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Acompañando el crecimiento de la población, específicamente de aquellas franjas de edades situadas entre los 18 y los 25 años, las universidades han construido una oferta que aprovecha una demanda creciente y sobre todo, el imaginario colectivo extremadamente positivo en torno a la educación como concepto general, ya que se estima que la misma mejora y expande las habilidades, conocimientos para el logro de empleos de mayor calificación y por lo tanto, de mejores ingresos.
La educación en general y la educación universitaria en particular han sido concebidas como las plataformas de ascensión social y de mejoramiento del estatus, sobre todo en épocas donde la demanda de profesionales, técnicos o investigadores no era muy significativa. Actualmente, el crecimiento y la expansión de la economía, que hace emerger diversos subsectores y áreas del conocimiento que hasta hace muy poco tiempo no se disponían ni se necesitaban, generan nuevos incentivos para apostar por el fortalecimiento del capital humano. De igual forma, la sofisticación de los procesos productivos exige niveles cada vez más altos de conocimiento técnico.
Bono demográfico desaprovechado
La estructura poblacional de Paraguay se caracteriza por disponer de una cantidad importante de jóvenes en edad de trabajar, lo que se denomina bono demográfico, es decir que el país cuenta con una fuerza de trabajo que debe ser aprovechada para generar crecimiento económico y desarrollo social. Sin embargo, en la medida en que esta población joven no logre emplearse, el bono no se aprovecha, generándose un problema de desempleo juvenil y adulto. Las políticas públicas tenían que intervenir con más fuerza y eficiencia en la incorporación de una mayor cantidad de jóvenes al mercado laboral.
Sin embargo, la ecuación es aún más compleja puesto que en la medida en que los jóvenes no satisfagan las necesidades de empleo en términos de capacidad laboral, se desperdician las oportunidades. De esta forma, existen altas demandas de puestos con habilidades específicas que no encuentran una oferta adecuada. De forma inversa, los jóvenes sin capital humano, es decir sin formación especializada y técnica, difícilmente podrán responder a la demanda del mercado, logrando solo los espacios de menor calificación y por ende, de menor paga.
Hasta hace solo tres décadas, la estructura productiva tradicional de Paraguay ha sido eminentemente primaria, donde la agricultura y la ganadería, practicadas en zonas rurales, se nutrían escasamente de las innovaciones tecnológicas y de conocimiento científico. Si a esto se agrega la débil irrupción del sector secundario, el industrial, y una gama limitada de servicios y comercios, se comprende al menos en parte la muy baja inversión en capital humano de la población.
No se debe olvidar que el acceso al conocimiento históricamente se circunscribió principalmente a Asunción y a otros centros urbanos de relevancia, mientras que en varias regiones del país la oferta de educación superior es reciente y responde a un nuevo modelo cultural y económico. En efecto, una buena parte de la población joven de las áreas rurales se proyecta hacia un futuro mucho más amplio y diverso que las generaciones anteriores. Hoy, ante la profunda crisis del modelo de la agricultura familiar campesina, los jóvenes rurales prefieren vincularse a las economías urbanas que a la subsistencia tradicional de la agricultura. La inserción a las dinámicas urbanas por parte de los jóvenes, especialmente fuera de Asunción y los demás centros urbanos fronterizos, se produce por las universidades, verdaderas puertas de entrada a los nuevos sectores dinámicos de la economía paraguaya: el comercio y los servicios.
Problemática de la educación universitaria al desnudo
Un estudio técnico preliminar realizado por la Universidad de Georgetown sobre la educación superior en Paraguay (disponible en http://mifuturo.gov.py/v1/index.php/informe-tecnico-de-la-universidad-de-georgetown/) revelaba algunos de los graves problemas que afectan a la formación del capital humano y por lo tanto limitan, obstaculizan y frenan el crecimiento económico, además de frustrar a una generación que abriga esperanzas y construye expectativas en torno a la educación universitaria como catapulta a mejores condiciones de vida.
