Crisis moral de la sociedad

La crisis moral de nuestra sociedad en todos sus niveles se traduce en una corrupción generalizada sin límites como consecuencia de la impunidad que desemboca en la falta de seguridad del ciudadano y su familia.

Nadie está seguro en las calles por los asaltantes o motochorros ni en sus casas de ladrones domiciliarios cada día amanecemos con la comisión de un hecho punible de feminicidio y en fin de la comisión de todo tipo de hechos punibles, pero lo más grave es el avance insostenible de la delincuencia organizada.

Hoy día ya nos parece como normal la muerte por encargo que es propio de los asesinatos ejecutados por sicarios ordenados por patrones de la droga por la lucha de sus propios intereses y sus territorios.

Consideramos que el único medio que tenemos los ciudadanos y el Estado dentro de un sistema republicano y democrático de gobierno para luchar y erradicar este flagelo que destruye la vida del hombre y la existencia misma de nuestra sociedad es con la instauración efectiva de un Poder Judicial independiente como institución y personal de los jueces que la integran así como la objetividad de los miembros del Ministerio Público para aplicar la ley.

Debemos convenir que los obstáculos que debemos superar para que en el Paraguay tengamos real y efectivamente una justicia independiente no guarda solo relación con la injerencia de la política partidaria en el ámbito de la justicia, como de los factores económicos de hecho, que buscan tener un juez propio a su medida para proteger sus intereses, como otras influencias negativas como el amiguismo y el padrinazgo, que siguen siendo factores determinantes para la designación de jueces en el Poder Judicial y de Agentes Fiscales en el Ministerio Público, ya que hasta hoy ni el Consejo de la Magistratura ni el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados no han cumplido el rol que les ha encomendado la Constitución del año 1992, sino que a nuestro juicio la causa más grave del mal funcionamiento de la justicia RADICA EN LA DEFICIENTE FORMACIÓN DE LOS ABOGADOS que egresan tanto de la Facultad de Derecho de la UNA, como de las privadas en el Paraguay, que tiene su origen en la deficiente formación educativa del estudiante en la escuela primaria como en la secundaria.

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Es innegable que legítimamente un joven quiera estudiar la carrera de Derecho, pero en la mayoría de los casos esta decisión obedece a la idea de que esta carrera es la más fácil de seguir, y quienes se matriculan como tales no lo hacen para conocer esta ciencia, superarse y buscar la excelencia como profesional, salvo algunas excepciones, sino que lo hacen para tener el cartón o el título de abogado.

Hoy día, el estudiante de Derecho no solamente no asiste a clase, sino que tampoco estudia y menos se dedica al aprendizaje del Derecho, que no es fácil, quizás este desinterés sea consecuencia de que la idoneidad y la excelencia no sean condiciones o requisitos indispensables para ejercer la profesión o para ocupar los cargos del Poder Judicial o del Ministerio Público, como en las demás instituciones relacionadas con la justicia, razón por la cual buscan aprobar las materias del programa a cualquier precio, haciéndose recomendar por sus dirigentes y existen docentes que son condescendientes con esta práctica perniciosa.

Finalmente, concluimos que en la formación del futuro abogado, además de la dirección, orientación y reglas de disciplina establecidas por las autoridades de las facultades de Derecho, cada uno de los docentes debemos asumir nuestra responsabilidad ética de enseñar y transmitir nuestro conocimiento en forma directa a los estudiantes, así como los valores de integridad moral y valor personal que debe tener el profesional abogado para la defensa de los casos que le encomiende el cliente y, específicamente, para que los jueces cumplan con su rol de impartir justicia con imparcialidad y aplicar la ley al caso concreto conforme a derecho, pero en contrapartida en oportunidad de la evaluación final, debemos exigir que el estudiante tenga conocimiento de la materia para aprobarla y, en caso contrario, debe ser aplazado. De esta manera, además de formar excelentes profesionales, evitaremos la masificación de abogados que cada día se acrecienta y que es insostenible.

En conclusión, el estudiante que egresa de nuestra añeja casa de estudios, como de las demás, será un profesional que se distinga por su excelencia, de tal suerte que pueda ejercer la abogacía o la magistratura, honrando al derecho y a la justicia paraguaya.

* Exmiembro del primer Consejo de la Magistratura y expresidente del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados.