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El Viernes Santo es uno de los días más solemnes del calendario cristiano, que conmemora la crucifixión de Jesucristo. Los católicos son llamados a recordar el sacrificio de Jesús y mostrar penitencia.
La abstinencia de carne es un acto simbólico de sacrificio y arrepentimiento. La tradición sostiene que al evitar el consumo de carne, que históricamente era un símbolo de lujo y celebración, los creyentes reflejan una vida de sobriedad en honor al sacrificio de Cristo.
Además del Viernes Santo, muchos católicos practican también la abstinencia de carne todos los viernes durante la Cuaresma, aunque esta es una tradición que se va perdiendo.
La Cuaresma es un período de 40 días de reflexión, penitencia y preparación para la Pascua, y los viernes son especialmente significativos como recordatorios semanales del Viernes Santo.
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La abstinencia en estos días tiene el propósito de fomentar una práctica continua de humildad y sacrificio personal a lo largo de la temporada cuaresmal.
Abstinencia de la carne: origen de la tradición
La tradición de abstinencia de carne tiene sus raíces en la doctrina eclesiástica medieval. En estos tiempos, comer carne era considerado un lujo accesible principalmente para las clases más altas.
La Iglesia Católica, por tanto, estableció la abstinencia de carne como una forma universal de penitencia accesible para todos los fieles, independientemente de su estatus económico.
La práctica está basada en principios bíblicos de sacrificio y auto-negación, y ha sido una forma de unir a los miembros de la Iglesia en una práctica común de devoción y sacrificio.
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Aunque no aparece directamente en las escrituras como un mandamiento, la tradición ha sido respaldada por la autoridad de la Iglesia Católica durante siglos.
Implicaciones y adaptaciones modernas de esta tradición
Aunque históricamente la carne ha sido el foco de la abstinencia, hoy en día algunos católicos extienden esta práctica a otros alimentos o hábitos que consideran lujosos, a menudo sustituyendo la carne por pescado, que aunque en el pasado también se consideraba un alimento de prestigio, es simbolizado como un alimento más austero.
En los últimos tiempos, la Iglesia ha flexibilizado estas reglas para adaptarse a diferentes culturas y contextos, pero el principio subyacente de autosacrificio y reflexión espiritual permanece central.