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Estos niños nos están dando un enorme ejemplo a los adultos, cruzando barreras y derribando un montón de fronteras que, si bien existen, son mucho más fáciles de franquear de lo que muchas veces queremos admitir o nuestros prejuicios nos permiten.
En la época precolombina, las tierras en las que está asentado nuestro país estuvo poblada por los pueblos originarios, dándose a partir de la colonización española la viril y entusiasta cruza de sangres, tomando luego el criollo en sus manos las riendas de la responsabilidad de colonizar enormes territorios con el consiguiente traslado de personas, y siendo insuficiente el crecimiento demográfico “normal”, fue necesaria la incorporación de los inmigrantes, que se dio principalmente en los siglos 19 y 20.
La Triple Alianza vergonzosa: Durante el siglo XIX, el país sufrió una guerra devastadora que redujo considerablemente la población mestiza de aproximadamente 800.000 a 150.000 habitantes, lo cual aceleró las acciones de los gobiernos de ese entonces para hacer ofertas tentadoras a extranjeros que quisieran radicarse aquí.
La necesidad imperiosa de levantarse de las ruinas y repoblar el territorio con auxilio foráneo, se vio en cierta manera satisfecha con la llegada entre 1.875 y 1.950 de entre 450.000 a 500.000 inmigrantes. De esta forma se diluyó marcadamente la ascendencia étnica indígena, más no la cultura guaraní, que ha logrado subsistir en gran medida hasta nuestros días.
En el XX, Paraguay continuó recibiendo inmigrantes, sobre todo europeos, que se fugaban de las guerras ocurridas en el Viejo Mundo, buscando mejores condiciones de vida y paz. Varios grupos de inmigrantes se pueden encontrar entre los que se instalaron en Paraguay, como los españoles, alemanes (algunos de los cuales son menonitas), italianos, franceses, polacos, ucranianos, árabes (en su mayoría sirios y libaneses) y judíos, entre otros.
Sobre los alemanes en particular: Es una nación cuyos ciudadanos no solamente gustan de hacer turismo a todas partes del mundo, sino también es una tierra de emigrantes. En el Paraguay, según el último censo, viven algo así como 26.000 alemanes (se sumaron más de 1.800 en los últimos 24 meses), y hay aproximadamente 300.000 descendientes, que hablan español, alemán y plattdeutsch (un dialecto). Lo que se dice: Los alemanes aman Paraguay.
No hemos sabido aprovechar la inmigración en los últimos 30 años, a diferencia de otros países que se encargan de “mezclar” a los inmigrantes con la población local, para aprovechar e incorporar lo mejor de las culturas, las costumbres e incluso la tecnología; aquí muchas veces estos grupos vuelven a vivir en comunidades cerradas (física y culturalmente), siendo el interés principal aprovechar las ventajas económicas y fiscales del Paraguay, pero sin contribuir significativamente a su crecimiento.
En Paraguay viven alrededor de 161 mil extranjeros, lo que supone un 2,24% de su población. Muchos de ellos viven en ciudades fronterizas, en donde trabajan por años para conseguir la ciudadanía que usarán solamente para emigrar de nuevo, por lo que esta inmigración no resulta en ningún beneficio para nuestro país, salvo para algunas autoridades migratorias.
En lo que hace a políticas de inmigración, Paraguay nunca tuvo planes bien marcados, habiendo abandonado a su suerte a muchos extranjeros que recalaron a nuestro país, principalmente a aquellos que se asentaron en el interior. Allí la guapeza y ganas de progresar les ganaron a las precariedades, y hoy tenemos innumerables ciudades y pueblos con marcada presencia e influencia de los fundadores, principalmente europeos.
Pero los paraguayos también emigran. El Paraguay tiene hoy una población estimada de 7.350.000 habitantes, lo que supone una densidad de apenas 18 personas por kilómetro cuadrado, una de las más bajas del mundo. Nuestra tasa de emigración está en el nivel medio, con 871.000 emigrantes (paraguayos que viven en el exterior), que representa el 12,19% de la población (la mayor parte reside en la Argentina).
En los últimos tiempos, nos vimos sacudidos por noticias de acciones violentas y delitos cometidos por extranjeros, y –no demasiado- sorprendidos nos enteramos de que los mismos ingresaron –si no irregularmente- pasando por alto varios requisitos, que de haberse cumplido por nuestra permeable política y trámites migratorios les hubiesen cerrado las puertas del Paraguay en las narices.
Mientras tanto, en nuestra calidad de país hospitalario, sigamos siendo abiertos y receptivos con los extranjeros como lo hemos sido históricamente. También, debemos crear la infraestructura que les permita incorporarse a la sociedad local, aprendiendo nuestros idiomas y haciendo sus negocios con nuestra moneda. Y desde luego, será de vital importancia que todos –tanto ellos como nosotros- nos ciñamos a la ley, y que ésta sea igual para todos.