Nacionalizar nuestros recursos energéticos

Siempre sostuve que la mejor manera de olvidar algo en el Paraguay es publicándolo. Parece un contrasentido, pero es así. En este país olvidamos desde el más grande héroe hasta al más terrible villano. Fue así que las famosas evasiones de divisas, la quiebra fraudulenta del Banco Nacional de Trabajadores, la estafa de Gramont Berres, la del crédito chino, la crisis bancaria del 95, la misteriosa evaporación de los fondos de la Cajubi de Itaipú, entre otros casos, quedaron en el olvido. En fin, tantas omisiones como golpes al Estado hubo. Es por eso que estamos así, no solo por la corrupción, sino por la impunidad. Nos viene bien aquel pensamiento que reza: “el pueblo que olvida sus errores está condenado a repetirlos”.

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Muchos opinaron en el pasado, en este mismo espacio. Algunos lo hicieron con vehemencia y pasión; otros, con mucho equilibrio y tacto. Todos, sin embargo, coincidimos en que ni Itaipú ni Yacyretá son tratados perfectos. Habría que agregar una sola palabra en los nuevos acuerdos o en las enmiendas que se anhelan, y ese pequeño detalle cambiaría todo: equidad.

A algunos analistas los vimos muy convencidos durante años en esta columna, hasta que accedieron a cargos elevados. Fue la mejor manera de silenciarlos. El sistema descubrió su punto débil, su talón de Aquiles. Al aceptar la dádiva cambiaron automáticamente, como si fuera que los cargos son vitalicios y la ética y la moral, pasajeros. Me hace recordar la historia, hasta pintoresca, de Kili’íto Amaral, una especie de Robin Hood de la zona norte de la Región Oriental del Paraguay, que vivió en los tiempos de la pos-Guerra del Chaco. Para el poder político y económico, sin embargo, no pasaba de un cuatrero, de manera que decidieron eliminarlo.

Para el efecto el Gobierno encomendó a un héroe de guerra, el Gral. Francisco Caballero Álvarez, tan difícil misión. No tardó este militar en desplazarse al campo de acción pidiendo una entrevista personal, cara a cara, “en el lugar donde Kili’íto mande”, y a solas. Dos caballeros tratando cuestiones de Estado en un paraje que solamente ambos conocían. Se dio el encuentro y la solución que le propuso el militar fue vestir el verde olivo. Le dijo, palabras más, palabras menos: “esa distribución de riqueza que estás haciendo, queremos que lo hagas, pero en forma oficial, institucional”.

Kili’íto era un abigeo que robaba a los ricos y lo repartía a los pobres, pero lo hacía con picardía, una cierta complicidad de la población y mucha astucia; aceptó el desafío de hacerlo más fácil. Poco tiempo después, en la primera emboscada que le tendió su archirrival, un cuatrero brasileño de la zona fronteriza, un tal “Gato”, lo mató. Opa ikurundu, oho chugui isanto, decían los lugareños. Se volvió oficialista, pero murió como luchador social.

Otros, sin embargo, como el doctor de Gásperi, el Gral. Pozzo y unos pocos elegidos de la pluma, por decir de alguna manera, se desprendieron del lastre oficialista para poder trascender y darnos una esperanza en esta difícil misión de recuperar nuestra soberanía energética. La visión sobre la problemática jurídica y estratégica de estos analistas tiene a nuestros “socios condóminos” en vilo. Saben que si esto brota el Paraguay puede reclamar en los foros internacionales una devolución de lo escamoteado desde la Guerra del 70. Itaipú y Yacyretá, en ese caso, quedan a la altura de una zapatilla.

Pero están los defensores del atraso, de la inercia histórica, de la política pendular, del miedo, del “cháque” (cuidado) al gigante que despertaremos. Olvidan que David venció a Goliat con una simple honda, con coraje y temor a Dios. ¿Cómo puede trascender un país como Brasil desconociendo a un pueblo heroico, con historia indeleble como es el Paraguay? ¡Jamás podrá hacerlo sin otro genocidio! Y la Argentina, ¿se olvida de que Asunción la refundó en la colonia? ¿Cómo puede olvidar también a sus ancestros comunes, los guaraníes, que poblaron gran parte de su actual territorio?

Pero, ya lo dijo Albert Einstein: no podemos resolver problemas distintos usando las mismas soluciones. En Itaipú y Yacyretá estamos atravesando un gran momento en cuanto a oportunidades. Tal vez dentro de 10 años el escenario será diferente. Hacemos los cambios ahora o nunca. O rompemos los paradigmas ahora o nunca. Como dice el Ing. Axel Benítez, las crisis energéticas de nuestros vecinos son nuestras mejores oportunidades de renegociación. Se debe entender que la energía es un bien estratégico, no solo un bien económico.

En Itaipú tendremos que hablar hasta el cansancio sobre el Acuerdo Lugo-Lula. Recordarle que la exclusa de navegación es vital para nosotros aunque nimio para ellos, con miles de kilómetros de costas. Tendremos que convencerle de que la Subestación Margen Derecha, SEMD, así como toda la energía de 50 Hertz nos pertenecen en forma vitalicia, no solamente la deuda.

En Yacyretá los problemas son muy parecidos, pero las soluciones distintas. Las aguas nos pertenecen en forma igualitaria, aunque esta no se compadece con el territorio inundado.

El reparto energético hoy deja al SIN (Sistema Interconectado Nacional, paraguayo) como un subsistema argentino. El Plan Maestro de la ANDE 2014-23, idealizado en un escenario pesimista, solo avizora la demanda.

La ANDE no piensa en una expansión industrial, en una política económica de “sustitución de importaciones”, como los argentinos lo hicieron con Juan Domingo Perón y Brasil con Juscelino Kubitschek.

Nuestras grandes obras, las estrictamente necesarias, vitales, las estratégicas, siguen postergadas. No pensamos en una triangulación o corredor energético, que posibilitaría a las grandes industrias instalarse en la cuenca del Paraná, sino más bien en las próximas internas partidarias. Y ellos se ríen en comidillas diplomáticas o en carcajadas técnicas. Cuando nuestros políticos noten esta cuestión, ya estaremos totalmente colonizados y sodomizados.

Concordamos con el Dr. de Gásperi, con el Ing. Axel Benítez, con el Gral. Pozzo y otros estrategas, que llegó la hora de plantear este problema jurídico en el ámbito del derecho internacional, y no continuar buscando una solución en una mesa negociadora, donde asisten, por un lado, aprendices de la diplomacia y, por el otro lado, maestros del desarrollo y las relaciones internacionales. ¡Basta de improvisaciones!

Ya Jeffrey Sachs nos demostró que, aplicando técnicas de contabilidad, de auditoría, de matemática financiera, estadística y mucho espíritu de equidad, se podrá llegar a un acuerdo justo y sincero; pero nuestros socios están defendiendo sus intereses con garras, fuerza e inteligencia, mientras nosotros, mirando nuestro ombligo.

Equidad

Habría que agregar una sola palabra en los nuevos acuerdos o en las enmiendas que se anhelan, y ese pequeño detalle cambiaría todo: equidad.

El precio

A algunos analistas los vimos muy convencidos durante años en esta columna, hasta que accedieron a cargos elevados. Fue la mejor manera de silenciarlos.

(*) Vicepresidente de la Sociedad de Ingenieros Liberales del Alto Paraná.

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