Poesía japonesa (4): Matsuo Basho, maestro del haiku

Considerado, junto con Yosa Buson, Isa Kobayashi y Shiki Masaoka, uno de los cuatro grandes maestros del haiku, Matsuo Basho es el poeta más renombrado del período Edo. Cuarta entrega de nuestra serie sobre la poesía japonesa.

Matsuo Basho (de pie) en una xilografía de Tsukioka Yoshitoshi, finales del siglo XIX.
Matsuo Basho (de pie) en una xilografía de Tsukioka Yoshitoshi, finales del siglo XIX.

En la historia de la literatura en Japón, el nombre de Matsuo Basho es imprescindible. Nació en Ueno, a unos cien kilómetros al sur de Kioto, en el año 1644, y su verdadero nombre fue Matsuo Kinkasu. Educado como samurái, de niño fue paje del heredero de su señorío, Todo Yoshitada, dos años mayor que él. Ambos estudiaron haiku juntos con el maestro Kitamura Kigin, poeta de la escuela de Matsunaga Teitoku. De esa época se conserva el primer poema de Basho, de 1662, que escribió bajo el seudónimo de Matsuo Sobo.

En 1666, Yoshitada murió repentinamente. Ante la negativa del daimio a permitirle abandonar el servicio de la casa tras su muerte, Matsuo huyó a Kioto. Sin embargo, continuó sus estudios de literatura japonesa y china. Durante esta etapa de su juventud mantuvo una relación amorosa con una monja budista llamada Jutei, con la que tuvo varios hijos. En 1672, a los 28 años de edad, se mudó a Edo, que era por entonces la capital política y militar del imperio. Tres años más tarde se afilió a la escuela de haikai Danrin, del poeta Nishiyama Soin, pero pronto comenzó a tener un estilo propio y sus propios discípulos. Matsuo Basho se negaba a cobrar por corregir los poemas de sus estudiantes, y para sobrevivir obtuvo un empleo como funcionario en el Departamento de Suministro de Aguas del río Koishigawa de la ciudad.

Retrato del erudito y poeta Matsunaga Teitoku.
Retrato del erudito y poeta Matsunaga Teitoku. Matsuo Basho y Todo Yoshitada estudiaron haiku juntos con el maestro Kitamura Kigin, poeta de la escuela de Teitoku.

Pero el maestro estaba dispuesto a vivir la poesía en toda su expresión, a llevar una vida poética apartado del bullicio de la ciudad. A los 36 años cruzó al otro lado del río Sumida y se instaló en una choza donde plantó un platanero (basho), al que debe su pseudónimo literario.

Dos años más tarde se encontró con Butcho, bonzo del zen, que lo convirtió en adepto. Las principales influencias para que Basho adoptara el zen fueron sus amigos Onítsura y Shintoku, la lectura de poetas chinos como Tu Fu y Li Po y del filósofo chino Chuang Tzu, y su admiración por Saigyo y Sogi. Para entender la poesía de Matsuo Basho hay que conocer las ideas centrales en las que se fundamenta el budismo: 1) Todo el universo es impermanente; 2) Todo el universo está interrelacionado; 3) La salvación consiste en entrar en el nirvana o iluminación, que no es saber la verdad, sino estar en ella; 4) Se requiere un maestro, que no enseña la verdad, sino que ayuda a encontrarla; 5) La única vía al nirvana es la meditación.

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Retrato de Matsuo Basho por Hokusai.
Retrato de Matsuo Basho por Hokusai.

Basho se convierte al zen entre los 38 y 39 años de edad. A los 40 decide que no le basta el retiro y comienza a emprender largos viajes, que describe en sus diarios. La muerte lo sorprenderá en Osaka durante la última de sus peregrinaciones, el 12 de octubre de 1694, a los 50 años de edad. Según la tradición, un día antes de morir escribió su último poema:

Agotado de este viaje.

Mis sueños deambulan dispersos

por los campos desolados.

Después de la muerte de Matsuo Basho, sus discípulos se dividieron y fundaron varias escuelas.

Basho, M. (1957). Sendas de Oku, Versión castellana de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya, México: UNAM.
Basho, M. (1957). Sendas de Oku, Versión castellana de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya, México: UNAM.

