Las redes sociales y las charlas de sobremesa están llenas de consejos para “irse de cuerpo”: desde purgas con sales y enemas “desintoxicantes” hasta tés milagrosos y laxantes “naturales”. ¿Cuánto de eso funciona y cuánto puede ser riesgoso? Esto dicen la ciencia y los especialistas en gastroenterología.
Qué es un tránsito “normal”
No existe una única frecuencia “correcta”. Para adultos sanos, ir de cuerpo entre tres veces por semana y tres veces al día puede considerarse normal, siempre que la evacuación no sea dolorosa y las heces tengan consistencia formada.

Cambios temporales por viajes, estrés o dieta son habituales. Lo importante es la regularidad propia de cada persona y la ausencia de signos de alarma como dolor intenso, sangrado, pérdida de peso inexplicada o anemia.
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Mito 1: “Hay que purgarse para eliminar toxinas”
Las llamadas “purgas” o “limpiezas” con laxantes fuertes, enemas o preparados caseros prometen “desintoxicar”. La evidencia no respalda esa idea.
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El hígado, los riñones, los pulmones y el intestino ya cumplen, de manera continua, la eliminación de desechos. Someter el colon a vaciamientos agresivos puede provocar deshidratación, alteraciones de electrolitos (como sodio y potasio), irritación de la mucosa y, en casos extremos, perforaciones.
Tampoco hay pruebas de beneficios sostenidos sobre la salud o la piel.
Verdad: una evacuación regular se mantiene con hábitos de vida y, cuando hace falta, tratamientos indicados por profesionales, no con “detox” extremos.
Mito 2: “Los laxantes adelgazan”
Los laxantes no queman grasa ni reducen la absorción calórica de manera significativa. A lo sumo, producen una pérdida transitoria de agua y peso fecal.

Su uso para bajar de peso es ineficaz y peligroso, pues puede causar deshidratación, calambres, trastornos del ritmo cardiaco y, en personas con trastornos de la conducta alimentaria, agravar el cuadro clínico.
Verdad: el manejo del peso depende de la alimentación, la actividad física y, si es necesario, un abordaje médico-nutricional, no de laxantes.
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Mito 3: “Si empiezo con laxantes, me volveré dependiente”
La “dependencia” física a todos los laxantes es un temor sobredimensionado.

Hay distintos tipos y se usan con objetivos diferentes:
- Formadores de bolo (fibra soluble/insoluble como psyllium): aumentan el volumen de las heces y son primera línea para constipación crónica; no generan dependencia.
- Osmóticos (polietilenglicol, lactulosa): atraen agua al intestino; pueden usarse a corto o largo plazo bajo indicación médica con buen perfil de seguridad.
- Estimulantes (senósidos, bisacodilo): promueven la motilidad; útiles en uso intermitente o pautado, pero más propensos a producir cólicos o tolerancia si se abusa.
Verdad: usados correctamente, muchos laxantes son seguros. El problema es el uso indiscriminado, sin diagnóstico ni seguimiento.
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Mito 4: “Lo natural no hace daño: tés, aceites y brebajes”
“Natural” no es sinónimo de inocuo. Infusiones de sen, cáscara sagrada o aloe contienen antraquinonas con efecto estimulante; su abuso puede causar diarrea, hipopotasemia y melanosis coli (pigmentación benigna, pero señal de uso crónico).
El aceite de ricino puede desencadenar cólicos intensos. Preparados con sal de Epsom o bicarbonato alteran el equilibrio ácido-base. Interacciones con fármacos (anticoagulantes, diuréticos, litio) son posibles.
Verdad: los remedios caseros también requieren criterio, dosis y vigilancia. Si se usan, que sea por tiempo limitado y con asesoramiento.
Mito 5: “Los enemas y las ‘hidroterapias de colon’ son una manera sana de limpiar”
Fuera de indicaciones precisas (preparación para estudios o impactación fecal), los enemas y las irrigaciones colónicas no aportan beneficios probados y sí riesgos: perforación, infecciones, alteraciones de electrolitos y desequilibrio de la microbiota. No “rejuvenecen” el intestino.
Verdad: el colon no necesita lavados periódicos. El mejor “mantenimiento” es un estilo de vida saludable.
Lo que sí ayuda al tránsito intestinal

- Fibra suficiente: 25–38 gramos diarios en adultos, ajustando gradualmente para evitar gases. Fuentes: frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos. El psyllium es la fibra con mejor evidencia para constipación.
- Hidratación: orinar claro y frecuente es una guía práctica. En climas cálidos o con actividad física, se necesita más.
- Movimiento: caminar, nadar o ejercicios de core estimulan la motilidad. Evitar el sedentarismo prolongado.
- Rutina y tiempo: reservar un momento regular, sin apuro, preferentemente después del desayuno por el reflejo gastrocolónico. No ignorar las ganas.
- Postura: sentarse con apoyo para los pies que eleve las rodillas por encima de las caderas facilita la evacuación.
- Revisión de fármacos: anticolinérgicos, opioides, suplementos de hierro o calcio pueden constipar; ajustar con el médico.
Si con estos cambios no hay mejoría tras 4–6 semanas, o si hay dolor, sangrado, anemia, fiebre, pérdida de peso o antecedentes familiares de cáncer colorrectal, corresponde consulta médica.
En constipación crónica, existen opciones seguras y eficaces más allá de los laxantes tradicionales, como secretagogos o moduladores de la motilidad, indicados por especialistas.
No hay atajos ni “purgas milagrosas” para un tránsito intestinal saludable. La evidencia desmiente la necesidad de “desintoxicar” el colon con enemas o brebajes y desalienta el uso de laxantes con fines estéticos.
La vía más segura y efectiva combina hábitos sostenibles y, cuando corresponde, tratamientos guiados por profesionales. La regla de oro: más prevención y menos extremos.