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En ocasiones, la intolerancia y alergia alimentarias se mezclan, ocasionando confusiones en la mayoría de las personas. Sin embargo, estas guardan diferencias puntuales y, para marcarlas, conversamos sobre ello con dos profesionales.
La doctora Laura Mendoza de Arbo, máster en Nutrición Clínica del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile, es directora del Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición (INAN). La misma explica que la alergia alimentaria es una manifestación ocurrida a consecuencia de una respuesta inmunológica exagerada, producida por inmunoglobulina E (IgE), inmunocomplejos o inmunidad celular, ante la presencia de un alérgeno, es decir, una sustancia que puede inducir una reacción de hipersensibilidad en personas susceptibles y que los síntomas se presentan de forma constante y repentina durante las primeras dos horas posteriores a la ingestión. Distingue que la intolerancia no está involucrada con una respuesta inmunológica, y aclara que “sucede cuando una persona consume un alimento y su organismo no crea anticuerpos suficientes para combatir un determinado aditivo contenido en él. Por ejemplo, la intolerancia a la lactosa se origina por un déficit de la enzima digestiva que descompone el azúcar de la leche. Sus manifestaciones son frecuentemente gastrointestinales, colitis, meteorismo, vómito y urticaria”. Mendoza manifiesta, además, que a diferencia de la intolerancia, la alergia puede desencadenar complicaciones adversas muy graves, como la anafilaxia –una reacción inmunitaria generalizada del organismo que constituye una aparición rápida de náusea, vómito, colitis, fatiga y pérdida del conocimiento– llegando al shock y la mortalidad si no se brinda el tratamiento oportuno.
“Los responsables de la mayoría de las reacciones alérgicas se determinaron en estudios de gran escala realizados en otros países. Cabe aclarar que estas poblaciones mantienen un estilo de vida diferente a nuestro país. Se determinó que, en los niños, los principales alérgenos causantes son leche de vaca, trigo, huevo, pescado, maní, nuez y soja. En los adultos, mencionan también al maní, nuez, pescado y marisco”, continúa la especialista y asegura que conociendo los antecedentes familiares se podría predecir la posibilidad de que existan problemas provocados por alergias alimentarias. Los más propensos a sufrir son personas con predisposición genética hacia las enfermedades atópicas. El primer paso para un diagnóstico fiable es conseguir un historial detallado acerca de los antecedentes médicos del paciente. “Se deben analizar los indicios y observar su reaparición al efectuar una contraprueba, por lo menos en dos oportunidades. Los exámenes de laboratorio, tales como IgE total, IgE específica e IgG4 específica, son de relativa utilidad, pero no muestran el diagnóstico, por lo tanto, no reemplazan a la contraprueba”, aclara.
Edad y prevención
Por su parte, la licenciada Natalia González, máster en Nutrición Clínica del INTA y encargada de la dirección de Nutrición del INAN, señala que la prevalencia de la alergia es mayor durante la infancia y disminuye con la edad, pero advierte que también puede ocurrir en cualquier periodo de vida. “Las diferencias en las tasas de desaparición de la sensibilidad dependen del alérgeno, los factores individuales de la persona y el alimento, como la alergia a la proteína de la leche de vaca que se revierte con la edad, mientras que los pescados y nueces persisten en la mayoría de los pacientes. Los casos de intolerancia también se diagnostican a cualquier edad”.
En cuanto a la prevención, González sostiene que a la fecha no existe estrategia terapéutica útil para evitar el desarrollo de alergia en los individuos predispuestos. Algunas investigaciones revelan que la lactancia materna exclusiva por cuatro meses o la utilización de fórmulas hidrolizadas en niños con alto riesgo de desarrollar alergias ayudan a disminuir las posibilidades de su aparición.
Históricamente, se consideró que era adecuado retrasar el inicio de la alimentación complementaria hasta que el organismo del niño alcance la maduración del sistema inmune y digestivo. De esta manera, se prevenía la sensibilización alérgica temprana o, al menos, se reducía significativamente. Ambas profesionales coinciden en que resulta fundamental recalcar que no se recomienda comenzar esta forma de alimentación complementaria antes de los seis meses, a fin de promover la lactancia materna exclusiva por un tiempo adecuado. La leche humana entrega una nutrición ideal para el recién nacido desde el punto de vista inmunológico, fisiológico y nutricional, potenciando las defensas naturales.
Estas declaraciones permiten delimitar los orígenes de cada cuadro y, por ende, dar respuesta a las necesidades individuales de los pacientes.
Manejo de casos
A pesar de los múltiples estudios y guías disponibles actualmente acerca de la alergia alimentaria, su manejo más adecuado continúa siendo discutido, debido al amplio desconocimiento imperante en el personal de salud, conforme a la doctora Laura Mendoza de Arbo. El cambio en el plan alimentario dependerá del tipo de nutriente que ocasiona la alergia o intolerancia, especifica la nutricionista Natalia González, quien acota que “ante la alergia comprobada de nueces, deberán evitarse los productos que procedan de plantas industriales, aun si el preparado está ausente de nueces como ingrediente. Estas restricciones se acompañan fundamentalmente con educación y conocimiento”.
Texto Delia Battilana || dbattilana@abc.com.py