Lo que parece un juego de fantasía es, en realidad, un plan de restricción calórica extremo, que carece de base científica y puede causar daños graves a la salud física y emocional. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un consumo diario de entre 1.600 y 2.500 calorías de calidad según la edad y el metabolismo; la dieta de las princesas, en cambio, propone niveles peligrosamente bajos de 300 a 600 calorías. Entre los riesgos se incluyen déficit nutricional, pérdida de masa muscular, alteraciones del corazón, hígado y riñones, insomnio, irritabilidad y, en casos graves, trastornos de conducta alimentaria.
El viral también se acompaña de interacciones preocupantes: en los comentarios, niñas y adolescentes preguntan por grupos de apoyo para seguir la dieta o celebran haberla completado. “¿Alguien tiene un grupo donde me puedan ayudar a bajar de peso? Voy a hacer la dieta de Ariel. Les aviso si me funciona o no”, se lee en uno de los mensajes más compartidos.
Especialistas advierten que estas tendencias no son simples retos: romantizan la delgadez y disfrazan los trastornos de conducta alimentaria con brillos y coronas. La psicóloga Johana Romero explica que factores como baja autoestima, perfeccionismo, críticas constantes sobre el cuerpo y la exposición a redes sociales pueden desencadenar este tipo de conductas.
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Qué pueden hacer los padres y tutores:
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- Mantener conversaciones abiertas, sin juicios, sobre alimentación y salud.
- No normalizar comentarios sobre el peso o la delgadez frente a las niñas.
- Reforzar la autoestima destacando cualidades como inteligencia, amabilidad, talentos y esfuerzo.
- Supervisar el contenido que consumen en redes sociales, activando filtros de control parental.
- Consultar inmediatamente con un profesional si se detectan señales de conductas alimentarias restrictivas.
La diversión de ser princesa no debería convertirse en un riesgo para la vida. Las redes sociales y los estándares de belleza actuales exponen a la infancia y adolescencia a peligros nunca antes vistos, y la acción y atención de adultos responsables es más urgente que nunca para proteger la salud física y emocional de las niñas.