Itaipú 2023, el futuro ya llegó

En 1973, la Asociación de Psiquiatría Americana retiró la homosexualidad de su manual de trastornos mentales; en Nueva York se inauguraron las torres gemelas del World Trade Center, en Turquía se habilitó el Puente del Bósforo, que conectó a Europa y Asia por primera vez en la historia, y en Brasil, se firmó el Tratado de Itaipú entre Paraguay y el vecino país, hecho con el que se inició a una monumental obra de la ingeniería y de la corrupción.

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Aquel año en que debutó la banda de hard rock Aerosmith, pero murieron los artistas Pablo Piccaso y Pablo Neruda, se marcó un hito en la historia de nuestro país con el acuerdo binacional para el aprovechamiento hidroeléctrico de los recursos hidráulicos del río Paraná y, en 1984, con la habilitación de la Central, Itaipú ostentó, por muchos, años la categoría hidroeléctrica más grande del mundo.

El 28 de febrero de este año se termina de pagar la deuda para la construcción de la Central, cuyo costo suma un total de US$ 78,3 mil millones, según el estudio presentado recientemente por el politólogo Miguel Carter. Dicha cifra es casi el equivalente al monto no recibido durante 36 años por la energía cedida al Brasil, que es de US$ 77,3 mil millones, en base a los datos del citado investigador. Es decir, “hemos desperdiciado el mismo valor de construcción de la represa”, parafraseando al periodista Benjamín Fernández Bogado durante su intervención en la presentación de dicho estudio en noviembre pasado.

Es así que tanto paraguayos como brasileños hemos de terminar de pagar, en cuatro días más, la última cuota de una deuda que -según la auditoría de la propia Contraloría General de la República-, y ya se habría pagado todo hace al menos siete años.

Asimismo, el 26 de abril se cumplen 50 años de la firma de aquel Tratado que nos obligó a cederle al Brasil la potencia que Paraguay por falta de demanda interna no utiliza.

Y el 13 de agosto próximo se llega a la mitad de un siglo de la entrada en vigor de dicho documento.

Son todas fechas icónicas porque derivarán en la revisión del Anexo C, del tratado firmado en plena dictadura militar colorada, cuando Paraguay tenía apenas una población que no alcanzaba ni 2,7 millones de personas.

Estamos en la antesala de la mayor negociación de este siglo para nuestra historia como país y ni siquiera sabemos cuál es la postura que defenderán nuestros representantes. Mucho menos tenemos el apoyo internacional, fundamental para este tipo de situaciones de completa asimetría con nuestro socio-contrincante, el gigante Brasil.

“Hola, futuro”, dice Matías, mi hijo de 4 años, cuando le grabo un video, consciente de que cuando lo mire, ese instante del saludo será ya el pasado. De esa misma manera es que ahora estamos en ese futuro para el cual hace más de tres años que el actual gobierno conformó grupos de trabajo y se realizaron innumerables reuniones para analizar sus conclusiones; sobre los cuales durante tanto tiempo se escribió en los periódicos, técnicos y analistas los abordaron e inclusive se crearon organizaciones civiles que ayuden a articular a la sociedad como protagonistas y veedores de dicho proceso de negociación.

Llegó la hora de enfrentarse al mayor partido de la selección nacional. Pero no es fútbol lo que se disputa, sino algo superior y trascendental: el presente y futuro de nuestros hijos y nietos, mirando hacia el 2073 y tratando de revertir lo que la generación de nuestros padres o abuelos no pudieron prevenir por el contexto político y social en el cual les tocó vivir.

Hoy toca exigir al Gobierno que está a punto de dejar el Palacio de López la postura que Paraguay defenderá en la revisión del Anexo C de Itaipú y saber qué piensan los candidatos que tienen chance de ocupar el sillón presidencial luego de las elecciones generales del 30 de abril próximo.

“El futuro ya llegó”, dicen Los redonditos de ricota, pero el presente es solo de incertidumbre, posiciones divididas, disputas internas y silencio internacional sobre la causa paraguaya en Itaipú. La causa está signada por migajas de nuestro socio Brasil, que desarrolló su industria basada en parte, en la energía que le cedimos por el precio de un lomito, es decir, un mísero G. 30.200 el megavatio-hora (US$ 4,14 por MWh), si hacemos al cambio del dólar actual de lo que nos pagaron en promedio en estos 38 años de operación de la Central.

Llegaron los 50 años estipulados en el Tratado firmado en aquel abril de 1973, el futuro ya llegó, pero hay cosas que no cambiaron: seguimos gobernados por colorados con mentalidad militar, Itaipú aún no es ni quiere ser una institución transparente, no sabemos qué van a negociar nuestros representantes, la homofobia sigue tan campante y Aerosmith sigue tocando.

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