La corrupción normalizada

Mirando la realidad actual en nuestro país y parafraseando a Cicerón en su primer discurso de las Catilinarias, uno podría preguntarse ¿hasta cuándo abusarán los parlamentarios paraguayos de nuestra paciencia?

En aquel episodio histórico ocurrido en el Senado romano (año 63 A.C.) se vio después que a Catilina poco le importaron las expresiones de Cicerón y siguió conspirando contra la República de Roma hasta que fue derrotado militarmente.

En nuestro caso, es evidente que a estos legisladores paraguayos actuales tampoco les conmueven las críticas y que la mayoría de ellos no tiene vergüenza de hacer lo que hacen. Es más, la solución no sería siquiera expulsarlos porque vendrán otros que harán lo mismo, como hemos comprobado en cada nuevo periodo parlamentario, en los que se repiten las mismas prácticas corruptas.

Quienes tienen buena parte de la solución en sus manos son los mismos dirigentes políticos dando el ejemplo de honestidad, austeridad y patriotismo. Obviamente, la mayoría no lo hará.

Parte de la culpa la tienen los electores que votan en cada oportunidad por quienes ya los engañaron. La falta de educación de la gente en el ejercicio democrático también tiene su parte de responsabilidad en este escenario de corrupción.

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Cuesta mucho sacudirse de la “cultura” del prebendarismo, del mbaretesismo y la normalización de los privilegios indebidos de quienes están momentáneamente en el poder, que se arrastra especialmente desde la dictadura stronista.

El riesgo que se corre en estos escenarios de mucha corrupción y de negación de derechos básicos (salud, educación, seguridad y justicia social) es, como ya se vio en otros países, que la mayoría opte por elegir personajes que plantean salidas autoritarias que siempre traen peores consecuencias.

En el caso de Paraguay, la presencia del crimen organizado en la política pone más en peligro aún al sistema democrático.

Sin embargo, hay aún dirigentes políticos valorables, incluso en el vapuleado Congreso, que alzan una voz de sensatez.

Todavía estamos a tiempo para elegir a quienes identificamos como honestos y sinceros.

Las soluciones no serán inmediatas ni mágicas. Deberíamos entender que la salida no es que “mi” partido “me salve” en forma individual a costa de que todo siga igual para la mayoría y que quienes pretenden convencernos de que eso está bien y que la corrupción es “normal” deben ser castigados en las urnas.

mcaceres@abc.com.py

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