Los datos divulgados por la organización y certificados, constataron que 17.000 unidades del producto fueron rotos, batidos, cocinados y servidos por más de 200 cocineros, colaboradores de la empresa y voluntarios, trabajando a muy buen ritmo para cumplir los tiempos indicados por la organización mundial. Una vez listos y cocinados, fueron servidas 2.806 porciones a atletas que habían competido esa mañana como también visitantes del evento. No hubo ninguna queja ni tampoco sobró nada, así que éxito total.
NutriHuevos no es precisamente una improvisada. Es una de las compañías avícolas más consolidadas del país, con más de cuatro décadas de operación y una sólida reputación construida a base de esfuerzo y consistencia. Se basa en una historia familiar, comienzos difíciles en los que no faltaron fracasos, para llegar a constituirse en un grupo industrial diversificado, que genera empleo formal y opera bajo altos estándares.
La empresa tampoco es ajena a las necesidades del país donde opera. Colabora -entre otros- con programas de nutrición escolar que integran huevos a meriendas escolares, donaciones a comedores sociales y el cuidado y recuperación del medio ambiente, que forman parte del capítulo de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) que NutriHuevos viene impulsando desde hace años, incluso antes de que el término “impacto social” se pusiera de moda.
La estrella de este evento, el huevo, no necesita publicidad: es uno de los alimentos más nobles y eficientes que existen. Fuente de proteína completa, con aminoácidos esenciales, vitaminas A, B, D y E, minerales como hierro y zinc, y con una relación costo–nutriente imbatible. Con la carne cada vez más cara, el huevo reemerge como una alternativa democrática que suple -en parte importante- la proteína animal, pero a menor costo.
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No siempre fue así. Recordemos que hace un par de décadas, el huevo se consideraba una amenaza para la salud, consumido en exceso. “Uno nomás vas a comer”, decía la mamá, y lo repetía por haberlo escuchado de la suya. Hoy sabemos que las personas sanas pueden consumirlo regularmente y es un aliado metabólico importante, mejor aún si se consume en vez de otros alimentos menos saludables.
Este récord tiene un lado simbólico demasiado importante. Miles de personas se juntaron “debalde nomás” a primera hora de un día de descanso sin ser pagados más que con la linda sensación de formar parte de algo más grande. Y claro está, de unos buenos huevos revueltos.
No faltará quien diga que la empresa fue “huevona” por invertir de esta forma en marketing, pero creería que son muchos más quienes afirmen lo contrario: hay que tener huevos para organizar una operación logística de este tamaño solo para establecer un récord simpático y regalar comida caliente. Cualquiera sea el punto de vista, queda un saldo positivo: Paraguay figura -una vez más- en el Guinness y miles de personas salieron de casa y respiraron aire fresco dominical.
Los impactos sociales no tienen siempre que doler para valer. Algunas veces basta un pretexto sencillo como un humilde huevo para hacer un evento y celebrar. Ya sea por huevones o por tener huevos, la iniciativa fue un éxito. Inscribió al Paraguay en un libro mundial y sirvió de excusa para hacer una caminata temprano y volver a casa con la conciencia -y el colesterol- bien livianos.