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Las fiestas de Fin de Año e inicios del nuevo siempre nos llevan -o por lo menos deberían- a reflexionar sobre lo que se hizo bien y no tanto, sobre los errores y también la oportunidad de corregirlos y hacer cosas nuevas o de modo distinto. Esta actitud forma parte de la naturaleza humana, necesitamos parametrizar las cosas y establecer niveles que van de 0 a 10 o de pésimo a excelente, y las vamos ubicando dentro de ese abanico. Según las características y valores de cada uno, alguno dirá que su año fue mejor si ganó más dinero y eso es su valor principal, mientras otro más enfocado en su crecimiento personal argüirá que “pudo haber sido mejor”, un poco frustrado porque no llegó a hacer una maestría que tenía prevista.
Estas metas y objetivos personales, que por cierto está muy bien que cada uno se asigne o proponga en forma de desafíos, son una iniciativa sana y muy recomendada. Desde bajar de peso hasta retomar una carrera universitaria, desde afinar alguna habilidad manual pasando por ajustar las finanzas personales o practicar algún deporte o estudiar un nuevo idioma, las metas como compromisos personales motivan, impulsan y mantienen vivo ese fuego llamado autosuperación.
No existe nada peor que la falta de metas a corto, mediano y largo plazo, y esto es válido para cada persona como también para las organizaciones. De esta forma, cada jornada tiene su objetivo y la suma de éstos llevará a la realización de los propósitos más pequeños hasta los más importantes. Como la famosa zanahoria al frente del caballo de tiro, los objetivos trazados en forma clara nos ayudan a avanzar con paso firme y decidido, sorteando obstáculos reales como también imaginarios.
Así, cada uno de nosotros es responsable de ir completando ese almanaque que observaba Mafalda, llenando “tantas fechas vacías” con actividades, reuniones, responsabilidades y viajes que pintarán, al cabo de 365 días (este 2024 bisiesto serán 366), una acuarela de los tristes fracasos y también felices victorias que representarán el año. Desde luego que no todo serán colores brillantes y opacos, esta imagen estará matizada también con otros diversos tonos, más neutros y menos llamativos, que representan a todas aquellas cosas que no se encuadran perfectamente ni entre los logros ni las derrotas, sencillamente rellenos que quizás de alguna manera contribuyeron hacia lo uno u otro, o que fueron simplemente eso, relleno. Por cierto, cuidado con estos últimos: Los distractores que, como cortinas de humo, impiden ver con claridad el camino y que terminan siendo solamente una pérdida de tiempo y energía.
En estos desafíos y compromisos personales, cada quien es responsable de “cobrarse a sí mismo” y las consecuencias recaen mayormente sobre el titular de esa responsabilidad, sea para bien como para mal. También es importante al asumirlos -como al no hacerlo- ser conscientes de que el éxito alcanzado o no igualmente influirá en forma colateral con personas cercanas a nosotros, que inclusive muchas veces nos apalancan y “hacen el aguante” para alcanzar el éxito. Sepamos valorar este esfuerzo e intentar estar a la altura tanto de lo que esperamos de nosotros mismos, como también lo que otros esperan.
¡Enorme compromiso y responsabilidad para empezar este periodo! Los mejores deseos para todos de que sepamos llenar con dedicación, buenas intenciones y disciplina tantos espacios en blanco de este año de oportunidades que se inicia ante nosotros, y que encontremos fuerzas para perseverar en los compromisos asumidos. ¡Feliz y próspero 2024 mi Paraguay querido!