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Durante la dictadura, en el año 1976, las Ligas Agrarias Cristianas (LAC) de Misiones sufrieron persecuciones, detenciones arbitrarias y torturas en el campo de concentración de Abraham Cue de San Juan Bautista, Misiones, asiento de la Delegación de Gobierno de aquel entonces.
El pecado de los campesinos fue organizarse en cooperativas, trabajar en comunidad, analizar la situación política, económica y social por la que atravesaba el país. Era suficiente para que el régimen de Stroessner iniciara una cruenta represión, con el argumento de salvaguardar la “seguridad nacional”.
Así mujeres, niños, adultos y ancianos fueron arreados y sometidos a crueles tormentos. Fueron 35 años de régimen de hierro, totalitario que sojuzgó al pueblo paraguayo, hasta que vino el golpe cívico-militar del 2 y 3 de febrero.
La gente esperaba otro panorama político y social. Los jóvenes con nuevas oportunidades, los profesionales, comerciantes, labriegos y ganaderos con expectativas para el crecimiento y desarrollo. Pero no hubo solidez en los pilares de la democracia y con el tiempo esos pilares se resquebrajaron.
La corrupción galopante hizo metástasis en todas las instituciones del Estado. Las autoridades no estuvieron a la altura de las circunstancias.
Los políticos cada quien buscó su propio beneficio, excepto algunos, a la mayoría no les interesó la doctrina de su propio partido y menos aún el país. La Patria está en el último lugar de modo que respondieron a sus intereses personales y de grupos.
En este escenario se desarrolló la apertura democrática con un modelo anacrónico, un Estado gigante e ineficiente plagado de corrupción y deshonestidad. Los pilares de la democracia, además de la libertad de prensa, deben estar cimentadas sobre la honestidad, la libertad, el patriotismo y el buen funcionamiento de las instituciones públicas.