¿Tenemos libre mercado en el transporte de pasajeros?

El presente ensayo pretende mostrar que el servicio de transporte de pasajeros en nuestro país no es competitivo y que aun cuando sea ofertado por empresas privadas, éstas finalmente están siendo beneficiadas sin rigores de calidad ni de arbitraje continuo por parte de los usuarios. El servicio lejos de cumplir con lo establecido en los fundamentos de la economía de mercado e igualmente, lejos por no decir violatorio de la Constitución Nacional en su artículo 107 que establece la libre concurrencia.

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Empiezo diciendo algo que parecerá obvio pero que no lo es porque si así fuera hace rato que se hubiera corregido el servicio que se presta en el área de transporte de pasajeros. Y no es obvio finalmente porque el precio que se ofrece a los usuarios no está compitiendo con otros ofrecidos. El precio debe ir variando, de acuerdo a la oferta y la demanda, puede bajar, mantenerse y subir.

Esto que nuevamente es demasiado obvio pero que al parecer no lo es tanto, significa que así como el consumidor en general es el que decide qué comprar y vender, pues es lo mismo o mejor dicho debería ser lo mismo en el sector del servicio del transporte público de pasajeros.

De manera que si no hay precios que compitan entre sí quiere decir que no existe competencia y si no hay competencia entonces no hay libre mercado. Esta conclusión de nuevo resulta demasiado obvia, pero como sucede las más de las veces y como bien lo dijo Adam Smith – fundador de la economía moderna– “la retórica interesada de comerciantes e industriales” ha hecho que lo que parece ser de libre mercado finalmente es más bien un reparto de intereses y ganancias que nada tiene que ver con la economía abierta.

Efectivamente, el servicio del transporte de pasajeros es estatal en nuestro país. Su estructura de funcionamiento está relacionada a los dictados del Estado mediante su gobierno de turno, situación que termina por convertir este mercado en uno intervenido donde no existe genuina competencia y, por tanto, tampoco existe transparencia en el uso de los recursos por medio de los subsidios.

La competencia

¿Es posible la competencia en el transporte de pasajeros? Desde luego que sí. En un libre mercado, el consumidor es el que decide quiénes permanecerán en el mercado y los que deberán hacer sus respectivos ajustes para así volver a atraer el interés de la gente. Si no se da esto, pues entonces tendrán inconvenientes como una merma en sus ingresos y luego deberán cerrar el negocio o quebrar.

Mencioné más arriba a Adam Smith, padre de la economía moderna, en su señera obra “La Riqueza de las Naciones”, porque este autor mostraba recelo por ciertos empresarios pues estos tendían a proteger sus intereses creando mercados cautivos en desmedro de la competencia. En la tendencia de formar grandes corporaciones ligadas a políticos y burócratas se forman poderosos grupos de presión cuyo propósito es evitar que otros ingresen en los mercados en los que ellos tienen dominio.

Y habiéndose conformado este poderosos grupos, pues lo que buscan en contar con una “ayuda” del Estado del cual a ningún otro se le debería dar. Tornan imposible de este modo la competencia y todo aquel que desee ingresar para ofrecer el bien o servicio, pues deberán también ajustarse a las “reglas” que aquellos crearon juntamente con los políticos y burócratas, todo lo cual exigirá en su momento el canon o “permiso” correspondiente.

Por si alguien se atreva a ser competitivo (mejor precio y calidad) el cártel administrado por los ahora dueños de ese mercado le harán saber que no es el consumidor el que decide sino que son ellos los verdaderos mandamases del mercado del transporte de pasajeros.

Efecto subsidio

El subsidio ciertamente empuja el precio del pasaje hacia abajo, pero lo hace de modo artificial. El precio del pasaje, la calidad del servicio y el plazo de duración de las licencias se encuentran en estrecha relación. El subsidio es una perversión económica y una descarada inmoralidad. ¿Por qué sacarle a la gente parte de su dinero para darle a otros? ¿Por qué sacarle a una persona su dinero por medio del subsidio correspondiente si no usa el transporte de pasajeros?

El servicio del transporte de pasajeros no es diferente a otros como se ha intentado hacerle creer a la gente. Es un servicio y como tal compatible con el que realiza un zapatero, un enfermero, el albañil o el que hace delivery de pizzas o hamburguesas. Todos estos servicios tienen como propósito obtener un beneficio en dinero, desde luego. Capitalizar la actividad forma parte de lo que se llama un negocio y el transporte de pasajeros es precisamente eso, un negocio.

¿Acaso los transportistas son diferentes a aquellas citadas actividades? ¿Deben los transportistas ser tratados como unos privilegiados? Pues son unos privilegiados lo que por cierto también es inconstitucional por cuanto que nuestra ley fundamental dispone acerca de la igualdad ante la ley en su artículo 47 y concordantes.

El transporte de pasajeros es un buen negocio. Se gana buen dinero, pero se tiene que dar un servicio de calidad, como en efecto y todos los días lo hace el albañil, el pizzero, el sastre y toda actividad humana.