Se considera que la obra maestra de Matsuo Basho es Oku no Hosomichi, conocida en castellano como Sendas de Oku, título de la traducción realizada por Octavio Paz y Eikichi Hayashiya, que se publicó por primera vez en 1957 (1). Fue la primera traducción del famoso diario de viaje de Basho a una lengua occidental. Uno de los poemas más celebrados de Basho fue vertido de este modo al castellano en la primera edición de esa obra:

Este camino

ya nadie lo recorre

salvo el crepúsculo.

Esta versión, muy libre, que lleva sin duda el sello de Paz, inspiró a Julio Cortázar el título de su último libro, Salvo el crepúsculo (1984).

Oku no Hosomichi relata el largo peregrinaje a pie, épico y peligroso, a través del Japón feudal que Basho realizó en la primavera del año 1689 con su discípulo favorito, Kawai Sora, como compañero de viaje. Sora y Basho partieron juntos de Edo (el actual Tokio) y se dirigieron al norte, a la región de Oku, con el deseo de conocer los lugares sobre los cuales habían escrito los poetas antiguos. Más concretamente, seguían los pasos de Saigyo, a quién Basho consideraba el más grande autor de waka. Para los japoneses esa región era considerada todavía como un país remoto y primitivo hasta entrado el siglo XX. Fue un viaje de miles de kilómetros que duró dos años y medio, aunque el texto tiene por materia solo los seis primeros meses. La travesía no era solo física, sino también espiritual y poética. Por eso Basho y Sora se vistieron de bonzos.

Saigyo contemplando el monte Fuji. Xilopintura de Isoda Koryusai, circa 1770. MET, Nueva York. Basho consideraba a Saigyo el más grande autor de waka.
Saigyo contemplando el monte Fuji. Xilopintura de Isoda Koryusai, circa 1770. MET, Nueva York. Basho consideraba a Saigyo el más grande autor de waka.

Antonio Cabezas recoge en Jaikus inmortales (2) algunas de las enseñanzas que dejó el maestro:

No sigas las huellas de los antiguos. Busca lo que ellos buscaron.

Los versos que algunos componen están excesivamente elaborados y pierden la naturalidad que procede del corazón.

El verdadero jokku no debe ser amalgama de diversas cosas, sino oro batido.

El valor de la poesía es corregir las palabras ordinarias. Nunca debemos tratar las cosas descuidadamente.

Los pensamientos que existen en mi corazón sobre la belleza de las cosas de cada estación son tan numerosos como las arenas de una playa.

Julio Cortázar (1984). Salvo el Crepúsculo. Editorial Nueva Imagen. El título de este libro es un verso de la traducción de Paz del célebre haiku de Basho.
Julio Cortázar (1984). Salvo el Crepúsculo. Editorial Nueva Imagen. El título de este libro es un verso de la traducción de Paz del célebre haiku de Basho.

Notas

(1) Basho, M. (1957). Sendas de Oku, Versión castellana de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya, México: UNAM. Reediciones: Barcelona, Seix Barral, 1970 y 1981.

(2) Cabezas, A. (2014). Jaikus inmortales. Madrid: Hiperión, pp. 31-32.

Referencias

Basho, M. (1941). Jaikais de Báshó y de sus discípulos (K. Matsuo, E. Steinilber-Oberlin, J. Tello, Trads.). Bogotá: Editorial Librería Voluntad.

Basho, M. (1989). Haiku de las cuatro estaciones (E. Ruiz Parra, Trad.). Madrid: Bodegas A-7.

Basho, M. (1993). Sendas hacia tierras hondas (Senda de Oku) (A. Cabezas, Trad.). Madrid: Hiperión.

Basho, M. (2016). Sendas de Oku (O. Paz, E. Hayashiya, Trads.). Madrid: Atlanta.

Basho, M. (2019). Poesía completa (B. Arginzoniz, Trad.). Madrid: El Gallo de Oro.

*Gian Pierre Codarlupo Alvarado (Paita, 1997) es licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional de Piura, escritor, periodista, miembro del equipo editorial de la revista cultural chilena Mal de Ojo y de la Editorial Conunhueno, de Valparaíso, y corresponsal en el extranjero de El Suplemento Cultural. Ha publicado el poemario Caída de un pájaro en el mar (Universidad Nacional de Piura, 2018). Actualmente, vive en Madrid.

De izquierda a derecha, poetas Natalí Aranda, Elvira Hernández y Gian P. Codarlupo en Madrid.
Nuestro corresponsal Gian P. Codarlupo con las poetas Elvira Hernández y Natalí Aranda en Madrid.

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