Informe sobre la situación paraguaya
El informe técnico de la prestigiosa universidad norteamericana reconoce un “sistema ineficaz de educación básica y media que gradúa del secundario solo el 30% de los ingresantes en la primaria y muchos de estos sin el nivel necesario para realizar estudios terciarios. Esto claramente indica que junto a la presente iniciativa para realizar una reforma de la educación superior hay que encarar un proceso de reforma de la educación básica y media”. Desde esta perspectiva, las debilidades estructurales que se acarrean desde los ciclos anteriores complican el desempeño en la universidad y requieren de medidas de envergadura para su corrección.
En otro apartado, el citado informe refiere que “no hay incentivos para buscar la excelencia educativa –la principal motivación para realizar estudios superiores es la obtención de titulaciones. Aunque el costo de las matrículas suele ser bajo, comparadas con los estándares internacionales, este monto representa una parte importante de los ingresos de los estudiantes y de sus familias, especialmente los de menores ingresos. Por lo general, la mayoría de los estudiantes terciarios tiene empleos de tiempo completo, lo que convierte a la educación en una segunda prioridad”. Este punto es extremadamente importante, debido a que la demanda por estudios superiores no ha incorporado a la calidad como valor diferenciador como también lo menciona el informe, por “algunos problemas que son culturales, como la aversión a la lectura, que se percibe generalizada en todos los niveles socioeconómicos”.
Definitivamente la entrada de Paraguay a la modernidad no es ni será fácil, puesto que persisten las actitudes y las prácticas sociales que no siempre se asocian con el esfuerzo, la persistencia ni la calidad. Estos valores juegan como requisitos para una integración eficiente y exitosa al mundo globalizado, que termina siendo el lugar donde se desarrollan los procesos productivos.
Las universidades paraguayas no cumplen con el rol vital para las que fueron creadas, debido a que reciben estudiantes con déficits de formación y conocimiento, quienes terminan manteniendo o agravando su bajo nivel en estas casas de estudio. En muchos casos “pasar” por la universidad constituye más un protocolo institucional para adquirir estatus, que la adquisición de herramientas técnicas, de razonamiento y de conocimiento general y específico.
El informe de la Universidad de Georgetown indica también que “dentro de las 46 universidades privadas, una proporción reducida aspira a convertirse en instituciones de élite, de alta calidad y con matrículas relativamente altas, según estándares en Paraguay (más de US$ 300 al mes). La mayoría de las universidades privadas se esmeran por mantenerse económicamente viables ofreciendo una calidad educativa regular, cobrando matrículas intermedias entre los US$ 100 y US$ 200 al mes. El resto de las universidades privadas ha decidido adoptar un modelo de negocio que ofrece educación de baja calidad, pero con un costo mínimo de matrícula de alrededor de US$ 30 al mes. El bajo costo relativo de las matrículas y la poca exigencia académica que ofrecen algunas instituciones ha captado la atención de estudiantes extranjeros fundamentalmente del Mercosur (Brasil y Bolivia, entre otros países) en busca de titulaciones fáciles y económicas”. Estas críticas irrebatibles no parecen tener opciones de transformación. Peor aún, la oferta universitaria paraguaya se vuelve atractiva para una demanda “apurada y sin esfuerzo”, tanto a nivel nacional como internacional. Este modelo de universidad fácil, sin rigor y rápida, ha atrapado inclusive a estudiantes de Angola.
En un último punto analítico del informe mencionado, se afirma que “de manera general, el nivel de preparación académica de los profesores es muy baja. La gran mayoría tienen títulos de grado (licenciatura o equivalente) y muy pocos poseen estudios de postgrado (maestría o doctorado). Gran parte de los profesores no tiene preparación pedagógica ni incentivos para mantenerse al día con sus respectivos campos y disciplinas académicos. A su vez, casi todos los docentes son esencialmente adjuntos, es decir, están contratados por curso y van de una institución a otra, o incluso poseen una segunda o tercera fuente de ingresos en actividades no académicas. Además, los salarios de los mismos son realmente bajos, lo que impide la atracción de profesores de alta calidad y dedicación exclusiva a la enseñanza superior”.
