A ver, el rally del Chaco tiene sus defensores y sus acérrimos detractores. Tipo Olimpia-Cerro es el tema, dos posiciones encontradas al respecto. Desde los que defienden a capa y espada que se lleve adelante, argumentando a su favor las particularidades del suelo chaqueño que hacen tan fantástico el desafío, pasando por talcales como también tramos de barro complicadísimos, hasta los que critican la organización y sobre todo la conducta que quienes asisten, por el irrespeto a la naturaleza y principalmente, la basura que dejan atrás.
Sobre los aspectos positivos: Es innegable que, como prueba automovilística, es sumamente peculiar y supone desafíos que han dejado “en la cuneta”incluso a conductores de talla mundial. También pone a Paraguay en el mapa de circuitos deportivos similares a nivel global, lo que no es poco decir. Y no podemos soslayar el hecho de que es un enorme, pero enorme negocio tanto para las marcas como también para todo el aparato que pone en movimiento.
Sobre lo negativo: Claro que siempre hay aspectos negativos. Pero podemos ver a lo largo de los años que la conducta -en general- del público ha mejorado muchísimo. Siempre persisten la ingesta desmedida de alcohol y algunos desmanes, que son en realidad propios, aunque no deberían, de casi cualquier espectáculo multitudinario. Pero es sin lugar a dudas una fiesta, y no permitamos que detalles como éstos desluzcan el acontecimiento.
Pero el TCR es mucho más que eso: hay padres que llevan hoy a sus hijos, que fueron hace muchos años acompañando a sus propios padres. ¡Cuánto vale esa experiencia familiar! Este año participaron más de 70 máquinas y —según estimaciones de la Policía y los organizadores— entre 35.000 y 40.000 personas se trasladaron a distintos puntos del Chaco para presenciar el desarrollo de la prueba. Esa peregrinación -con sus particularidades a veces medio raras- también habla de pertenencia, de mística y de una tradición que cumple medio siglo.
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Sería importante reforzar el cuidado por el medio ambiente y el respeto por los lugareños. No abandonar basuras (¿qué tal traerse todo de vuelta a casa?), respetar la fauna y no olvidar que la música no forma parte de ese entorno. No dejar la educación ambiental en segundo plano será fundamental si queremos disfrutar de otras 50 ediciones.
Finalmente, el Chaco es patrimonio de todos los paraguayos, y muy pocos lo conocen más allá de Benjamín Aceval o la ribera del río Paraguay. Así, está muy bien fomentar cualquier tipo de actividad para conocer esta inmensa región, que representa más del 60% del territorio y en la que vive solamente el tres y medio por ciento de la población total del país. Entre polvo, historia y camaradería, el Trans Chaco Rally sigue siendo un espejo —con luces y también alguna sombra- de lo que somos como sociedad, aunada por el deporte en las picadas chaqueñas.