Poesía del presentimiento y vampirismo

Del mercado y la deglución de estéticas rebeldes, de la gentrificación que expulsa a los habitantes indeseables de espacios «donde no quedará sino una huella de su paso, como un suvenir o un nombre sin memoria, en una atmósfera homogeneizante y frívola», del tiempo y la manipulación del tiempo habla el autor de este artículo.

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«En cuanto a la homosexualidad misma, Marcuse señala que la función social del homosexual es análoga a la del filósofo crítico, ya que su sola presencia resulta un señalador constante de la parte reprimida de la sociedad».

(Manuel Puig, El beso de la mujer araña, 1976).

¿Qué significa el criterio? Entendido como un razonamiento pertinente en un momento decisivo, o en una encrucijada, en un momento de separación crítica, de escisión de la realidad, el criterio podría funcionar como un filtro de lectura para juzgar las circunstancias a la luz de acontecimientos que en una fecha determinada nos empujan hacia un cambio o transformación irreversible.

Entonces, quizás, cuando alguien refiere la falta de criterio para juzgar un acontecimiento, es que ese filtro no se ha puesto. No estará allí disponible como un hecho dado al alcance de cualquiera, no será la norma; y, dibujado por el trabajo del lenguaje, por las imágenes que creaciones individuales y colectivas arrojen al espacio, podrá o no establecerse para juzgar a partir de determinados valores una cuestión, para aprobarla o rechazarla, o simplemente para comprenderla. Ese puede ser el deseo de un crítico, por qué no: contornar con el dibujo del lenguaje y de las imágenes un hecho para poder apreciarlo, u observar las transformaciones radicales que se suscitan en el mundo.

PRIMERO SUEÑO

Resulta que a veces soñás. Los sueños intensos de una noche con sudor encuentran una realización posterior, y se te antoja que han sido un tanto premonitorios. Se te antoja, porque no hay en tu creencia nada razonable, nada que permita atribuirles esos significados esotéricos que la predicción del futuro charlatana suele encontrar en ellos. Son coincidencias, pensás, y el mundo está lleno de ellas. Pero no son sólo eso, por supuesto que no son sólo coincidencias. Tus sueños también son síntomas, son la pista de algo que está más allá de vos y dentro de vos a la vez, operando de manera compleja sobre una percepción del tiempo.

Ese otro sentido de la palabra sueño, el deseo, a veces te quita la vigilia, de formas insospechadas. Y su posibilidad de realización, antes que una victoria de la voluntad, las conspiraciones de la naturaleza (como diría Goethe) para ayudarte en tu compromiso, parecen conspiraciones contra vos, se presentan como amenaza.

TIEMPO DESPUÉS

Dicho esto, querés volver a hurgar en el tiempo. En la manipulación del tiempo. Ese tiempo que el decir filosófico de Nietzsche interpretó que la ciencia busca comprender en detalle, y que distintos deseos pulsan por transformar, ha sido tratado de antemano por la imaginación, aunque no sólo por ella.

Hay en la imaginación un poder de “previsión del tiempo” que vale la pena tener en cuenta: no un simple futurismo que anticipa a veces con precisión realidades del porvenir, ni el decir profético que augura glorias o maldiciones para un pueblo. La caricia de la imaginación sobre la piel del tiempo es mucho más suave.

En su Aquí América latina. Una especulación, Josefina Ludmer sugiere que el tiempo del Mercado neoliberal es más rápido, y que por esta razón este tiempo es capaz de manipular otros tiempos más lentos, como, por ejemplo, el tiempo del Estado –ese mal revestido con la apariencia de único escudo para afrontar los embistes del Mercado–. La palabra iluso es fuerte, pero a veces necesaria, aunque sea como una advertencia amistosa: a veces caemos en el engaño de que lo que se presenta como un avance en términos de inclusión, integración, igualdad, justicia, representatividad en el discurso del Mercado constituye alguna forma de esperanza. Pobres de nosotros. La esperanza no puede venir del Mercado, está en otro lado. ¿Dónde? No sabemos, hay que encontrarla. Quizás no la haya, pero ahí no está.

Tu tesis es que el tiempo de la poesía puede ser más rápido que el tiempo del Mercado, que el tiempo de la imaginación puede adelantársele, pero como mencionaste, ése es un tiempo mucho más frágil, carece de la fuerza necesaria para las transformaciones radicales y masivas que el Mercado sí tiene capacidad de agencia para llevar adelante.

Por otro lado, hay una vampirización que nos rodea por muchos flancos. La poesía puede, pero el Mercado sigue siendo rápido, y es capaz de vampirizar los corpus estéticos de los que se vale la poesía para tornar visible algo en la oscuridad de la noche: el Mercado avanza sigiloso, succiona el componente estético y arroja los cuerpos vacíos.

¿Seremos sensibles a esa vampirización cuando nos alcance? ¿Será ésta visible o pasará inaudible?

Antropófago insaciable, el Mercado se roba no sólo la belleza del poema sino también la belleza de las rebeldías colectivas. El Mercado es capaz de usar la excusa de la inclusión con el simple objeto de crear identificación, y vender. ¿Será el consumo nuestra única utopía posible? Ya no es posible borrar nuestra historia; la marca de las violencias que la sociedad o el Estado, no pocas veces aliados con el Mercado, infringieron sobre nuestros cuerpos putos, nuestros cuerpos tortas, nuestros cuerpos travestis y trans, bañadenses o sampedranos, Aché o curuguateños, estará para siempre sobre nuestras pieles y en nuestras conciencias, y no hay resarcimiento capaz de rebobinar esa huella del tiempo, y, por supuesto, ay de nosotros si creemos que desde dichas instancias autoritarias vendrá alguna forma de mirada compasiva.

En un artículo para el suplemento «Soy» de Página/12 titulado «Penetración de Mercado», Patricio Lennard sugiere que «voraz, el mercado parece haberse deglutido buena parte de la rebeldía contestataria de la comunidad GLTB para convertirla en un mero estilo de vida vacuo y domesticado». El Mercado quiere retomar el centro de Asunción, la hispterización del mundo –que no es otra cosa que la deglución de estéticas rebeldes– avanza incontenible, la gentrificación empuja a los habitantes indeseables, aquellos cuyas imaginaciones son apropiables pero cuyas imágenes de cuerpos pobres se quiere eludir, lejos de los espacios antes por ellos animados, donde no quedará sino una huella de su paso, como un suvenir o un nombre sin memoria, en una atmósfera homogeneizante y frívola.

La imagen publicitaria de dos muchachos que se quieren es lateral, es marginal. La esperanza está más, quizás, en la defensa de la ciudadanía contra exclusiones infundadas que el asombro suscitó en algunos, y en la amabilidad con que fue contestada la parte reprimida de odio que esa imagen comprada de un banco de imágenes hizo aparecer en los sectores conservadores, antes que en una celebración porque ahora sí podemos consumir, ahora que se han manipulado los hilos de nuestra sensibilidad con el objeto de fijar presencia de marca. El Mercado nunca será amigable.

guyrapu@gmail.com

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