No es lo mismo rimar que legislar

“En el medio del estero/Suspiraba un chahá/Amañarõ nderehe tía Isabelita/ambyasy che mitahá”… termina de recitar acompañado por los sones de una guitarra el más alegre de los primos, guiñando un ojo a la tía en cuestión quien, aunque ya entrada en años, hace acuse del piropo dirigiendo una sonrisa y un “gracias”, mientras los presentes, quienes se encontraban escuchando atentamente, ponderan la capacidad del muchacho de improvisar las famosas relaciones.

Cargando...

Nuestro rico folklore paraguayo, fruto del sincretismo de las tradiciones, creencias y costumbres de origen criollo-guaraní-gaucho, es estudiado a través de la asociación de los diferentes aspectos culturales y el conocimiento espiritual y material, aplicados en los distintos momentos de la vida comunitaria. Tiene un sinnúmero de formas de manifestarse, en el lenguaje, la música, la tradición culinaria e infinitas vertientes más, pero uno de sus ejemplos más vistosos son las rimas en forma de “relación”. En las mismas, que refieren a hechos cotidianos, manifestaciones de amor, crítica a algún personaje público del momento o amistosa pulla al equipo perdedor del último partido, no se respetan necesariamente las reglas de la métrica de la poesía.

Con tal que rimen, ya sea por la acentuación en la sílaba final o sencillamente por una fonética similar- las últimas palabras de la segunda y última estrofa-, ya se considera una relación “bien hecha”, también puede hacerse uso del recurso de, sencillamente, pronunciar mal adrede una palabra o acentuarla equivocadamente, a los efectos de que rime y el conjunto se escuche bien. Claramente, la mejor relación será siempre la que esté elaborada con mayor complejidad, respeto a las reglas de la rima correcta y desde luego, sentido y contenido de lo expresado en la misma.

La “relación” paraguaya tiene su prima hermana en los vecinos Uruguay y Argentina, en donde originalmente los gauchos, curtidos hombres de a caballo, culminada la jornada laboral y ya alrededor de una fogata, improvisaban versos llamados “payadas” con acompañamiento de una guitarra, en los que relataban sucesos o sentimientos de la cotidianeidad rural, que bien podían tener un carácter lírico, trágico o humorístico. En el Gaucho Martín Fierro, obra literaria cumbre del género gauchesco, encontramos igualmente la payada de contrapunto, siendo ésta una competencia poético-musical entre dos payadores, que alternándose improvisan cantos con la guitarra sobre un mismo tema, tratando de superarse mutuamente en originalidad y destreza poética.

En los versos más encendidos de la obra, Martín Fierro se mide con un moreno (sic) en una payada de contrapunto, y afirman los especialistas que es el momento más trascendental de la literatura gauchesca por el retrato hablado de la tensión del encuentro, calidad de la poesía de los versos y su composición y estructuras.

También del folklore argentino rescatamos la figura inmortal del gran Santos Vega, quien era invencible en la payada. Recorría la interminable Pampa montado en su caballo, con la guitarra colgada al tiento y desafiando –con la consiguiente derrota- a cuanto rival se atrevía a medirse con él en el contrapunto. La historia popular relata que años más tarde, moriría de tristeza, por haber un día perdido ante un joven desconocido.

Volviendo al ruedo local, quizás inspirados en el folklore nacional, también quizás por algún viaje realizado hacia el sur del continente, o sencillamente por haber respirado demasiado humo en alguna de las muchas fiestas de San Juan que se están llevando a cabo, lo cierto y concreto es que la semana pasada en la Cámara de Diputados algunos representantes pretendieron hacer algo parecido a una relación, pero con sesgos de payada de contrapunto porque se adivinaba una competencia entre las partes, aunque desprovista del encanto de los versos de José Hernández.

Al desafío inicial, lanzado ante los 80 apóstoles por una dama, a la que hay que reconocer el mérito de haber elegido bien las palabras, resultando una relación razonablemente bien elaborada, que cual carnada para los peces, picaron sus colegas y respondieron con algunos intentos de retrucar a la primera o bien dar una versión particular sobre algún tema de su interés. Y se recitaron un par de versos más, pretendiendo ser jocosos o algo parecido, pero terminando por ser igual a gran parte de todo lo que dicen en las sesiones, chato y soso.

Lamentable: Lejos de conseguir el ritmo en su malogrado intento de poema mediante las rimas o la métrica, recitaban sin la correcta entonación, al punto que no se podía saber bien cuándo habían terminado. No son luego gente medida, en ningún aspecto, así que tampoco contaron la cantidad de sílabas de sus versos, utilizando de esta forma la métrica, y mucho menos la regla relacionada a la última palabra cuando es aguda, llana o esdrújula. Siendo la mayoría de ellas y ellos abogados y, por ende, letrados, deberían estar mucho mejor consustanciados con el uso de nuestro idioma, por eso el trato de “letrado” a los abogados, porque antiguamente conocían las letras y el uso correcto del léxico.

Como tantas otras situaciones vergonzosas en ese recinto, de tanto que se repiten ya pasan casi desapercibidas y como que ni llaman la atención, los periodistas les dedicaron algunos minutos de aire en la tv y la sufrida prensa escrita prácticamente no se refirió al incidente, porque un papelón más, sencillamente, no vende. Y así nos va, y no queda otra que hacer uso de este recurso del folklore, como un mecanismo de defensa para contrarrestar, por lo menos con humor, la bronca que nos producen estos personajes: “Aro aro aroooo… En el coqueto recinto Legislativo/Los Diputados son de diversa condición/No les preocupan tus necesidades ni angustias/Para recibirte, mostrá primero tu afiliación”. Piiiipuuuuu

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...