¿Purgas y laxantes? La realidad detrás de los consejos populares para la salud intestinal

Concepto de salud intestinal.
Concepto de salud intestinal.Shutterstock

En un mundo saturado de mitos sobre la “desintoxicación” intestinal, es crucial desentrañar la realidad detrás de laxantes y enemas. Expertos en gastroenterología revelan lo que realmente contribuye a una salud digestiva óptima y cuáles son los peligros de las creencias populares.

Las redes sociales y las charlas de sobremesa están llenas de consejos para “irse de cuerpo”: desde purgas con sales y enemas “desintoxicantes” hasta tés milagrosos y laxantes “naturales”. ¿Cuánto de eso funciona y cuánto puede ser riesgoso? Esto dicen la ciencia y los especialistas en gastroenterología.

Qué es un tránsito “normal”

No existe una única frecuencia “correcta”. Para adultos sanos, ir de cuerpo entre tres veces por semana y tres veces al día puede considerarse normal, siempre que la evacuación no sea dolorosa y las heces tengan consistencia formada.

Concepto de salud intestinal.
Concepto de salud intestinal.

Cambios temporales por viajes, estrés o dieta son habituales. Lo importante es la regularidad propia de cada persona y la ausencia de signos de alarma como dolor intenso, sangrado, pérdida de peso inexplicada o anemia.

Mito 1: “Hay que purgarse para eliminar toxinas”

Las llamadas “purgas” o “limpiezas” con laxantes fuertes, enemas o preparados caseros prometen “desintoxicar”. La evidencia no respalda esa idea.

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El hígado, los riñones, los pulmones y el intestino ya cumplen, de manera continua, la eliminación de desechos. Someter el colon a vaciamientos agresivos puede provocar deshidratación, alteraciones de electrolitos (como sodio y potasio), irritación de la mucosa y, en casos extremos, perforaciones.

Tampoco hay pruebas de beneficios sostenidos sobre la salud o la piel.

Verdad: una evacuación regular se mantiene con hábitos de vida y, cuando hace falta, tratamientos indicados por profesionales, no con “detox” extremos.

Mito 2: “Los laxantes adelgazan”

Los laxantes no queman grasa ni reducen la absorción calórica de manera significativa. A lo sumo, producen una pérdida transitoria de agua y peso fecal.

Hinchazón abdominal.
Hinchazón abdominal.

Su uso para bajar de peso es ineficaz y peligroso, pues puede causar deshidratación, calambres, trastornos del ritmo cardiaco y, en personas con trastornos de la conducta alimentaria, agravar el cuadro clínico.

Verdad: el manejo del peso depende de la alimentación, la actividad física y, si es necesario, un abordaje médico-nutricional, no de laxantes.

Mito 3: “Si empiezo con laxantes, me volveré dependiente”

La “dependencia” física a todos los laxantes es un temor sobredimensionado.

Concepto de salud intestinal.
Concepto de salud intestinal.

Hay distintos tipos y se usan con objetivos diferentes:

  • Formadores de bolo (fibra soluble/insoluble como psyllium): aumentan el volumen de las heces y son primera línea para constipación crónica; no generan dependencia.
  • Osmóticos (polietilenglicol, lactulosa): atraen agua al intestino; pueden usarse a corto o largo plazo bajo indicación médica con buen perfil de seguridad.
  • Estimulantes (senósidos, bisacodilo): promueven la motilidad; útiles en uso intermitente o pautado, pero más propensos a producir cólicos o tolerancia si se abusa.

Verdad: usados correctamente, muchos laxantes son seguros. El problema es el uso indiscriminado, sin diagnóstico ni seguimiento.

Mito 4: “Lo natural no hace daño: tés, aceites y brebajes”

“Natural” no es sinónimo de inocuo. Infusiones de sen, cáscara sagrada o aloe contienen antraquinonas con efecto estimulante; su abuso puede causar diarrea, hipopotasemia y melanosis coli (pigmentación benigna, pero señal de uso crónico).

El aceite de ricino puede desencadenar cólicos intensos. Preparados con sal de Epsom o bicarbonato alteran el equilibrio ácido-base. Interacciones con fármacos (anticoagulantes, diuréticos, litio) son posibles.

Verdad: los remedios caseros también requieren criterio, dosis y vigilancia. Si se usan, que sea por tiempo limitado y con asesoramiento.

Mito 5: “Los enemas y las ‘hidroterapias de colon’ son una manera sana de limpiar”

Fuera de indicaciones precisas (preparación para estudios o impactación fecal), los enemas y las irrigaciones colónicas no aportan beneficios probados y sí riesgos: perforación, infecciones, alteraciones de electrolitos y desequilibrio de la microbiota. No “rejuvenecen” el intestino.

Verdad: el colon no necesita lavados periódicos. El mejor “mantenimiento” es un estilo de vida saludable.

Lo que sí ayuda al tránsito intestinal

Fibras.
Fibras.
  • Fibra suficiente: 25–38 gramos diarios en adultos, ajustando gradualmente para evitar gases. Fuentes: frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos. El psyllium es la fibra con mejor evidencia para constipación.
  • Hidratación: orinar claro y frecuente es una guía práctica. En climas cálidos o con actividad física, se necesita más.
  • Movimiento: caminar, nadar o ejercicios de core estimulan la motilidad. Evitar el sedentarismo prolongado.
  • Rutina y tiempo: reservar un momento regular, sin apuro, preferentemente después del desayuno por el reflejo gastrocolónico. No ignorar las ganas.
  • Postura: sentarse con apoyo para los pies que eleve las rodillas por encima de las caderas facilita la evacuación.
  • Revisión de fármacos: anticolinérgicos, opioides, suplementos de hierro o calcio pueden constipar; ajustar con el médico.

Si con estos cambios no hay mejoría tras 4–6 semanas, o si hay dolor, sangrado, anemia, fiebre, pérdida de peso o antecedentes familiares de cáncer colorrectal, corresponde consulta médica.

En constipación crónica, existen opciones seguras y eficaces más allá de los laxantes tradicionales, como secretagogos o moduladores de la motilidad, indicados por especialistas.

No hay atajos ni “purgas milagrosas” para un tránsito intestinal saludable. La evidencia desmiente la necesidad de “desintoxicar” el colon con enemas o brebajes y desalienta el uso de laxantes con fines estéticos.

La vía más segura y efectiva combina hábitos sostenibles y, cuando corresponde, tratamientos guiados por profesionales. La regla de oro: más prevención y menos extremos.