El flujo migratorio desde Alemania a Latinoamérica se intensificó a partir del siglo XIX, cuando miles de alemanes fueron atraídos por las oportunidades económicas y tierras fértiles en países como Argentina, Chile, Brasil, México y otros.
Con ellos, trajeron no solo sus conocimientos y costumbres, sino también su amor por la buena mesa, introduciendo ingredientes y técnicas que se fusionaron con la cocina local.
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Platos representativos de la fusión
Colonia Tovar encurtidos y salchichas (Venezuela). La Colonia Tovar, establecida en el siglo XIX por inmigrantes alemanes en Venezuela, es famosa por sus comidas típicamente germánicas.
Aquí, los encurtidos y las salchichas alemanas se encuentran impregnadas de sabores locales, como especias autóctonas y banana, creando una experiencia gastronómica única.
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Kuchen de frutas (Chile). En el sur de Chile, los kuchen, un tipo de tarta originaria de Alemania, se han adaptado utilizando frutas nativas como el maqui y la murta.

Esta mezcla de frescura y tradición se ha convertido en un clásico postre chileno, popular en celebraciones y ocasiones especiales.
Strudel de mamón (Brasil). En Brasil, el clásico strudel alemán recibe un toque tropical al ser preparado con mamón.

Este postre resalta por su textura crujiente y el sabor dulce, una deliciosa fusión que se ha popularizado en regiones del sur, donde la población de descendencia alemana es significativa.
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Pan, embutidos y tortas: la herencia alemana que vive en la cocina paraguaya
En San Bernardino y Areguá, dos localidades emblemáticas del Paraguay, la fusión entre la cocina alemana y la tradición guaraní ha dado lugar a una identidad gastronómica singular, donde bollos, tortas y embutidos comparten protagonismo con la chipa y el mbejú.

A mediados del siglo XIX, Paraguay recibió a numerosos inmigrantes europeos, entre ellos colonias alemanas que se asentaron en zonas como San Bernardino, fundada por alemanes en 1881, y Areguá, conocida por su tradición artesanal y su cercanía cultural con esas influencias.
Lo que comenzó como un intento de adaptación culinaria se convirtió en una rica fusión que todavía hoy se degusta en panaderías, ferias y casas de familia.
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Uno de los legados más visibles es la panadería. En San Bernardino es habitual encontrar panes de centeno, bollos dulces, tortas de frutas y strudels, elaborados con recetas traídas de Europa pero adaptadas al clima y a los ingredientes locales.
Los domingos, en las calles de Areguá, es posible ver puestos que ofrecen bollos de levadura rellenos de crema o mermelada –muy similares al Berliner Pfannkuchen alemán–, junto a productos típicamente paraguayos.
Esta convivencia no es casual: muchos de estos dulces fueron integrados por descendientes de alemanes que conservan la tradición de la repostería centroeuropea.
Además, la influencia alemana también se hace sentir en la producción de embutidos artesanales. En carnicerías familiares y ferias gastronómicas de la región, se pueden encontrar salchichas tipo bratwurst, morcillas y jamones curados, elaborados con técnicas tradicionales alemanas, pero adaptados al paladar local.
La cerveza artesanal, por ejemplo, también ha vivido un auge en estas zonas, como eco de la larga tradición cervecera germana, reforzada por el turismo interno y las nuevas generaciones que revalorizan lo artesanal.