En el marco del Día de la Amistad, celebrado cada 30 de julio en varios países de la región, las redes sociales se llenan de mensajes, memes y reflexiones sobre el valor de la compañía y la confianza que caracteriza a los verdaderos amigos.
Pero, más allá de los regalos y los saludos, existe un aspecto cotidiano que muchas veces se subestima y que, según expertos, tiene un importante valor psicológico dentro de las relaciones: chismear.
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El acto de conversar sobre la vida de los demás —popularmente conocido como “chisme”— suele asociarse a aspectos negativos como el rumor, la crítica o incluso la difamación.

Sin embargo, desde la psicología social, el chisme, dentro de ciertos límites y en entornos de confianza, cumple funciones esenciales en la construcción y el fortalecimiento de los lazos interpersonales.
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¿Por qué chismeamos con nuestros amigos más cercanos?
De acuerdo con un estudio publicado en la revista científica Social Psychological and Personality Science, compartir información confidencial, anécdotas y opiniones sobre terceros permite reforzar el sentido de pertenencia y complicidad en los grupos de amigos.
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El chisme, lejos de ser una charla banal, funciona como una herramienta poderosa para fortalecer vínculos. A través de estas conversaciones se comparten valores, se refuerzan lealtades y se genera un espacio de confianza donde es posible expresarse emocionalmente sin juicio.

Chismear, además, ayuda a procesar emociones y aclarar perspectivas. No es raro que, ante una situación ambigua o conflictiva, las personas busquen a su amigo o amiga de confianza para desahogarse: contar lo ocurrido, intercambiar opiniones y, muchas veces, recibir consejos.
Este intercambio funciona casi como una especie de “terapia entre pares” que brinda validación y alivio emocional.
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El efecto protector del chisme “positivo”
Diversos estudios apuntan a que no todos los chismes son iguales. El psicólogo inglés Robin Dunbar, conocido por sus investigaciones sobre el comportamiento social humano, sostiene que “el chisme positivo”, aquel que implica preocupaciones genuinas, admiración o protección hacia personas cercanas, contribuye a crear redes de apoyo más sólidas y saludables.

Por ejemplo, compartir la noticia de un ascenso laboral de un amigo en común, expresar admiración por cómo alguien manejó una situación difícil o advertir sobre una posible decepción, suelen fortalecer los lazos y demostrar interés por el bienestar del grupo.
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Cuidado con los límites: el chisme destructivo
Si bien tiene un rol social, los especialistas advierten sobre la importancia de identificar y evitar el “chisme tóxico”: aquel que busca desacreditar, crear conflictos o difundir información falsa.
Este tipo de conversaciones puede provocar heridas emocionales y fracturar relaciones valiosas. No es casualidad que, en el imaginario popular, el chisme malintencionado sea señalado como uno de los principales enemigos de la amistad verdadera.
Por ello, los expertos recomiendan practicar la empatía y el respeto durante las conversaciones, asegurándose de que la información que se comparte no atente contra la dignidad de otras personas.
Un ritual de confianza y cuidado
En suma, chismear entre buenos amigos —siempre que se mantengan claros los límites del respeto y la integridad— puede ser un valioso ritual de confianza.
En tiempos donde la conexión humana se vuelve cada vez más virtual, estos pequeños momentos de confidencia y complicidad refuerzan lazos, alivian cargas y celebran la genuina amistad.
Así, este Día de la Amistad, más allá de las grandes celebraciones, vale la pena reivindicar esos encuentros casuales en un café o una videollamada, donde, entre risas y alguna que otra confidencia, recordamos por qué los buenos amigos son tan esenciales en nuestra vida.