Fue una mujer avanzada para su época y no solo preparaba recetas para degustar y darle sabor a los platos, sino les encontraba la razón de ser y el espíritu como alimento cotidiano de los paraguayos.
Muchas de las recetas, y modos de preparación, las rescató de las abuelas y matronas. Y si bien varias han desaparecido de las cocinas y mesas de nuestro país, perduran en sus dos obras: La Cocinera Paraguaya, editada en 1931, y La Moderna Cocina Paraguaya (1952), ambos libros adoptados como texto oficial para las escuelas públicas por el Consejo Nacional de Educación.

Podría decirse que doña Raquel Livieres de Artecona fue una de las fundadoras de la cocina paraguaya. Como maestra le dio un carácter nacionalista a sus clases dirigidas a los jóvenes que se formaron las primeras décadas del siglo XX. De hecho, en 1928 realizó una verdadera campaña para la enseñanza de la Economía Doméstica en las Escuelas Oficiales y Particulares del país como una “enseñanza tan útil como práctica en nuestra Patria”.
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Cuando sobrevino la Guerra del Chaco ella se alistó como enfermera cooperando en varios hospitales de sangre. Además fundó las asociaciones “Olla del Convaleciente” Pro-Chaco y Pro-Prisioneros.
Hace casi un siglo
En poco tiempo más la obra de Raquel Livieres de Artecona cumplirá un siglo y “es mucho más que un recetario” afirma Clara Rosa Gagliardone Rivarola en la introducción de la reedición de Servilibro.
“Es fundamental reconocer y rendir homenaje a nuestras ascendientes, verdaderas heroínas de lo cotidiano, quienes no solo se encargaban de cocina, sino también de preparar –desde cero– casi todos los ingredientes, muchas veces con recursos limitados”, dice Gagliardone.
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De ejemplo cita que “para elaborar la muy conocida sopa paraguaya, se debía comenzar por plantar el avati en la capuera, desgranar, hervir, secar, pizar, zarandear, conseguir huevos, preparar la sal y la grasa, batir la pella o la grasa de cerdo casera, elaborar el queso con cuajo, y encender el tatakua con el calor justo, cuidar el fuego... y recién entonces concinar para alimentar a la familia”.
Aparte de las recetas el libro rescata el modo de preparar ingredientes básicos de nuestra gastronomía de antaño derivados de la mandioca, como el typyraty, el popí, el juhí, almidón de mandioca. Tampoco olvida enseñar la preparación de la lejía, el cuajo, cuajada, queso y los usos que se le dan al suero.

Todo esto es una muestra de cómo se alimentaban nuestros padres, como lo refiere Manuel Domínguez para la primera edición.
“Doña Raquel nos guía en cada uno de estos pasos. No se limita a compartir recetas: nos instruye en la preparación de los ingredientes, revelando el saber ancestral que sostiene la cocina tradicional paraguaya”, explica Clara Rosa y concluye que “este libro es un aporte esencial para comprender el alma de nuestra cultura, y un homenaje a las manos que, sin pedir reconocimiento, nutrieron generaciones enteras”.
Para quienes quieran experimentar esas recetas olvidadas por el paso del tiempo y la modernidad, al hojear el libro recuperará el sabor perdido del curuzú yuquysi, locro de cuaresma con maní, el estofado “La Novia” de los casamientos campesinos, chastaca o un suculento guiso de charque.
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