Es que la tarea de esta dependencia estatal, regida -según la última actualización por la Ley N. ° 5016/14- que le dio por cierto su denominación actual, no es para nada sencilla. Instituida para velar por el orden en nuestras rutas, prevenir accidentes y hacer cumplir normas que, así las cosas, todos deberíamos conocer y respetar. Aquí, como en tantos otros casos, entre la realidad y lo ideal hay una zanja, para no decir trinchera.
Y cada quien tiene una anécdota para aportar cuando se habla del tema. Desde llamadores a radios del interior o comentarios en las redes, los “casos” de inspectores que aparecen de repente como salidos del yuyal, multas que parecen selectivas y una actitud más recaudatoria que preventiva: casos hay para aburrirse. Hecha la ley hecha la trampa: por medio de aplicaciones los conductores pueden saber dónde están ubicados. Así se genera una triste paradoja, donde quienes tienen que protegernos se convierten finalmente en aquellos de los que debemos cuidarnos.
Nobleza obliga, hay que reconocer que algunos avances positivos tuvieron. En la Semana Santa que acaba de pasar, la Patrulla Caminera ha dado señales de coordinación que merecen destaque. La liberación de peajes en gran parte de las rutas -medida tomada desde el MOPC en coordinación con otras instituciones- fue apoyada con la presencia de inspectores y se dio no solamente con fines logísticos, sino respetando la intención simbólica que está arraigada detrás: permitir la reunión y el reencuentro de las familias.
En esta ocasión, tuvo mucho mérito la Caminera: lejos de “desaparecer del mapa”, como ocurre muchas veces, operó con eficacia articulando operativos en puntos estratégicos y orientando a los conductores. Por esta vez, el tan mentado “operativo chipá” no estuvo a la orden del día, por lo menos en la forma alevosa de otros años.
Sobre nuestras rutas, bueno, eso ya es otro cantar. Sin ninguna duda, hay tramos que se encuentran en óptimo estado. Pero en otros, la capa asfáltica está casi desaparecida, sin hablar de los baches. La correcta señalización y pintura también son pendientes, lomos de burro que no se distinguen bien -hasta que los tenemos debajo nuestro- y banquinas deplorables igual que el alumbrado de vías secundarias. Aquí es donde se debe ponderar la vocación de esta gente, trabajando con relativa eficiencia sin contar con los recursos necesarios.
Por eso, ý porque corresponde decirlo en casos así: ¡bien allí la Policía Caminera! Porque está bueno que se les escrache por todos los medios cuando se exceden, sobre todo cuando piden abiertamente coimas. De la misma forma, pongamos en evidencia sus aciertos. Por otro lado, las campañas de concientización, los controles de alcoholemia realizados con respeto, la orientación a turistas o viajeros confundidos por la falta de señalización: todo suma. En nuestro país las buenas prácticas institucionales suelen ser más excepción que regla, y destacarlas no es ingenuidad, sino una manera de marcar correctamente la cancha.
La responsabilidad de sus gestiones no recae solamente en la institución y sus actores. En los videos -ya casi empalagosos de tan viralizados- en los que vemos a inspectores “coimeados”, también hay una contraparte ofreciendo ese dinero. No existe corrupción unipersonal: siempre hay dos partes. Y si bien es legítimo reclamar transparencia y eficiencia a los organismos del Estado, también los ciudadanos debemos asumir nuestra cuota de responsabilidad. Respetar el límite de velocidad, no manejar alcoholizado, portar los documentos en regla y, sobre todo, entender que las leyes son para cumplirse y el que las hace, las paga.
La Patrulla Caminera no solo requiere de recursos y supervisión; necesita en forma urgente ganar reputación y respeto por parte de la gente. Tiene la enorme responsabilidad de protegernos, y cada uno de nosotros, la de no sabotear ese esfuerzo. Finalmente, depende en gran medida de usted y de mí lo que ocurra en las rutas del país.