De pronto, la bulliciosa irrupción de un nutrido grupo de estudiantes de la media, con intenciones de conocer cómo se hace un diario, alteró nuestra rutina.
Tal vez sin proponerse, el colega que fungía de orientador y nuestros ocasionales visitantes se detuvieron ante el lugar de la redacción donde cotidianamente realizo mis actividades.
“Si quieren saber algo de Itaipú o de Yacyretá, pregúntenle a este colega, porque es el especialista en la materia”, sugirió el guía. Los chicos, con una mezcla de curiosidad e impaciencia propias de gente joven comenzaron a rodearme y a observarme.
...Pero antes de seguir con el relato, confieso que siento la irrefrenable necesidad de aclarar que la especialización que me atribuía el colega no es el resultado de una acumulación de títulos académicos, sino de un porfiado ejercicio de la profesión, así como de una insaciable curiosidad, despierta hasta hoy pese al transcurso de los años.
Los chicos se dispusieron a escucharme, pero como los minutos pasaban y el silencio se volvía incómodo, tomé la iniciativa y les formulé una pregunta con la cual trataba de mezclar el interés por las binacionales que presumía el guía con el tema que hoy monopoliza la atención de nuestros compatriotas: la suerte de la selección nacional de fútbol en su intento por, una vez más, ganarse un lugar en la copa mundial de fútbol.
–¿Quién sabe cómo se llama el técnico actual de la selección paraguaya de fútbol? fue la primera pregunta. La respuesta, categórica, como para que no me queden dudas, y en coro, no se hizo esperar, ¡Gustavo Alfaro!
La segunda pregunta, casi desafiante, les sorprendió e inclusive borró de sus rostros esa sonrisa sobradora que habían esbozado al escuchar la pregunta que, por la pregunta, no sabía nada de fútbol y mucho menos de la selección.
–¿Quién conoce al director técnico de Itaipú? fue la siguiente pregunta y, de nuevo, un pesado silencio interrumpió la sesión de preguntas y respuestas.
Con la segunda pregunta, otra aclaración se impone, no pretendía equiparar el peso, la fama del exitoso director técnico de la selección paraguaya con la de un funcionario, relevante en el organigrama de la administración de la entidad binacional, pero desconocido para el público en general. Busqué aprovechar la semejanza en los nombres de ambas funciones y de esa manera evaluar el conocimiento que tenían de Itaipú.
El encuentro entre el viejo periodista y los jóvenes estudiantes despertó la curiosidad de los chicos por conocer no solo al director técnico paraguayo de Itaipú, sino también a todos sus directores y, principalmente, los aportes de la hidroeléctrica al bienestar o no del pueblo paraguayo.
Además, luego de que nuestros visitantes terminaran su visita a nuestro diario, exponernos una vez más a los cuestionamientos de nuestros lectores a la labor de difusión acerca del aprovechamiento de estas colosales fuentes de riqueza (Itaipú y Yacyretá), de las que la República del Paraguay es propietario y por partes iguales con Brasil y Argentina.

Enfaticemos empero que ese trabajo no se agosta en los editoriales, columnas, comentarios, reportajes, etc. publicados en los medios de comunicación, que corresponde también a los gobiernos, al Ministerio de Educación, a las universidades, organizaciones sociales y políticas, etc.
No es nuestra prioridad enseñar cómo funcionan Itaipú o Yacyretá, sí, categóricamente, cómo los administran. Sí que sus directores y consejeros de turno respeten los tratados respectivos, los trasgredan o interpretan según los intereses de nuestros socios, paritarios pero política, económica y militarmente más fuertes.
La experiencia enseña que los gobiernos de turno de nuestro país, por consiguiente los directores y consejeros que instalan en las binacionales, salvo honrosas excepciones, solo buscaron beneficiarse con sus salarios de primer mundo y beneficios inherentes y postergar los intereses del país.
Los hechos que prueban esa deslealtad son numerosos, la “deuda espuria de Itaipú”, “la doble indexación” impuesta a la binacional por Brasil, con el consentimiento de los directores y consejeros paraguayos de turno, son apenas los botones más visibles del muestrario del escándalo.
En Yacyretá, el viejo “Monumento a la Corrupción”, la situación es parecida o peor a la de Itaipú. Lamentablemente la lluvia de los años que pasaron están borrando esa marca que fue grabada en el frontispicio de la entidad binacional nada menos que por un jefe de Estado.
La Nota Reversal del 9 de enero de 1992, aprobada en la instancia de los Poderes Ejecutivos, impugnada en el Legislativo paraguayo, que despojó al Paraguay de una lista de compensaciones, es otro de los episodios divulgables en la existencia de Yacyretá, investigable también, en serio, aún cuando el esperado tribunal sea el que impone la historia.
El reciente acuerdo Peña-Milei, que en rigor reduce la tarifa de Yacyretá, inclusive contra las leyes de la gravedad, a US$ 28/MWh, no solo condena a la entidad binacional a la acumulación de nuevas deudas espurias, sino también a exponerse a recibir los ramalazos que provendrán de la actual deuda espuria, que según la historia oficial supera los US$ 20.000 millones, porque el acta de marras y su reglamentación, argentinas, reflotan el instrumento diplomático de 1992.
El hasta ahora utópico –preferible a que sea distópico– programa de formación sobre Itaipú no debe ahogar el histórico reclamo de soberanía paraguaya sobre los Saltos de Guairá.
Tampoco su derecho a la plena disponibilidad de la mitad de la producción de la central y vender su excedente a un justo precio, tal como lo consagra el Acta Final de Foz de Yguazú de junio 1966, con estridente eco en el Considerando del Tratado de Itaipú, firmado en abril de 1973.
Sobre este punto, el pueblo debe saber que, a pesar de su condición de propietario de la mitad de la energía que genere y que generó Itaipú, en los 41 años de producción de la central, pudo aprovechar solo alrededor del 10% y que su socio Brasil succionó al abrumador 90% faltante.
Debe incluirse asimismo que de la enorme cantidad de energía que no pudo utilizar, el 80% de la parte que le correspondía benefició al sistema eléctrico brasileño y que debido a la fórmula “cesión-compensación” que desplazó al del justo precio, en promedio, en esos 41 años, le pagaron US$ 4/MWh.
Los casos enumerados, reitero, no agotan la galería de entregas de estas relevantes porciones de la soberanía nacional, constituyen apenas los cuadros más visibles, cuya exposición continuará en las publicaciones venideras.
US$ 4
Debido a la fórmula “cesión-compensación” que desplazó al del justo precio, en promedio, en esos 41 años, le pagaron US$ 4/MWh.