Al igual que los docentes, los estudiantes universitarios se preocupan más de cuestiones administrativas, que de la calidad de la enseñanza. La primavera estudiantil más conocida como “UNA no te calles” se preocupó casi con exclusividad de problemas de corrupción, dejando prácticamente intacto el modelo de gestión y de gobierno de la universidad con mayor renombre del país. La presencia de intereses ajenos a la construcción del conocimiento, como por ejemplo, de figuras políticas sin trayectoria ni reconocimiento en el ámbito de las ciencias, ha trastrocado el fin mismo de las universidades, pues estas ya no son plataformas de investigación y enseñanza, sino un mero mecanismo burocrático para la obtención de credenciales laborales que de por sí no aseguran habilidades cognitivas propias del proceso enseñanza-aprendizaje.
Las instituciones públicas que deberían regular a las universidades, sobre todo atendiendo la proliferación de las mismas, no han sido eficientes y han aportado solo un eslabón más de burocracia, que terminan consolidando el negocio y no erradicándolo. Con estas condiciones, parece difícil que Paraguay transite de forma deseada y exitosa su paso hacia una economía del conocimiento y no base casi exclusivamente su estrategia de crecimiento en factores climáticos o de precios internacionales de commodities.
Los sectores económicos requieren con urgencia una nueva generación de profesionales y de técnicos, con conocimiento actualizado, capacidad creativa, innovadora y de adaptación, para hacer que el crecimiento económico se convierta también en desarrollo social.
Oferta educativa: distribución geográfica y áreas del conocimiento
La productividad de la mano de obra está definida en buena medida por el conjunto de conocimiento y entrenamiento que ha tenido una persona. A mejores niveles de formación de los trabajadores, estos incrementarán la productividad de las empresas donde trabajan, generando un efecto de arrastre a toda la economía en su conjunto.
A partir de los datos contenidos en la innovadora y valiosa plataforma denominada Mi Futuro, y disponible en http://mifuturo.gov.py, es posible analizar el despliegue geográfico de la oferta así como la distribución de áreas del conocimiento. La oferta total de educación universitaria en todo el país es de poco más de 18.000 carreras de grado y de postgrado, incluyendo cursos de especialización, maestrías y doctorados. Como puede observarse en el cuadro correspondiente, existe una gran concentración de la oferta en una porción muy pequeña del territorio nacional, Asunción y el departamento Central principalmente, con cerca de 5.000 cursos lanzados en las diferentes universidades.
Las carreras de grado y postgrado siguen la misma lógica de distribución, concentrándose en aquellas zonas de mayor poblamiento, aunque la oferta también está presente en áreas que no presentan altos niveles de crecimiento. En este sentido, el rol que tienen las universidades en fijar población, especialmente rural, es de relevancia.
En efecto, una buena proporción de los estudiantes de las universidades del interior del país provienen de zonas rurales. Nótese también la cantidad y distribución de maestrías y doctorados en diferentes puntos del país. Este análisis de la oferta numérica de opciones de estudios universitarios debe complementarse con el estudio de la calidad de los mismos.
El destacado investigador paraguayo Antonio Cubilla indicaba recientemente que la universidad requería una gran revolución para lograr cumplir sus objetivos. La ciencia, el conocimiento y la investigación no son elementos desvinculados de la economía, sino poderosas herramientas para dotar de mayor fuerza productiva, innovadora y competitiva a todos los sectores.
El desafío es inmenso, pero las señales de mejoría no son ni claras ni muy alentadoras.
* La calidad de la educación universitaria impartida en Paraguay continúa siendo el gran problema que enfrenta la estructura educativa del país, y que debería ser el centro de la política pública, antes que asignar más presupuesto para mantener un débil modelo.
* Las universidades no cumplen con el rol de su creación, debido a que reciben estudiantes con déficits de formación y conocimiento, quienes terminan manteniendo o agravando aún más su bajo nivel. En muchos casos “pasar” por la facultad se constituye más en un protocolo institucional.
* El objetivo debería ser lanzar al mercado un capital humano que responda a las exigencias laborales de elevados parámetros profesionales y que no terminen afectando el desarrollo económico del país, albergando mano de obra no calificada, y empujando a las empresas a importar profesionales.