El precio

El precio es el “problema”, dicen los propiciadores del intervencionismo estatal. Alegan que los precios serían demasiados altos si se los dejara libres. Que resulta inadmisible que el pasajero tenga que pagar tan caro. Lo que no saben o mejor dicho no quieren decir es que son ellos los que ya están haciéndole pagar demasiado caro por un servicio que ni tan siquiera cuenta con el mínimo requisito de calidad como tampoco quieren decir que eso de caro es una expresión que termina por mostrar que son otros los que pagan por los demás y, por ende, el subsidio crea y consolida la sociedad del privilegio.

En el país la cantidad de pasajeros significa una señal al mercado para que nuevos oferentes en cuestión de nuevas líneas de transporte intenten ingresar para prestar este servicio. Específicamente en el área metropolitana, tenemos una demanda insatisfecha que repercute en los precios y también en la calidad del servicio; cuestión esta última a no desconsiderar porque es lo que continuamente se ha venido haciendo.

La demanda está y crece. Pero para que la demanda dada por los pasajeros quede satisfecha por el servicio entonces la mejor forma es el libre mercado. Esto significa que las ganancias de los empresarios deben estar sujetas a las decisiones no de ellos ni del gobierno de turno. Las ganancias deben depender de la decisión diaria de cada usuario.

El subsidio, sin embargo, hace que este sencillo mecanismo de premio y castigo atribuido al consumidor se vuelva difícil y hasta imposible de darse. El subsidio incentiva otros mecanismos que están lejos de la competencia y el buen servicio puesto que el subsidio reemplaza al pasajero. Ya no se compite por el servicio al usuario, se compite por tener el subsidio y no importa si para ello hay que aliarse para convertir al sector del transporte en uno que “defienda” sus intereses.

Desde luego de ahí a un paso de este intervencionismo estatal en el que están coaligados intereses privados y estatales, aparecen la corrupción y la falta de transparencia, y desaparece la calidad del servicio para el pasajero. Cuando se dispone de importantes sumas de dinero nos encontramos con el más poderoso incentivo para el despilfarro y el desvío de fondos. Son los ratones cuidando el queso. ¡Imposible! Se lo devoran y, cuanto más rápido, mejor!

La propuesta

Debemos terminar con el sistema estatista, intervencionista y corrupto. Para ello es preciso iniciar un proceso de genuina descentralización de modo a que el servicio de transporte quede en manos de los municipios, pero como árbitro y no como jugador.

Las adjudicaciones deberán estar expuestas a constantes controles sobre la calidad del servicio con un informe periódico por parte del municipio y de los usuarios directamente involucrados. Los contratos deben contener cláusulas penalizadoras en los que se establezcan sanciones que irían de menor a mayor, hasta la pérdida de la adjudicación, de acuerdo a los cumplimientos o no de las obligaciones establecidas a las empresas.

Todo esto que parecería ser una cuestión de mero trámite, sin embargo, no podría resultar positivo para el servicio de calidad que la gente desea si los precios de los pasajes continúan como ahora supeditados a órdenes monopólicas, contrarias a la libre competencia y, por tanto, violatorias del artículo 107 de la Constitución Nacional.

Eso de fijar el precio del pasaje como si fuera que la cantidad de pasajeros es estática en cuanto a su número y movilidad y que se puede seguir ofreciendo el mismo pésimo servicio sin que interese lo que la gente piensa y desea, es lo más contrario a las elementales lecciones de economía, de respeto por los derechos de los individuos y hasta del sentido común.

Los precios del pasaje pueden subir y bajar. Dependen de la demanda y de la cantidad de nuevos oferentes que participan en el servicio de transporte. Los precios de esta manera se van modificando dando lugar a la competencia de los oferentes, esto es, de las diversas empresas que ofrecen el servicio en el respectivo tramo de recorrido.

Para que esto ocurra es necesario que los tramos se encuentren abiertos a la participación de cualquier oferente o empresa que desee participar, siempre y cuando cumplan con los requisitos de calidad. La posibilidad cierta de que nuevas empresas participen y ofrezcan sus servicios, hará que aquellas que ya se encuentren adjudicadas se muestren comprometidas con sus usuarios, prestando en todo momento el servicio de alta calidad que todo cliente exige por el pago que realiza.

En el transporte público –que por ser público no significa estatal– no hay razón alguna que impida la puesta de marcha del mercado libre mediante un sistema de control de calidad, frecuencias e inspecciones de los vehículos. Solo con un mercado libre las ganancias y pérdidas de las empresas dependerán de lo que los usuarios decidan. Se premiará con ganancias a aquellas que sirvan a los propósitos de viajar cómodos, seguros y a un buen precio, castigándose con pérdidas y la pérdida de sus licencias a las que no lo hagan.

Estatal

El servicio del transporte de pasajeros es estatal en nuestro país. Su estructura está relacionada a los dictados del Estado.

Servicio

En el país la cantidad de pasajeros significa una señal al mercado para que nuevos oferentes de líneas de transporte intenten ingresar.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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