Romper la timidez

Comúnmente hay padres que suelen pasar vergüenza porque sus hijos no quieren saludar. Para muchos no hay manera de lograr que se abran con las visitas. ¿Cuál es la manera de enfocar esta situación?, ¿hasta dónde debemos fijarles las exigencias de sociabilidad?

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“Muchos papás y mamás fuimos educados en la vergüenza: “¡¿No te da vergüenza haber hecho/dicho/portado de tal manera?!”. Hoy es importante que eduquemos para que las nuevas generaciones actúen basadas en la conciencia de lo que nos hace convivir mejor. Existe una preocupación frecuente de los padres fundada en el mito de que ser sociable está bien y ser tímido, mal. Esto es falso, cada niño es diferente y no hay necesidad de convertirlo en alguien que no es, excepto que sean problemas que obstaculicen su vida diaria, juegos, actividades. Se puede tener 2 o 3 amigos, hablar poco con el resto y ser muy feliz”, dice abriendo la nota la psicóloga Gabriela Vergara. Específicamente sobre el saludo, Vergara afirma que los niños pequeños suelen ser muy diferentes en este aspecto, pero que es bastante común que no les guste saludar a desconocidos. Las razones bien podrían ser al estilo de vida moderno, en las cuales el niño crece aislado, encerrado en la casa o departamento, sin contacto con los vecinos; tampoco hay que descartar el punto de que sean hijos de padres introvertidos. Sobre las prevenciones es bueno mencionar que, generalmente, les decimos a los chicos que no hablen con desconocidos. “Los niños pueden tomarlo literalmente, por eso sienten miedo ante una visita que no conocen. No es conveniente obligarlos a saludar o regañarlos frente a otras personas, esto lo hacen sentirse inseguros de sí mismo, desvalorizarse y cerrarse aún más”. Obligarlo a dar un beso no es lo mismo que pedirles que pasen la mano. El contacto, si surge, tiene que darse de manera espontánea y natural. No debemos apresurarnos, los niños pueden parecernos grandes (cuatro, cinco años) para no saludar, sin embargo, no hay que preocuparse, pues la conducta puede variar en un par de años. La edad en que comienzan a soltarse socialmente varía, algunos lo hacen desde muy pequeños, un año y medio o dos, según la costumbre que se tenga de interactuar con la gente y de su grado de extroversión.

El estilo en que saludan debe respetarse, no importa si lo copiaron de algún personaje de moda de la tele, ya encontrarán su manera particular. Un leve choque de puños, un pulgar levantado, una sonrisa son saludos válidos y sustituyen perfectamente al acartonado “buen día, ¿cómo está señor/señora?”. “Si las cosas se dan de forma sencilla es mucho mejor porque un gesto simple los educa y divierte, además debemos situarnos en su época”. Muchas veces justificamos esa falta de sociabilidad con la vergüenza e insistimos en charlar sobre el asunto. Según la licenciada Vergara no es recomendable forzar el tema de la vergüenza, “si es difícil para los adultos, qué será para los chicos. Es primordial no generar culpa ‘por no haber saludado’”. Si nosotros somos cordiales y educados, nuestros hijos lo serán y lo demostrarán a su debido tiempo. Los niños suelen imitar a sus padres; si estos son extrovertidos, hay posibilidades de que repitan la conducta. También podemos llegar a hacer tratos previos: si saludan obtendrán una recompensa, pero no obligarlos ni denigrarlos frente a otros. La psicóloga finaliza: “No hay recetas, cada niño es diferente; lo que sí es posible hacer es conversar con él sobre la importancia de ser amables, de tener buenos modales y, sobre todo, enseñemos con el ejemplo”.

Romper los límites

La extrema timidez puede ser la causa que impida saludar, de esta manera los niños pierden excelentes oportunidades de desenvolvimiento personal. Podemos ayudar a los niños considerando 3 tips:

1) Hacerlos practicar conductas sociales con personas conocidas, por ejemplo, mirar a la persona a los ojos, charlar y preguntar. Sonreír, eso les dará seguridad.

2) Tildar con ellos frases que rompan el hielo, animarse a invitar a otro niño un dulce, proponer un juego. Los niños —cuando están solos— suelen entenderse muy bien, generalmente es la mirada de los adultos la que los condiciona.

3) Dialogar sobre la importancia de saber hacernos aceptar como somos y de aceptar a los demás tal cual son.

Texto lperalta@abc.com.py

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