asocian con más bochornos y menor lubricación. Si tomás antidepresivos u otros fármacos que afectan la respuesta sexual, conversá sobre ajustes de dosis o alternativas.
  • Dolor y progresividad: si aparece dispareunia, pausá, cambiá de posiciones, incorporá estimulación no coital y consultá precozmente; el dolor sostenido perpetúa el problema por hipertonía del suelo pélvico.
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