¿Vale la pena la terapia de luz roja? Análisis de su efectividad y seguridad

Terapia con luz roja.
Terapia con luz roja.Shutterstock

La terapia de luz roja, que abarca desde paneles en gimnasios hasta máscaras LED, suscita interrogantes sobre su eficacia real. ¿Qué dice la ciencia acerca de su uso en estética, dolor y recuperación, más allá del atractivo del marketing?

La terapia de luz roja pasó de nicho clínico a tendencia wellness: paneles en gimnasios boutique, máscaras LED en redes sociales y cabinas de cuerpo completo en spas prometen desde mejor piel hasta recuperación muscular. Pero, más allá del brillo del marketing, ¿qué dice la evidencia científica?

Qué es y cómo funciona

También llamada fotobiomodulación, la terapia de luz roja utiliza longitudes de onda en el rojo (aproximadamente 620–700 nm) y el infrarrojo cercano (aproximadamente 760–950 nm).

A diferencia de la luz UV, no broncea ni quema la piel.

Terapia con luz roja.
Terapia con luz roja.

En laboratorio, estas longitudes de onda interactúan con la mitocondria —en particular con la enzima citocromo c oxidasa—, lo que puede aumentar la producción de ATP, modular óxido nítrico y reducir señales inflamatorias.

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Ese mecanismo biológico plausibe ha impulsado su uso en dermatología, rehabilitación y odontología desde hace décadas.

Qué tan sólida es la evidencia, según la indicación

La eficacia varía notablemente según la condición tratada y la calidad del dispositivo y la dosis. Los estudios difieren en potencia, duración, frecuencia y longitud de onda, lo que complica las comparaciones.

Terapia con luz roja.
Terapia con luz roja.

Aun así, algunos patrones emergen:

  • Piel y antienvejecimiento: ensayos controlados han mostrado mejoras modestas en arrugas finas, elasticidad y textura tras 8–12 semanas de uso regular con LED rojos e infrarrojos cercanos. La magnitud del efecto suele ser pequeña a moderada y depende de la adherencia. Para acné, la luz azul tiene mayor evidencia para reducir bacterias; la roja puede ayudar a la inflamación, como complemento.
  • Caída del cabello: dispositivos de “low-level laser therapy” (peines, cascos) con luz roja e infrarroja cuentan con autorizaciones regulatorias para la alopecia androgenética, basadas en estudios que reportan aumento de densidad capilar respecto a placebo tras varios meses. No funciona para todas las personas y suele combinarse con tratamientos estándar.
  • Dolor y lesiones musculoesqueléticas: hay ensayos que reportan reducción de dolor en artrosis, tendinopatías y dolor lumbar, y algo de mejora funcional. Sin embargo, las revisiones sistemáticas destacan heterogeneidad y riesgo de sesgo; los beneficios parecen dependientes de una dosificación precisa y son, en general, modestos.
  • Cicatrización y mucositis oral: en ámbitos clínicos, la fotobiomodulación se emplea para acelerar la cicatrización de heridas y aliviar la mucositis oral inducida por quimioterapia, con respaldos más consistentes en protocolos hospitalarios.
  • Rendimiento y recuperación deportiva: estudios en atletas muestran resultados mixtos; algunos sugieren menor fatiga o mejor recuperación cuando se aplica antes o después del ejercicio, pero la evidencia es provisional y muy sensible a la dosimetría.
  • Sueño y estado de ánimo: hay investigaciones preliminares que exploran efectos sobre el ritmo circadiano y el ánimo, pero son pequeñas y no concluyentes. No sustituye terapias reconocidas para trastornos del sueño o depresión.

En conjunto, la terapia de luz roja no es una panacea, pero sí una herramienta con utilidad puntual en determinadas indicaciones, especialmente como complemento de tratamientos convencionales.

Seguridad: generalmente buena, con matices

La luz roja e infrarroja cercana se consideran seguras cuando se aplican en dosis adecuadas. Efectos secundarios reportados incluyen enrojecimiento transitorio, sequedad o irritación leve de la piel.

Terapia con luz roja.
Terapia con luz roja.

Precauciones:

  • Ojos: evitar exposición directa y usar protección ocular, especialmente con dispositivos potentes.
  • Fotosensibilidad: personas que toman fármacos fotosensibilizantes o con trastornos de fotosensibilidad deben consultar antes.
  • Embarazo y cáncer activo: ausencia de evidencia suficiente; se recomienda evitar la aplicación sobre abdomen en embarazo y sobre tumores o lesiones sospechosas.
  • Dosis: una “más” no equivale a “mejor”. Excesos pueden anular beneficios (fenómeno de dosis en forma de “U”).

La letra pequeña: dispositivos, dosis y promesas

No todos los aparatos son iguales. La eficacia depende de:

  • Longitud de onda: típicamente 630–670 nm (rojo) y 800–880 nm (infrarrojo cercano).
  • Irradiancia y densidad de energía: las investigaciones suelen trabajar en rangos de 10–60 mW/cm² y dosis totales por sesión de 3–50 J/cm², según el objetivo (piel superficial vs tejidos profundos).
  • Distancia y tiempo: 5–20 minutos por zona, varias veces por semana, durante al menos 6–8 semanas en aplicaciones estéticas o de dolor crónico.

Muchos dispositivos de consumo no publican irradiancia real o no la sostienen en toda la superficie. Sin datos técnicos verificables, es difícil replicar resultados de estudios. Cuidado con reclamos amplios (“cura” o “detox”) que exceden lo demostrado.

Regulación y acceso

En Estados Unidos y otros mercados, algunos dispositivos cuentan con autorizaciones específicas (por ejemplo, para arrugas faciales, alivio temporal del dolor o alopecia androgenética).

En Europa, el marcado CE clasifica y limita sus indicaciones. La oferta en spas y gimnasios suele enmarcarse como “bienestar”, sin claim médico.

Cómo decidir si probarla

  • Definí un objetivo concreto (arrugas finas, dolor articular leve, apoyo en recuperación) y expectativas realistas.
  • Consultá con un profesional de salud si tenés condiciones médicas, tomá medicación fotosensibilizante o planeá usarla como complemento terapéutico.
  • Priorizá dispositivos con especificaciones claras (longitud de onda, irradiancia medida, certificaciones), y seguí protocolos de dosis basados en evidencia.
  • Evaluá resultados tras 8–12 semanas; si no hay cambios, reconsiderá.