“No puede distinguirse que algún jefe o Superior esté a cargo de eso o se haga responsable, y en ese sentido están todos igualados, pero en lo cachafaz. Desde hace un par de décadas la Municipalidad dista de ser una institución modelo, pero ahora está más deteriorada que nunca”. Y terminaba diciendo: “pero lo que más me picha es que siempre voy junto al mismo cajero, todos los años, le saludo, y jamás responde con amabilidad. Y si pago en efectivo, seguro que hace faltar un poco de dinero al dar el vuelto”.
El relato, simple y cotidiano, refleja de manera cruda la situación actual de la administración municipal. La Municipalidad de Asunción, que debería ser un ejemplo de orden y servicio al ciudadano, se convirtió en un refugio del conformismo, donde la informalidad y la desidia están sobre los reglamentos. Quienes sufren hacer trámites allí, saben que no es para nada raro que “te toque” un cajero malhumorado o un funcionario distraído.
Las cifras son contundentes y no resisten ningún análisis. Cuenta con alrededor de 8.000 funcionarios, mientras estudios internos y externos coinciden en que podría operar perfectamente con menos de la mitad. Más de un tercio son contratados o “temporales”, y algunos llevan años en ese status, creando un gris administrativo que sólo sirve para inflar planillas a muchos efectos, que son todo menos transparentes. Los contribuyentes asuncenos no podemos seguir pagando por un aparato tan pesado como improductivo.
Mientras tanto, la ciudad no tiene forma de ocultar ni maquillar sus miserias. Calles destrozadas, baches eternos, ausencia de veredas, cloacas a cielo abierto y basurales improvisados en plazas públicas. La falta de compromiso real en el manejo de los recursos públicos es tan evidente como la absoluta falta de vergüenza de quienes deberían administrarlos. Finalmente, la Municipalidad se ha vuelto un botín político donde nadie responde por nada.
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Es triste admitirlo, pero damos lástima como capital. Hacer comparaciones es muy frustrante: tenemos los recursos, pero no la capacidad ni la voluntad de administrarlos. Y lo peor: como que ya nos acostumbramos a esto. La mediocridad está tan normalizada que un vecino ya ni espera buen trato en ventanilla: va preparado para perder tiempo, dinero y paciencia.
Porque si Asunción tiene cosas lindas, no es por su municipalidad. Es gracias a sus patrimonios históricos más o menos preservados, el empuje de organizaciones que rescatan edificios y la pujanza del sector privado que construye obras monumentales, organiza festivales y promueve el turismo. Gracias a esta gente que invierte y trabaja, a pesar de mil trabas. Una paradoja de la capital: los que debieran de cuidarla no lo hacen, sino los ciudadanos que la aman y apuestan por ella.
Hoy tenemos una buena oportunidad por delante, con la intervención de la Municipalidad que podría ser el punto de inflexión que necesitamos. Fácil no va a ser, porque aquí se trata de desmontar décadas de clientelismo y corrupción. Pero por lo menos el debate ya está sobre la mesa: ¿vamos a seguir sosteniendo a este gigante inútil o nos animamos, de una vez por todas, a cambiar para mejor?
Empezar el cambio con pasos iniciales simples pero contundentes. Lo primero -primordial- publicar las listas completas de funcionarios, incluyendo a los contratados temporales. Allí se vería con claridad quiénes cumplen funciones y quiénes no. Un primer filtro para empezar una depuración seria, transparente y necesaria.
Luego ya se debe desenvainar la espada, tomando medidas más complejas pero ineludibles: un plan de reducción gradual y ordenada del plantel, acompañado de mecanismos de eficiencia y control en el uso de los recursos. Porque sin achicar la estructura y sin exigir resultados, no habrá cambio real. El déficit seguirá creciendo y la ciudad continuará deteriorándose.
Asunción se merece una administración municipal más moderna y eficiente. Un gobierno comunal moderno, transparente y comprometido con su gente. Esta intervención es una buena oportunidad -la mejor en mucho tiempo- para empezar a enderezar el rumbo. De nosotros depende, no la desperdiciemos.