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A esta altura, el mandatario no puede fingir demencia ni ignorancia y, mucho menos, inocencia.
Él sabía, inclusive desde antes de llegar a las elecciones de 2018, cuando perdió la interna colorada ante Mario Abdo Benítez, que no era correcto ser accionista de una empresa que tenía la posibilidad de contratar con el Estado y presentarse en millonarias licitaciones.
Aún en el supuesto que la ley no fuera meridianamente clara sobre la existencia de un conflicto de intereses, él sabe que había de por medio una cuestión de honestidad y sentido común.
El hecho de haberse desprendido, supuestamente, de sus acciones en la empresa no lo disculpa ni lo redime. Al contrario, confirma su culpabilidad. Su “tardío apresuramiento” parece más bien un desesperado intento de evitar dar argumentos a sus adversarios políticos para un pedido de juicio político, para el cual hay razones de sobra.
Ante estos hechos tan claros, volvemos a la pregunta: ¿Para esto quería Peña llegar a la presidencia? ¿Para utilizar sus conocimientos y su habilidad en el mundo financiero y beneficiarse desde su posición privilegiada de primer mandatario?
¿O será que tuvo buenas intenciones e ideales al principio y sencillamente lo deslumbró el tener de repente mucho poder para hacer lo que quería, de manera impune?
Sin ninguna originalidad, Peña ahora se declara víctima “de una colosal campaña de manipulación” Le faltó decir que todo se trata de una “persecución política”.
Sin embargo, los hechos y los documentos están frente a sus ojos. Debería dar explicaciones en vez de hablar de ominosos enemigos, como si él fuera una indefensa ovejilla y no el presidente de la República que es.
Las consecuencias para el primer mandatario, además de la “colosal” pérdida de confianza que sufrirá de parte de la ciudadanía atenta, es que se acentuará aún más su proverbial debilidad política.
Sus panegiristas (vulgo: chupamedias) suelen alabar su formación y sus cualidades como economista. Pero ¿de qué le sirve eso a la gente si no está acompañada de principios y honestidad?
Aunque el mandatario hizo grandes esfuerzos durante la campaña electoral para parecer un “verdadero” colorado, llegando a decir que los cargos públicos debían ser solamente para los afiliados a ese partido, muchos dirigentes despreciaban su falta de vinculación con las bases partidarias y el no haber hecho una carrera dirigencial.
Los eventos que ahora quedaron al descubierto, realizados con el evidente afán de enriquecerse con dinero público, tal vez pueden hacer que algunos funcionarios colorados que aprueban esta conducta consideren ahora a Peña como un igual.
Lo que es seguro es que muchos que aún lo respetaban, dejarán de hacerlo.
Y todavía le faltan largos tres años y algunos meses para completar una gestión que se le hará cuesta arriba, por obvias razones.