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La cuestión es sencilla. En la cumbre del clima, que se celebra en estos momentos en Egipto, se propone un convenio de reducción de metano. Paraguay debe adherirse a dicho documento porque según los ambientalistas del nuevo orden, si no se procede de ese modo entonces los efectos del cambio climático (antes le llamaban calentamiento global) serán desastrosos para el planeta Tierra y los seres que vivimos en él.
Sin embargo, lo que es bueno y deseable para los ambientalistas apocalípticos no lo es para el Paraguay. En efecto, para reducir el metano en el orden del 20 por ciento para el año 2030, significará reducir ostensiblemente el potencial ganadero del país como dijo el ingeniero Héctor Cristaldo, de la Unión de Gremios de la Producción (UGP).
Todavía más, las absurdas exigencias del Convenio climático –donde no existen evidencias científicas de que el metano esté destruyendo el clima– implicará igualmente, sigue diciendo el ingeniero Cristaldo, “reducir el ganado de 14 millones a 10.200.000 cuando tenemos un potencial incluso de 25 millones de cabezas”.
Dicho de otro modo, si Paraguay firmara el convenio de reducción de metano, “vamos a renunciar al 80 por ciento de nuestras posibilidades de crecimiento solamente por un convenio” terminó diciendo el titular de la UGP.
A esto hay que agregar que según el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible, nuestro país contribuye solo el 0,09% al total de las emisiones de CO2 globales.
¿Qué hay detrás de esto?
Y mucho, porque de lo que se trata es que organizaciones muy poderosas económicas y políticamente hablando vienen insistiendo en la necesidad de, incluso, imponer impuestos a los países que no se adhieran a las políticas de cambio climático.
Los que están detrás de esto son desde luego la misma ONU, junto con la Open Society con el acompañamiento de organizaciones como la Open Society del multimillonario George Soros y con el también magnate Bill Gates con su fundación “Bill and Melinda Gates”.
No olvidemos que no hace mucho se hizo el lanzamiento del libro de Gates “Cómo evitar un desastre climático”, que tuvo la “coincidencia” con el programa “Green Deal”, implementado por el partido Demócrata en los Estados Unidos, medidas de imposición de tributos a otros países que carezcan de medidas de cambio climático.
Perjudican a países como el nuestro
El problema entonces recae sobre nosotros, sobre Paraguay. Pasa que todas esas ideas llevadas a cabo mediante convenios internacionales terminan (con sustrato de evidente inconstitucionalidad) por perjudicar a países como el nuestro, que precisamente producen alimentos desde la agricultura y la ganadería.
A la ONU, a los propiciadores de estos convenios y sus ONG, les molesta que el sector agropecuario en general, el que produce alimentos, carne y cereales para el mundo, tuvo en los últimas décadas un sorprendente éxito. Y el éxito hace que las personas se vuelvan independientes y con mejores criterios de ciudadanía participativa y de control hacia lo que hacen sus respectivos gobernantes.
Y ya podrán percatarse a quiénes no les agrada esa autonomía que hace al resguardo de la propiedad privada y a la misma libertad. A la izquierda estatista y globalista, la misma que prefiere más intervencionismo estatal en los temas que hacen a la producción y comercialización de alimentos, como lo es este caso en específico. Sectores de la izquierda coaligados con esa tendencia de resentimiento y envidia hacia el trabajo, el esfuerzo, la disciplina, la propiedad privada y la autonomía económica.
La producción en entredicho
Lo que está en juego y a muerte es la producción y sus protagonistas de primera línea. Ese hombre y mujer del campo, que se dedican junto con su familia, asociadas en cooperativas y empresas en general, a producir alimentos según criterios de calidad y de intercambio comercial.
Pero a la ONU junto con sus convenios de cambio climático y las ONG no les agrada esa forma de trabajo que hace la gente.
Prefieren dejar de lado al productor para que grandes fábricas manipuladas según criterios de la surgente tecnocracia se haga cargo de todo. Esto significa dejar en manos de algunos en estrecha relación con el Estado. Es el paso de la seguridad para dejar de lado la libertad.
Ocurrió que las familias empobrecidas que habían originado los largos años de intervencionismo estatal, apoyado por la izquierda de los diferentes países, ahora y por obra y gracia del capitalismo liberal, se fueron saliendo de ese estado de calamidad: las familias reunidas en cooperativas y empresas se fueron convirtiendo en empresarios, en pequeños emprendedores. Y lo hicieron porque las reformas agrarias de redistribución de tierras terminaron en despilfarro y corrupción.
No se priorizaron el otorgamiento de títulos de propiedad, se fijaban precios a los productos, todo lo cual acarreó que los únicos beneficiados fueran los políticos aprovechadores. Campeó la dependencia política. Todo ello terminó por restar los necesarios incentivos para elevar la producción y la productividad en el campo.
Los pocos bienes y grandes sueños de las familias que pusieron todo de sí habían sido engañadas por el populismo de las medidas de redistribución de tierras y de riqueza mediante agresivas políticas estatistas. El resultado fue un colosal fracaso. Surgió entonces lo que hoy se llama el agronegocio, que llegó hasta la misma ganadería.
La inversión en tecnología, tratamientos genéticos, prácticas de suelos y pastos, semillas, el regadío artificial así como las mejoras en general habrían de quedarse y mejorarse porque sencillamente resultaron exitosas. La producción en terrenos de pequeña y mediana superficie, lugares donde se luce por su laboriosidad el genuino agricultor y no solo el campesino, se fue fortaleciendo con mejores ingresos así como afectando la autoestima personal.
En el presente y en atención a lo que se viene dando con los convenios de cambio climático apoyados por la ONU, ONG y sectores reaccionarios que dicen defender el medioambiente tienen sus garras puestas sobre los países productores de alimentos.
Paraguay es uno de sus objetivos y es de patriotas que los gobernantes se informen y decidan en aras del interés de nuestro país como un concepto de soberanía e independencia antes que nos estrangulen las nuevas cadenas del colonialismo de la dañina y perversa agenda ambientalista. El convenio de cambio climático debe ser rechazado.
Rechazar
El convenio de cambio climático debe ser rechazado. Paraguay es uno de sus objetivos y es de patriotas que se decidan en aras del interés del país.
Fábricas
Prefieren dejar de lado al productor para que grandes fábricas manipuladas según criterios de la surgente tecnocracia se hagan cargo de todo.
(*) Catedrático de materias jurídicas y en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.