Un hormigueo en los dedos tras apoyar el brazo sobre el respaldo, una pierna “dormida” después de estar mucho tiempo sentado o un cosquilleo fugaz en la cara: la mayoría de estos episodios son inocuos y pasan sin dejar rastro. Pero cuando las sensaciones de hormigueo (parestesias) y entumecimiento se repiten, duran más de lo habitual o aparecen sin una causa clara, pueden ser la primera señal de trastornos neurológicos como neuropatías periféricas o, en menor medida, esclerosis múltiple.
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Cuando lo “normal” deja de serlo
El hormigueo transitorio suele explicarse por una compresión momentánea de un nervio o una postura mantenida. Cede en minutos y no deja debilidad, dolor intenso ni pérdida de sensibilidad. La alarma debe encenderse si el síntoma:
- aparece de forma recurrente o progresiva,
- dura horas o días,
- se acompaña de debilidad, torpeza fina, dolor quemante o pérdida de equilibrio,
- afecta a un área concreta de forma persistente (por ejemplo, un pie o una mano),
- se suma a alteraciones visuales, problemas para hablar o inestabilidad.
En estos casos, los neurólogos recomiendan consulta médica para descartar causas neurológicas, metabólicas o vasculares.
Neuropatías periféricas: la causa más frecuente
Las neuropatías periféricas son lesiones o disfunciones de los nervios fuera del cerebro y la médula espinal.
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Suelen comenzar en los extremos (pies y manos) y avanzar en “patrón de calcetín y guante”, con hormigueo, adormecimiento, dolor urente y, a veces, pérdida de fuerza o de reflejos.
Entre los desencadenantes más habituales están la diabetes, el consumo crónico de alcohol, déficits de vitaminas (sobre todo B12), fármacos o quimioterapias, hipotiroidismo, enfermedades autoinmunes e infecciones previas.
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También hay neuropatías por atrapamiento local, como el síndrome del túnel carpiano, que producen parestesias nocturnas en los tres primeros dedos de la mano y alivian al sacudirla.

El diagnóstico combina historia clínica, exploración neurológica y, cuando se precisa, estudios de conducción nerviosa o electromiografía.
El tratamiento pasa por corregir la causa (control glucémico, suplementación de B12, ajuste de fármacos), fisioterapia y manejo del dolor neuropático.
Esclerosis múltiple: parestesias con “sello” central
La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad inflamatoria del sistema nervioso central que daña la mielina, la “capa aislante” de las fibras nerviosas.

En su debut, puede manifestarse con hormigueos o adormecimiento sostenidos en un hemicuerpo, en una extremidad o desde el abdomen hacia abajo, a veces acompañados de sensación de “corriente” al flexionar el cuello (signo de Lhermitte).
Otros síntomas de arranque incluyen neuritis óptica (visión borrosa o dolor al mover el ojo), pérdida de equilibrio o fatiga marcada.
A diferencia de la neuropatía periférica, la EM suele cursar en brotes que duran días o semanas y mejoran parcial o totalmente, con hallazgos característicos en resonancia magnética.
El enfoque terapéutico combina tratamientos para los brotes, fármacos modificadores de la enfermedad y rehabilitación.
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Señales para consultar sin demora
- Parestesias que duran más de 24–48 horas o se repiten sin explicación.
- Entumecimiento con debilidad, caída del pie o torpeza en la mano.
- Zonas extensas de insensibilidad, sobre todo si suben por la pierna o el brazo.
- Cosquilleo asociado a alteraciones visuales, dificultades del habla, asimetría facial o pérdida de equilibrio.
- Hormigueo súbito y asimétrico con dolor torácico, falta de aire o signos vasculares: requiere atención urgente.
Cómo se estudian y qué esperar
La evaluación comienza con un interrogatorio dirigido (inicio, duración, factores desencadenantes, antecedentes de diabetes, consumo de alcohol, cirugías, infecciones recientes) y un examen neurológico.
Analíticas básicas ayudan a detectar causas tratables (glucosa, vitamina B12, función tiroidea, marcadores autoinmunes). Según la sospecha, se solicitan resonancia magnética, potenciales evocados o estudios neurofisiológicos. En atrapamientos, la ecografía del nervio puede aportar detalles anatómicos.
El pronóstico depende del origen. Muchas neuropatías mejoran al corregir la causa, aunque la recuperación nerviosa es lenta. En la EM, el diagnóstico temprano y los tratamientos actuales han reducido la frecuencia de brotes y la progresión de discapacidad en numerosos pacientes.
Lo que sí puede hacer el paciente
Mantener un control estricto de la glucosa si hay diabetes, evitar el consumo excesivo de alcohol, asegurar una dieta con aporte adecuado de vitaminas, y revisar periódicamente fármacos potencialmente neurotóxicos con el médico.
La ergonomía en el trabajo y pausas regulares ayudan en casos de atrapamiento. Si aparecen parestesias nuevas, registre cuándo surgieron, dónde se localizan y con qué se agravan o alivian: esa información orienta el diagnóstico.
El mensaje de fondo
El hormigueo ocasional forma parte de la vida diaria. Pero cuando se instala, se repite o se acompaña de otros síntomas neurológicos, merece evaluación.
Detrás puede haber problemas tan tratables como una deficiencia de B12 o un síndrome de atrapamiento, o patologías que se benefician de intervención temprana, como la esclerosis múltiple. Identificar a tiempo la diferencia entre lo banal y lo relevante es la clave para proteger la salud neurológica.