Las infiltraciones —inyecciones localizadas de fármacos en articulaciones, tendones, nervios o columna— se han convertido en una herramienta frecuente para tratar el dolor musculoesquelético.
Su uso se ha expandido en consultas de atención primaria, traumatología, reumatología y unidades del dolor. ¿Son tan efectivas como prometen? ¿Qué riesgos entrañan? Un repaso a la evidencia y a las recomendaciones clínicas ayuda a situarlas en su justa medida.
Qué son y para qué se utilizan
Bajo el término “infiltración” caben distintas técnicas. Las más comunes emplean corticosteroides (como triamcinolona o metilprednisolona) para atenuar la inflamación en tendinitis, bursitis, artritis o radiculopatías.
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También se realizan bloqueos nerviosos con anestésicos locales, inyecciones de ácido hialurónico en artrosis de rodilla y, en columna, procedimientos epidurales o sobre articulaciones facetarias. Cada indicación persigue reducir dolor y mejorar función cuando el tratamiento conservador —fisioterapia, analgésicos, cambios de actividad— no basta.
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La guía clínica suele aconsejar realizarlas con control ecográfico o fluoroscópico para aumentar la precisión y reducir complicaciones, especialmente en regiones profundas como cadera u hombro y en la columna.
Los beneficios: alivio rápido y ventana terapéutica
El principal atractivo es la rapidez. En muchos pacientes, los corticosteroides locales proporcionan alivio en días y durante semanas o pocos meses, facilitando el inicio o la adherencia a programas de ejercicio y rehabilitación que sí modifican la evolución del problema.
En tendinopatías reactivas, bursitis subacromial y tenosinovitis de Quervain, por ejemplo, las infiltraciones pueden acortar los periodos de incapacidad. En el dolor radicular lumbar por hernia discal, las epidurales de esteroides pueden disminuir el dolor a corto plazo y reducir el consumo de analgésicos.
Otro punto a favor es su efecto localizado: al administrar el fármaco en el sitio diana, se minimiza en parte la exposición sistémica respecto a la vía oral. Y, en casos seleccionados, el uso diagnóstico de bloqueos puede ayudar a identificar la fuente del dolor (por ejemplo, confirmar la participación de una articulación facetaria).
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Los límites: eficacia dispar y no siempre sostenida
La evidencia no es uniforme. Revisiones sistemáticas han encontrado beneficios modestos y a corto plazo en varias indicaciones, con diferencias según la patología, la técnica y el comparador.
En artrosis de rodilla, los corticoides intraarticulares alivian el dolor durante semanas, pero el efecto tiende a diluirse; el ácido hialurónico muestra resultados heterogéneos, con efecto pequeño o incierto.
En el hombro doloroso, los esteroides pueden mejorar síntomas a corto plazo, pero a medio plazo la fisioterapia ofrece resultados comparables. En dolor lumbar crónico sin radiculopatía, las infiltraciones facetarias y epidurales muestran beneficios limitados o inconsistentes.
La conclusión habitual de las guías: son una opción para manejo sintomático, no una cura. La repetición frecuente no incrementa necesariamente el beneficio y puede aumentar riesgos.
Riesgos y efectos adversos
Aunque globalmente seguras en manos experimentadas, las infiltraciones no están exentas de complicaciones:
- Complicaciones locales: dolor transitorio postinyección, hematomas, atrofia cutánea y despigmentación en el punto de entrada, infección (poco frecuente, pero grave si afecta a la articulación), calcificaciones o rotura tendinosa, especialmente si se infiltra dentro del tendón en lugar de su vaina.
- Efectos sistémicos de corticosteroides: elevación transitoria de la glucosa en personas con diabetes, aumento de la presión arterial, alteraciones del sueño o del estado de ánimo, supresión adrenal pasajera. Con uso repetido, potencial impacto en la calidad del cartílago y del hueso.
- Riesgos específicos en columna: cefalea por punción dural, complicaciones neurológicas raras, y necesidad de estricta asepsia. El uso de imagen guía y fármacos no particulados reduce riesgos.
Las sociedades científicas suelen recomendar limitar el número de infiltraciones con esteroides por articulación al año (con cifras que varían, a menudo no más de 3-4) y espaciar los procedimientos, valorando siempre el balance riesgo-beneficio individual.
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Qué dice la evidencia y qué recomiendan las guías
Las recomendaciones coinciden en priorizar medidas no invasivas como primera línea y reservar las infiltraciones para casos con dolor persistente que limita la función, tras un ensayo adecuado de tratamiento conservador.
La guía de práctica clínica de diversas sociedades ortopédicas y reumatológicas sugiere:
- Considerar corticoides intraarticulares en brotes inflamatorios y en artrosis con sinovitis, con expectativas realistas sobre duración del efecto.
- Utilizar infiltraciones con guía de imagen para articulaciones profundas y columna.
- Evitar infiltrar tendones con esteroides en zonas de alto riesgo de rotura (como el tendón de Aquiles) y preferir abordajes peritendinosos cuando estén indicados.
- En artrosis de rodilla, sopesar el ácido hialurónico caso por caso dado su beneficio clínico modesto e inconsistente y el coste.
- En radiculopatía, valorar epidurales de esteroides para alivio a corto plazo; no se recomiendan como estrategia de mantenimiento crónico.
¿Quién puede beneficiarse y quién debería evitarlas?
Pueden ser candidatas personas con dolor localizado que impide la rehabilitación, con hallazgos clínicos y de imagen congruentes, y sin contraindicaciones como infección activa, problemas de coagulación no corregidos o alergia a los componentes.
En diabéticos, se requiere plan de control glucémico; en deportistas con tendinopatías, conviene prudencia por el riesgo tendinoso y valorar alternativas como la terapia de carga guiada y, en algunos casos, técnicas biológicas con evidencia aún emergente.
Embarazo, osteoporosis severa, uso crónico de anticoagulantes y cirugías recientes en la zona son situaciones que exigen valoración individual.
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La línea de fondo
Las infiltraciones pueden ser aliadas valiosas para aliviar el dolor y recuperar función, siempre que se empleen con criterio, como parte de un plan integral que priorice la rehabilitación y el abordaje de la causa.
Su potencial es real, pero también sus límites: el alivio suele ser transitorio y los riesgos crecen con el uso repetido y la selección inadecuada. Informarse, ajustar expectativas y personalizar la indicación son, hoy por hoy, la mejor receta.
Nota: Este artículo ofrece información general y no sustituye la valoración médica individual. Si considerás una infiltración, consultá con tu especialista.
