Más allá de las graves acusaciones que arrastran —y que el cartismo defendió con uñas y dientes durante años—, ambos cayeron en nombre de un “bien mayor”. En el caso de Nenecho, se deshicieron de una figura con graves denuncias de corrupción y mala carga electoral. De paso aprovecharon para fusilar políticamente a Miguel Prieto, también sospechado por corrupción pero más que nada, una amenaza electoral.
Boidanich, por su parte, fue algo más miserable: durante el gobierno de Cartes, el era “empleadito” de Horacio Manuel al frente de la Seprelad, la oficina de prevención de lavado que, por ley, depende directamente del Ejecutivo. Durante su mandato, Boidanich borró nombres claves de los informes de inteligencia financiera: Messer, Cartes, y varios familiares simplemente desaparecieron de los papeles. Ignoró alertas que llegaban de Brasil y falsificaron fechas de documentos; uno debería hacer un enorme esfuerzo para creer que Boidanich actuó así por pura lealtad y no por instrucción del Patrón. Cero pruebas, pero ninguna duda: Cartes estaba al tanto. Tanto, que cuando Boidanich dejó el gobierno, lo acomodaron en el grupo Cartes donde siguió cobrando.
El caso Boidanich me trajo a la memoria a Blásida, la señora que hacía el café en el Banco de HC. Ella fue a prisión, condenada por haber abierto supuestas cuentas bancarias en Estados Unidos donde se habrían enviado dólares preferenciales obtenidos ilícitamente por Cartes, según denunció el propio Estado paraguayo. Ella estuvo presa, Cartes prófugo hasta que en el ’89 se entregó por un par de meses (luego de meter dinero a bancos suizos). La historia siempre se repite: caen los peones, el Rey sigue en pie.
En una jugada digna de manual, la Fiscalía de Emiliano Rolón acusó a Boidanich… siete años después. Pero muchos días antes y en secreto, liberó a Cartes de todas las denuncias por lavado, contrabando y enriquecimiento ilícito, solo que nadie lo supo. Estos fiscales, y en este mismo orden - Jorge Arce, Francisco Cabrera, Fernando Meyer y Verónica Mayor- se ocuparon de AMBOS casos.
Si yo fuera alguno de los pusilánimes que blanqueó el caso HC, haciendo dictámenes indefendibles, ignorando informes, alertas y análisis de inteligencia nacionales e internacionales, trataría de no olvidar el caso de los Óscares: cuando los peones ya no sirven, los sacrifican sin asco. Así cayó Blásida, así cayó Nenecho, así cayó Boidanich. Y así caerán otros.