Sin embargo, difícilmente esas visitas puedan resultar fructíferas, salvo excepciones, si es que el país sigue teniendo demasiados puntos negativos, tal vez más que sus bondades, por acción u omisión de los tres poderes del Estado. Por lo tanto, antes que concentrarse en planificar viajes que más parecen de placer o para satisfacer el ego con las fotografías tomadas en compañía de las autoridades anfitrionas, el mandatario debería dedicar más tiempo en pensar qué debería hacer para solucionar los grandes problemas nacionales. Es lo que harían los líderes, los verdaderos, no los que creen que lo son.
Todo el mundo sabe que la mayor dificultad que existe en el Paraguay es la corrupción (abuso de poder de políticos y funcionarios) y que todas las demás derivan de esa situación, la cual viene ocurriendo –casi– ininterrumpidamente ya desde los primeros años de la dictadura de Alfredo Stroessner (ANR, 1954-1989).
Casi nunca las autoridades de los tres poderes del Estado hablan de aquel mal y cuando lo hacen es meramente enunciativo, sin interés real de combatirlo porque saben que es lo que les mantiene en el poder, le deben sus cargos, a través del cual se vuelven multimillonarios en poco tiempo, construyen mansiones, incluso en transgresión de las leyes, en lugares no habilitados, y miles de cosas más.
Otro de los grandes inconvenientes es la falta de seguridad jurídica. No importa lo que diga la ley para quienes ostentan el poder con codicia. Hasta ya arrebataron empresas e ideas de negocios a algunos inversionistas, incluso “permiten”, como estrategia, que algunos de sus correligionarios sean condenados a prisión, pero en corto tiempo consiguen que sean enviados a sus casas. Una tercera contrariedad es que las instituciones estatales no funcionan, salvo 2 o 3 de las incontables que hay.
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