“¿Jugamos un carrerí?”, decía cualquiera del grupo y se largaba a correr con ventaja, seguido por todo el pelotón, los más chicos, obviamente en desventaja, porque nadie quería llegar último hasta el árbol o murallón que era la meta.
Con ese mismo espíritu de sana competencia, el domingo pasado se llevó a cabo un gran CARRERÍ en Ñu Guazú. Fue una carrera inclusiva de la que participaron cientos de personas con un solo propósito: visibilizar y apoyar a las personas con discapacidad. Mucho más que una competencia, esta actividad fue una celebración de la diversidad, la empatía y el creciente compromiso colectivo hacia una causa que necesita mucha más atención en nuestro país.
Carrerí fue organizada por la Fundación Juntos por la Inclusión, en alianza con AsunciónRunners y contó con el apoyo de muchas otras organizaciones de la sociedad civil y voluntarios, familias, empresas y personas comprometidas con esta causa. La carrera no discriminó edades ni condición física: participaron niños, adultos, personas en sillas de ruedas, muletas, con discapacidad intelectual, sensorial o del desarrollo. Junto a familiares y amigos, todos juntos, cada uno a su ritmo, como símbolo de una sociedad que debe avanzar hacia la igualdad para todos.
Tiene como finalidad principal visibilizar la realidad de las personas con discapacidad en el Paraguay, fomentar la inclusión desde el deporte recreativo y, sobre todo, generar estos espacios que transforman barreras en oportunidades de encuentro. En un país donde la accesibilidad física, intelectual y social aún son retos diarios, eventos como Carrerí deben marcar un necesario punto de partida.
Según datos del Censo Nacional de Población y Vivienda del 2022, casi 300.000 personas en Paraguay tienen algún tipo de discapacidad. Esto representa alrededor del 5,3% de la población de 5 años y más. Las discapacidades más comunes son las físicas, seguidas por las sensoriales (como la visual y auditiva) y las intelectuales. Muchas de estas personas viven en situación de pobreza: sus familias enfrentan enormes desafíos para garantizar derechos básicos como la educación, la salud y el empleo.
Uno de los problemas principales de este sector es la falta de una legislación marco clara, actualizada y verdaderamente efectiva. Si bien Paraguay ha ratificado convenciones internacionales como la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, en la práctica existen enormes vacíos legales y falta de políticas públicas que garanticen inclusión real. Somos un país lleno de leyes que no se aplican o no están reglamentadas debidamente.
Siguiendo esta línea podemos citar la falta de accesibilidad urbana, transporte público, centros educativos inclusivos o de oportunidades laborales reales. Detrás de cada persona con discapacidad, hay una familia que la sostiene, cuida y lucha con poquísima ayuda externa. Padres agobiados, algún hermano que no puede estudiar por cuidar del otro: el estado social de derecho del cual se ufanan algunos funciona mal, y especialmente mal para esta gente tan necesitada
Carrerí es también un reclamo. El recordatorio incómodo de un sector que precisa ser escuchado, atendido y respetado, y de que la inclusión no es caridad. Debe ser una política pública, sostenida y equitativa. Aplaudir estos eventos está bien, pero estemos dispuestos a más.
Este tipo de espacios se tienen que multiplicar y más personas deben participar, de la forma que sea. La empatía se cultiva, se aprende y se ejercita. Están buenas las redes y escribir estas líneas, pero si nos levantamos a hacer algo tangible mucho mejor aún. No son necesarios grandes gestos para empezar, podemos partir por la voluntad de mirar al otro con respeto y comprensión.
¿Qué tal si nos desafiamos todos a un carrerí? No importa quién salga primero y si uno corre más rápido que el otro. Sí, aprender a caminar, trotar o correr todos juntos, y llegar de esa forma a superar los obstáculos del camino. Y de paso, tratemos de ser personas, aunque sea un poquito menos egoístas.