Cuando los malos se juntan

Los escandalosos casos de corrupción en diversos sectores estatales nos demuestran todos los días cómo los inescrupulosos se organizan para saquear al país. La manera en que operan los políticos de turno, confabulándose con jueces y fiscales corruptos para manipular la justicia, o los vergonzosos robos mediante amañadas licitaciones, dejan en evidencia cómo los delincuentes de cuello blanco se organizan para desangrar al país.

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La corrupción no es un hecho aislado ni se limita a individuos oportunistas. Es un sistema bien estructurado, en el que cada actor cumple un rol específico para garantizar que el saqueo continúe sin interrupciones y sin importar el bando político del gobierno en turno.

Desde funcionarios que manipulan licitaciones hasta empresarios que financian campañas políticas a cambio de contratos millonarios, la red de corrupción se expande y se fortalece, protegiendo a quienes deberían ser juzgados.

Una frase atribuida al filósofo Edmund Burke dice: “Cuando los hombres malos se juntan, los buenos deben asociarse; de lo contrario, caerán, uno por uno”. Pero no solo basta con asociarse, sino también tener una participación activa en la sociedad para hacer frente a los inescrupulosos. El silencio y la pasividad solo fortalecen a quienes se benefician del caos y la impunidad.

Cada vez que salen a la luz los escandalosos casos de corrupción, vemos una reacción muy tibia y solo de algunos sectores. Generalmente, todo se reduce a algunos comunicados formales, una ola de críticas que inunda las redes sociales y, al poco tiempo, todo vuelve a la normalidad, como si nada hubiera pasado.

Es necesario un compromiso real y sostenido que genere presión constante sobre las instituciones y los responsables de administrar justicia. La falta de respuesta contundente es lo que permite que los corruptos continúen operando con total impunidad. Si no hay consecuencias reales para los responsables, el saqueo seguirá repitiéndose una y otra vez.

El problema no es solo la corrupción en sí, sino la normalización de la misma. Nos hemos acostumbrado a convivir con el robo descarado de los recursos públicos, al punto en que muchos ya ni siquiera se sorprenden cuando un nuevo escándalo sale a la luz.

Lastimosamente, el nivel de robo y saqueo en nuestro país requiere reacciones más enérgicas. Y digo lastimosamente porque, en vez de trabajar y producir con tranquilidad, nos vemos obligados a dedicar tiempo y energía a combatir estos hechos. Dejarles el camino libre solo nos hundirá cada día más. Pero, si los corruptos se organizan para robar, entonces los ciudadanos honestos debemos organizarnos para defender lo que es nuestro. La lucha contra la corrupción no es una opción, es una necesidad urgente.

tereza.fretes@abc.com.py

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